Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO I | Tuerca VII: Ecos en la Niebla

La ciudad de Obsidian Heights parecía contener el aliento, como si presintiera que algo estaba por suceder. Las calles del Ala Umbra se llenaban de rumores sobre la reciente derrota sufrida por El Filo de Ébano en uno de sus operativos clandestinos, y Scarlet Mist se convertía en el tema de cada conversación, desde los mercados hasta los salones de la alta sociedad.

Dahlia Fogel, por su parte, lidiaba con las consecuencias de su artículo. Sentada en la redacción de La Voz de Vapor, sus ojos recorrían una carta firmada por Lady Seraphine Lorne, una de las figuras más influyentes de la ciudad. La misiva, con su letra elegante y calculada, invitaba a Dahlia a una reunión en el exclusivo distrito del Ala Lumen. El tono prometía información exclusiva, pero también insinuaba un peligro que no podía ignorar.

—¿Vas a aceptar? —preguntó Gregor Stannard, observándola desde el marco de la puerta. Había una mezcla de curiosidad y preocupación en su voz.

Dahlia dudó. Sabía que rechazar la invitación podría costarle una oportunidad única, pero aceptar significaba exponerse a un juego en el que ella no controlaba las reglas.

Mientras tanto, en las profundidades del Ala Helix, Aiden —bajo la máscara de Scarlet Mist— examinaba los documentos que había recuperado de la operación frustrada de Viktor Drell. Las hojas estaban llenas de códigos y mapas que apuntaban a un golpe inminente en el Ala Lumen, un movimiento que podría desestabilizar a toda la ciudad.

—No puedo hacer esto solo —murmuró, sus palabras resonando en la habitación vacía. Pero la idea de confiar en alguien más le resultaba casi imposible. Su cruzada había sido siempre solitaria, un camino que había elegido para proteger su verdadera identidad.

Mientras Aiden intentaba descifrar el siguiente paso de El Filo de Ébano, Viktor Drell tramaba su venganza. En un almacén abandonado del Ala Umbra, reunió a un grupo de mercenarios. Con el ceño fruncido y un cigarro entre los labios, repasaba los detalles de su próxima misión: asegurar un cargamento de explosivos que serían clave para el atentado planeado por Alaric Thorn.

—No cometeré el mismo error dos veces —dijo Drell, aplastando el cigarro contra una mesa de madera.

El destino quiso que las piezas se movieran hacia una colisión inevitable. Dahlia, siguiendo siguiendo un rumor que le había llegado, se adentró en el Ala Helix en busca de respuestas. La atmósfera era opresiva, y su intuición le gritaba que retrocediera, pero la determinación por descubrir la verdad la impulsaba hacia adelante.

En ese mismo instante, Scarlet Mist observaba desde las alturas cómo los hombres de Drell cargaban el material explosivo en un vehículo. Con movimientos sigilosos, descendía hacia el lugar, decidido a detener la operación. Sin embargo, un sonido inesperado lo detuvo en seco: el eco de pasos acelerados.

Dahlia, al doblar una esquina, se encontró cara a cara con la escena. Los mercenarios, alerta por su presencia, sacaron sus armas, y el caos se desató. Scarlet Mist actuó rápidamente, utilizando su agilidad para desarmar a los atacantes mientras protegía a la periodista.

—¡Qué haces aquí? —exclamó Aiden, su voz amortiguada por la máscara.

—¡Lo mismo podría preguntarte! —respondía Dahlia, tratando de recuperar el aliento.

En medio del caos, Viktor Drell emergió de entre las sombras, observando con frío desprecio cómo Scarlet Mist desbarataba su operación. En lugar de unirse a la lucha, decidió retirarse, dejando atrás una advertencia:

—Esto no ha terminado, Mist. Te haré pagar por cada interferencia.

Cuando el enfrentamiento cesó, Dahlia y Scarlet Mist intercambiaron una mirada cargada de preguntas. Antes de que ella pudiera hablar, él desapareció en la oscuridad, dejando atrás un silencio que gritaba más que cualquier palabra.

De regreso en su oficina, Dahlia escribió frenéticamente sus impresiones sobre lo ocurrido, mientras Scarlet Mist contemplaba desde su escondite los documentos recuperados, ahora sabiendo que su lucha no sólo era contra El Filo de Ébano, sino también contra los dilemas que amenazaban con quebrar su convicción.

La niebla sobre Obsidian Heights se espesaba, y con ella, las líneas entre aliados y enemigos se volían cada vez más difusas.




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