El tiempo había pasado, y aunque muchas cosas habían cambiado en sus vidas, había un rincón del mundo que seguía intacto: la colina desde donde solían mirar el cielo nocturno.
Aiven había planeado ese momento con cuidado. Llevaba semanas pensando cómo hacerlo, pero al final comprendió que no necesitaba nada extravagante. Bastaba con volver al origen, donde las conversaciones cortas que significaban tanto, donde hubo un primer beso contenido bajo un cielo abierto.
Esa noche, el aire estaba frío, pero el cielo despejado mostraba cada estrella con una claridad que parecía casi irreal. Llevaban una manta, un termo con café y poco más. Se sentaron juntos, hombro con hombro, como tantas otras veces.
Noam suspiró, mirando hacia arriba.
—Siempre pensé que estas noches me salvaron más de lo que creía. Estar aquí contigo, era como tener un refugio.
Aiven lo miró en silencio, con el corazón latiendo tan rápido que casi podía escucharlo en sus oídos. Se armó de valor, deslizó la mano en su bolsillo y sacó una pequeña cajita.
—Noam… —susurró, interrumpiendo el murmullo de los grillos y el viento—. Tú eres mi refugio. Desde el principio. Y quiero que lo sigas siendo, toda la vida.
Noam giró el rostro, y lo vio arrodillarse, temblando un poco, con los ojos brillando bajo la luz de las estrellas. La cajita se abrió revelando un anillo sencillo, una banda plateada que parecía reflejar la misma luz del cielo.
El mundo se detuvo.
Las manos de Noam temblaban cuando las llevó a su rostro, sorprendido, emocionado.
—¿Me estás pidiendo…?
—Que seas mi hogar para siempre. —Aiven tragó saliva, sus labios curvándose en una sonrisa nerviosa—. Que sigamos siendo nuestra constelación de dos.
Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Noam, pero no dudó. Lo abrazó con fuerza, casi derribándolo en la hierba.
—Sí, Aiven, sí.
El beso que siguió no tuvo prisa. Fue tierno, seguro, sellado bajo el mismo cielo que los había unido.
Y mientras la constelación brillaba arriba, más firme que nunca, supieron que aquella promesa no era un final.
Era el comienzo de toda una vida.