Constelación De Dos

CAPÍTULO 20. A la orilla del "sí".

La tarde comenzó con un mensaje.
Noam estaba recostado en su cama, escuchando música con el teléfono en la mano cuando la pantalla se iluminó.

• Aiven: ¿Podrías venir a la playa al anochecer? Tengo algo que mostrarte.

Noam arqueó una ceja, curioso.
No había explicación, ni pistas. Solo ese texto, corto pero que le dejó un nudo extraño en el estómago.
Miró la hora. Si se apresuraba, llegaría justo cuando el sol empezara a descender.

El viento en la playa tenía ese olor salado que llenaba el aire de promesas viejas.
La arena estaba fresca bajo sus zapatillas, y a lo lejos, cerca de la línea donde el mar lamía la orilla, vio a Aiven.
No estaba de pie, sino arrodillado sobre una manta oscura.

Al acercarse, Noam notó lo que había allí: una cesta de mimbre, platos con tapas cubiertas, velas pequeñas que parpadeaban a pesar de la brisa, y un par de rosas rojas colocadas con cuidado al centro.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Noam, sonriendo con una mezcla de sorpresa y timidez.

Aiven alzó la vista, y sus ojos tenían ese brillo que no salía de las palabras.

—Algo que quería hacer… para ti.

Se sentaron sobre la manta. Aiven destapó los recipientes, revelando comida que olía a especias y algo dulce. Noam tomó un bocado, sonriendo como si no supiera por dónde empezar a agradecer.
Las velas proyectaban sombras suaves sobre sus rostros, y el mar murmuraba en un ritmo constante detrás de ellos.

Mientras comían, el cielo iba tiñéndose de naranja, luego de un violeta profundo que parecía abrazar el horizonte.
Las gaviotas sobrevolaban más lejos, dibujando figuras contra el ocaso.

En un momento, Aiven dejó el tenedor a un lado.
Sus manos estaban sobre sus rodillas, pero había tensión en sus hombros, como si lo que iba a decir le pesara y aliviara al mismo tiempo.

—Noam… —empezó, buscando sus ojos—, desde que te conocí… todo ha cambiado para mí. No esperaba encontrar a alguien con quien sentirme así. Compartimos gustos y sobre todo hemos pasado muchos momentos juntos...

Noam lo miraba en silencio, con el murmullo de las olas como único testigo.

—Quiero preguntarte algo —continuó Aiven, su voz baja pero firme, algo sonrojado—. ¿Quieres ser mi novio?

Hubo un segundo de silencio absoluto.
Noam parpadeó, y luego, despacio, una sonrisa suave apareció en sus labios.

—Sí… claro que sí.

Aiven no tuvo que pensar en lo siguiente.
Se inclinó hacia él, sus manos buscando la calidez de las de Noam.
El beso fue dulce, sin prisa, con el sonido del mar de fondo y el cielo encendiendo sus últimas luces antes de la noche.
Noam respondió, sintiendo que algo dentro de él se acomodaba por primera vez en mucho tiempo.

Cuando se separaron, el horizonte ya estaba cubierto por la oscuridad, pero las velas seguían ardiendo, tercas y brillantes, como si supieran que algo importante acababa de comenzar.

No hablaron mucho más después.
Se quedaron ahí, mirando cómo las olas iban y venían, y cómo, a pesar de todo lo que habían pasado, ahora estaban juntos… y ese "sí" resonaba como el sonido más cálido que Noam había escuchado en años.



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En el texto hay: #romance, #amistad, #bl

Editado: 26.08.2025

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