―¡Qué idiota!
Thiago me lanzó palomitas desde la cama por mi insulto. Los dos siempre acabábamos discutiendo a la hora de hablar de Linda y su enamoramiento no-correspondido.
Thiago estaba sonriendo, mostrando sus dos hoyuelos, y con el pecho descubierto. Yo estaba recostada contra el armario de su habitación, sentada en el suelo, luciendo el uniforme del instituto, pero sin la camisa de cuello tortuga y la jardinera, únicamente llevaba el short blanco y la blusa de tiras. Era la noche de cine, donde nos reuníamos en la casa de Thiago a ver películas de Marvel o DC. Generalmente, estaría acostada a su lado, babeando, y sin poner cuidado a la dichosa pantalla; sin embargo, rechacé su ofrecimiento, aunque fuese una oportunidad que no tuviera nuevamente hasta tiempo después. Estaba nerviosa, mis órganos hechos un nudo tenso y doloroso.
En unos minutos, todo cambiaría. Sería incómodo por unos días o, tal vez, semanas.
Al menos, para él.
Sospechaba que enterarse de que tu mejor amiga, la que consideras tu hermana, está enamorada de ti no debe ser fácil. Le di un sorbo a mi vaso de agua con hielo.
Thiago se echó otra manotada de rosetas a la boca.
―Quiero ir al cine nuevamente ―masculló, soltando un poco de comida.
Hice una mueca de asco.
―¡Come y luego habla! ―Lo reñí, riendo.
Thiago me ignoró.
―A ver Hotel Transilvania ―prosiguió.
Arqueé una ceja.
―Ya la miramos, Thiago.
―Lo sé, pero merece una segunda vez. ―Me guiñó.
Asentí antes de deslizar mi mirada por mi celular. El reloj marcaba las ocho y quince.
―¿Me acompañas a la salida? ―El nudo subió hasta mi tráquea.
―Boba, ya sabes que te llevo hasta tu casa.
Empaqueté mis pertenencias y reacomodé mi uniforme, mientras Thiago se colocaba una camisa blanca y zapatos. Al bajar por las escaleras, me despedí de su madre, quien estaba en la cocina, preparando algo delicioso. Cuando crucé en el umbral de la puerta, conté diez pasos y me giré. Thiago me seguía.
―¿Qué? ―Preguntó al instante que me detuve.
Respiré profundo.
―Thiago, estoy enamorada de ti ―solté.
Él abrió los ojos, confundido, impactado.
―No quiero dejar de ser tu mejor amiga ―seguí― y sé que quieres a Linda. Sólo necesitaba que lo supieras. Te amo, Thiago.
Thiago guardó silencio, incapaz de responder ante mi declaración. Sabía que sería así y, contrario de lo que me temí dentro de mí, estaba aliviada. El peso que cargaba en mis hombros se diluía. No permití que pensase mucho, porque me marché corriendo.
El aire nocturno acarició mis mejillas y reí fuertemente.