El Ala Zenith, con su interminable maraña de pasillos iluminados por luces de vapor y su constante bullicio mecánico, albergaba una de las mentes más brillantes del Ducado: Silas Karev, Jefe Ingeniero Adjunto. Desde su oficina, ubicada en lo más alto de la Torre Zenith, Karev observaba la ciudad con una mezcla de orgullo y resignación. Su mirada fija en el horizonte reflejaba la dualidad de su vida: un leal servidor del sistema tecnocrático, pero también un hombre profundamente inquieto por los usos que sus creaciones estaban teniendo.
Silas había sido un prodigio desde joven, destacado por su habilidad para diseñar sistemas complejos con una eficiencia impecable. Su ascenso en el Ducado fue meteórico, ganándose el respeto de sus colegas y la atención de los altos mandos. Sin embargo, a medida que avanzaba en su carrera, comenzaba a comprender que el poder y la innovación tecnológica no siempre iban de la mano con la ética. Sus diseños más recientes, los Centinelas de Obsidiana, eran un ejemplo claro: máquinas capaces de reprimir con precisión quirúrgica, pero también herramientas de opresión desalmada.
Esa noche, Karev se inclinó sobre su escritorio, examinando un conjunto de planos y documentos. Las líneas del diseño de los Centinelas eran impecables, un testimonio de su genio, pero las notas anexas le generaban un nudo en el estómago. Frases como "modulación neuronal" y "reprogramación conductual" aparecían en los márgenes, escritas por alguien con autoridad superior. Silas sabía que esas palabras no provenían de sus propias ideas, sino de las exigencias del Consejo de Lores, específicamente de Lady Seraphine.
La puerta de su oficina se abrió de golpe, y una figura conocida entró con la autoridad de alguien que no necesitaba anunciarse. Lady Seraphine Lorne, impecable en su porte, avanzó hacia el escritorio de Karev con una sonrisa calculada.
—Silas, espero no estar interrumpiendo tu brillantez —dijo, dejando un dossier sobre los planos que él revisaba. —El Consejo está ansioso por ver avances concretos. Los Centinelas deben estar listos para su despliegue cuanto antes.
Karev levantó la vista, su expresión neutra apenas disfrazaba su incomodidad. —Las pruebas aún no son concluyentes, milady. Hay variables que debemos ajustar. Si se apresura el despliegue, podríamos enfrentarnos a fallos catastróficos.
Seraphine lo observó con la paciencia de alguien que ya había anticipado cada palabra. —No seas tan modesto, Karev. Tus diseños son impecables. Y, si hay problemas, confío en que los resolverás antes de que se conviertan en inconvenientes mayores.
—Con todo respeto, esto no es solo cuestión de eficiencia —insistió Karev, sus palabras cuidadosamente medidas. —Estamos hablando de sistemas que pueden alterar la autonomía de los individuos. Esto podría tener repercusiones… impredecibles.
Lady Seraphine inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera evaluando un objeto curioso. —Precisamente por eso necesitamos tu genialidad, Karev. El Ducado no puede permitirse debilidades en este momento. Confío en que harás lo correcto.
Con esas palabras, Seraphine se retiró, dejando a Karev con el peso de sus dilemas. Mientras tanto, en el Taller Escarlata, oculto entre los callejones del Ala Nexus, Scarlet Mist revisaba los documentos que había recuperado durante sus enfrentamientos previos contra El Filo del Ébano. Entre las hojas desgastadas y los diagramas de armas confiscadas, una mención recurrente llamó su atención: "Proyecto Centinelas de Obsidiana". Lo más significativo, sin embargo, era un nombre que aparecía asociado con cada plano y especificación: Silas Karev.
Aiden, con el rostro cubierto por una capa de sudor y aceite tras horas de trabajo en su servoarmadura, cruzó el espacio reducido del taller hasta una mesa donde brillaba la luz ténue de una lámpara de carburo. Encendiendo un viejo analizador de datos, comenzó a digitalizar los documentos clave, buscando patrones o conexiones que pudieran ofrecerle un camino hacia Karev.
La búsqueda dio frutos. Entre las imágenes escaneadas, un esquema detallaba los materiales necesarios para construir los Centinelas, así como registros de distribución que sugerían que las primeras unidades estaban destinadas al Ala Umbra. Sin embargo, lo que más inquietaba a Scarlet Mist eran las notas cifradas escritas al margen, que implicaban directamente a Karev y a Lady Seraphine en el desarrollo de la tecnología.
—Así que tú eres la clave… Karev —murmuró Scarlet Mist, su voz apenas audible sobre el zumbido de la maquinaria del taller. Su próximo movimiento comenzaba a tomar forma.
Con movimientos precisos, Scarlet Mist descargó los datos en su dispositivo. Mientras analizaba los archivos, encontró una lista de materiales requeridos para los Centinelas, así como patrones de distribución que indicaban que las primeras unidades estaban destinadas al Ala Umbra.
Mientras Scarlet Mist planificaba su siguiente paso, Karev observaba desde la ventana de su oficina la maquinaria de la ciudad en movimiento. Cada engranaje que giraba le recordaba que, aunque era parte fundamental del sistema, también era prisionero de él. Consciente de que alguien podría estar siguiendo sus pasos, comenzó a considerar seriamente una opción que había evitado hasta ahora: sabotear su propio trabajo desde dentro.
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Editado: 21.12.2024