Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO I | Tuerca VIII: El Auge del Conflicto

El zumbido de las hélices resonaba en la lejanía, mientras Scarlet Mist se adentraba en los callejones del Ala Umbra. El ambiente era denso, cargado con el olor del aceite y el metal corroído. En una fábrica abandonada, el Capitán Viktor Drell aguardaba, rodeado de sus mercenarios. El lugar, iluminado por la luz trémula de lámparas de gas, albergaba un almacén lleno de documentos que podían exponer los cimientos de El Filo del Ébano.

Drell, vestido con su uniforme militar ajustado, observó a Scarlet Mist desde un balcón improvisado en la fábrica. Su rostro, marcado por la rabia, se crispó en una sonrisa de desprecio. —Así que aquí estás, el gran justiciero. ¿Crees que tu pequeña cruzada hará alguna diferencia?

Scarlet Mist permaneció en silencio. No había palabras que valieran en ese momento, solo movimientos precisos. Sin aviso, lanzó una bomba de humo que cubrió el área con una densa neblina. Lo que siguió fue una danza frenética de combate: los mercenarios disparaban a ciegas mientras Scarlet se movía entre ellos con agilidad. Los golpes resonaban contra el metal y los gritos de los hombres llenaban el espacio.

Drell, bajando al suelo, empuñó un arma de filo negro, que brillaba ominosamente bajo la tenue luz. El "Filo del Ébano" no era solo un símbolo de su poder, sino también una herramienta letal.

—¡Te voy a destrozar! —rugió, abalanzándose sobre Scarlet Mist.

El enfrentamiento fue feroz. Cada golpe de Drell era una manifestación de su furia, pero su ira lo hacía descuidado. Scarlet Mist, en cambio, mantenía la calma, calculando cada movimiento. En un instante crítico, logró esquivar un ataque directo y contraatacar, dejando un corte superficial en el costado de Drell.

—Eres un peón en un juego que ni siquiera comprendes —dijo Scarlet, con voz contenida.

Scarlet Mist permaneció en silencio, estudiando a Drell con la precisión de un relojero enfrentándose a un mecanismo descompuesto. La pelea no era solo un choque físico; era un duelo de voluntades. Scarlet evitó un golpe mortal, haciendo girar su cuerpo con la agilidad de un felino, mientras las cuchillas del "Filo del Ébano" cortaban el aire a centímetros de su rostro.

Drell, cegado por su furia, lanzó un ataque descuidado, dejando su flanco desprotegido. Scarlet aprovechó la oportunidad, encajando un golpe certero que abrió un surco en el costado de Drell. El Capitán cayó de rodillas, su mano aferrando el corte sangrante mientras sus ojos se llenaban de un odio visceral.

Scarlet se acercó lo justo para que Drell pudiera escuchar su voz, baja y firme. —La venganza es un veneno, Drell. Y tú ya estás intoxicado.

Antes de que los mercenarios pudieran reorganizarse, Scarlet Mist se desvaneció entre las sombras, dejando a Drell solo, con su fracaso reflejado en las paredes corroídas de la fábrica.

Horas después, en el Ala Lumen, Dahlia Fogel caminaba por los pasillos de mármol de la mansión de Lady Seraphine Lorne. La atmósfera era solemne, casi intimidante. Las lámparas de cristal proyectaban un brillo tenue sobre las paredes adornadas con grabados intrincados.

Seraphine, con un vestido de terciopelo púrpura, la recibió en su estudio. Una copa de vino descansaba en su mano mientras sus ojos escudriñaban a Dahlia con una mezcla de interés y superioridad.

—Señorita Fogel, tan tarde ha decidido responder a mi invitación —dijo Seraphine, señalando un asiento frente a ella.

Dahlia se sentó con rigidez, sosteniendo sus notas con fuerza. —Estoy buscando la verdad, Lady Lorne. Como miembro del Consejo de Lores, seguro tiene su parecer hacia Scarlet Mist, una figura que divide opiniones. Algunos lo ven como un salvador, otros como una amenaza. ¿Qué piensa usted realmente?

Seraphine sonrió, un gesto calculado. —Scarlet Mist es una chispa, señorita Fogel. Pero las chispas son impredecibles. Pueden iluminar la oscuridad o reducirlo todo a cenizas.

Dahlia respiró profundo antes de responder. Las palabras de Seraphine eran como hilos de seda, envolviéndola con una suavidad que ocultaba un filo peligroso. —Y si esas cenizas fueran necesarias para construir algo nuevo... ¿no valdría la pena el riesgo? —preguntó, intentando desafiar el control de la conversación.

Seraphine inclinó la cabeza, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos. —Esa es la cuestión, querida Dahlia. ¿Quién decide lo que debe ser reducido a cenizas? ¿Y quién se asegura de que no terminemos en el fuego también?

La tensión en el aire era palpable. Dahlia sintió que las paredes del estudio se cerraban sobre ella, las miradas de los retratos de antiguos lores observándola como jueces silenciosos. Pero no iba a retroceder. —Aún así, necesito respuestas, Lady Lorne. Y las voy a encontrar, con o sin su ayuda.

Seraphine no respondió de inmediato, pero su sonrisa se amplió, casi como si aprobara el desafío. —Entonces, que las chispas vuelen, señorita Fogel.

En las oficinas de "La Voz del Vapor," tras su encuentro con Lady Seraphine, Dahlia encontró a Scarlet Mist esperándola. Su figura se recortaba contra la tenue luz de las lámparas, proyectando una sombra que parecía abarcar la sala entera.

—Viniste —dijo ella, tratando de ocultar su sorpresa.

—Necesitamos hablar —respondió él con firmeza.

Dahlia lo encaró, sus manos cruzadas frente a su pecho. —Hablas de justicia, pero tus métodos no son distintos a los de aquellos a quienes persigues.




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