El Ala Umbra era un laberinto de callejones angostos y edificios en ruinas, un terreno perfecto para quienes buscaban operar fuera del alcance de las autoridades. Aquella noche, el Capitán Viktor Drell caminaba entre las sombras, supervisando a su equipo de hombres armados mientras cargaban cajas de un almacén clandestino hacia un carruaje reforzado. En el interior de las cajas había explosivos, diseñados para una operación de sabotaje contra una fábrica de armas clave en el Ala Nexus, cuyo objetivo era desestabilizar aún más a la monarquía tecnocrática.
Drell observaba el proceso con su característica frialdad. A sus 38 años, había dejado atrás la disciplina de un soldado para abrazar la vida de un mercenario. Para él, las ideologías eran herramientas; los ideales, distracciones. “El Filo del Ébano paga bien”, pensaba mientras encendía un cigarro y observaba el movimiento rápido de sus hombres. Sus ojos claros y calculadores recorrían la escena, buscando cualquier error. La eficiencia era su sello.
Había leído el artículo de Dahlia Fogel esa misma tarde. “Scarlet Mist: ¿Salvador o Catalizador del Caos?”. La periodista había dado forma a los rumores sobre un vigilante que operaba en las sombras. Drell había descartado inicialmente al enmascarado como un mito urbano, pero ahora, con las constantes interrupciones a las operaciones de El Filo del Ébano, sabía que Scarlet Mist era real. Y peor aún, era una amenaza.
—Ese idiota enmascarado está causando más problemas de los que vale —gruñó Drell mientras exhalaba una nube de humo—. Si aparece esta noche, me encargaré de él personalmente.
Uno de sus hombres, un recluta joven con una cicatriz en la mejilla, levantó la mirada nervioso.
—¿Cree que vendrá, Capitán?
Drell se burló.
—Los tipos como él no pueden resistirse a una oportunidad como esta. Cree que es un héroe, pero no es más que otro obstáculo que se puede eliminar.
Mientras los hombres seguían cargando el carruaje, las sombras comenzaron a moverse de manera antinatural. Las luces de las farolas parpadearon, y un silencio inquietante se apoderó del lugar. De repente, una de las cajas cayó al suelo con un ruido seco, esparciendo parte de su contenido.
—¿Qué demonios...? —comenzó a decir Drell, pero fue interrumpido por una figura que emergió de las tinieblas.
Scarlet Mist apareció como un espectro, su servoarmadura emitiendo un leve brillo rojizo en la penumbra. Su presencia era imponente, y su voz resonó firme y desafiante.
—Capitán Drell, ¿cuánto vale la destrucción que siembras? ¿Cuánto vale tu alma?
Drell dio un paso al frente, con la mano descansando sobre la culata de su revólver. No había miedo en su rostro, sólo desdén.
—¿Mi alma? ¿Estás aquí para sermonearme, enmascarado? Esto no es un juego de niños. ¡La ciudad no necesita santos autoproclamados!
Scarlet Mist permaneció inmóvil, sus ojos fijados en los de Drell.
—Y no necesita mercenarios que venden su lealtad al mejor postor. Ésta ciudad merece algo mejor.
Drell soltó una carcajada amarga.
—¿Algo mejor? Todo esto es un negocio, y yo soy bueno en los negocios. Tus principios no te protegerán cuando la realidad te alcance.
Antes de que Scarlet Mist pudiera responder, uno de los hombres de Drell levantó su arma, pero el vigilante reaccionó con rapidez, lanzando un proyectil que desarmó al atacante. El caos estalló, y Scarlet Mist se movió con una precisión impresionante, desbaratando la operación con movimientos calculados. Cada paso que daba era un recordatorio de que su lucha era más que personal; era una cuestión de principios.
Drell observó cómo su equipo caía en el desorden, su operación desmoronándose frente a sus ojos. Scarlet Mist desapareció tan rápido como había llegado, dejando atrás sólo cajas rotas y hombres derrotados.
Mientras los restos de su equipo se reagrupaban, Drell apretó los dientes y miró la dirección por donde Scarlet Mist había desaparecido. Había algo en las palabras del vigilante que había tocado una fibra sensible en él, aunque jamás lo admitiría. Sin embargo, más que introspección, lo que quedó en el corazón de Drell fue un profundo rencor.
—Esto no ha terminado —murmuró para sí mismo, mientras sus hombres recogían los restos de la operación fallida—. Scarlet Mist pagará por esto.
Y así, el primer enfrentamiento entre Viktor Drell y Scarlet Mist no sólo marcó el inicio de una rivalidad personal, sino también estableció las bases para una batalla ideológica que resonaría en todo Obsidian Heights.
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Editado: 21.12.2024