El Taller Escarlata, escondido entre las laberínticas calles del Ala Nexus, era más que un refugio para Scarlet Mist. Era un santuario donde Aiden Falken podía bajar la máscara, no solo la física, sino también la emocional. Bajo el parpadeo de una lámpara de carburo, el sonido del metal raspando contra el metal resonaba en el espacio reducido. La servoarmadura estaba desmontada, sus componentes esparcidos sobre una mesa de trabajo junto a herramientas desgastadas y planos llenos de anotaciones.
Mientras ajustaba un engranaje delicado, los pensamientos de Aiden lo llevaron a los días de su formación. Dos figuras se alzaban con claridad en su memoria: Elias Verne, el catedrático cuya pasión por el conocimiento había inspirado su moralidad, y Cillian Graves, el ingeniero militar cuya visión pragmática le había enseñado a sobrevivir en un mundo cruel.
Elias Verne había sido un mentor poco convencional. En las aulas del Instituto de Ingenieros de Obsidian Heights, su voz resonaba como una llamada al cambio. "La tecnología es una extensión de nuestra humanidad," solía decir. "Si olvidamos ese principio, nos convertiremos en esclavos de nuestras propias máquinas." Verne no solo enseñaba diseño y mecánica; inculcaba en sus estudiantes una ética inflexible, un compromiso con el bien común. Para Aiden, esas palabras habían sido un faro en un mundo lleno de sombras.
Pero Verne también había sido un rebelde en una sociedad tecnocrática que prefería la obediencia al cuestionamiento. Su oposición pública al Consejo de Lores le costó caro. Falsamente acusado de sabotaje industrial, fue exiliado al borde del Ala Umbra, donde murió en circunstancias sospechosas. Aiden recordaba vívidamente la última conversación que tuvo con él: "No dejes que te silencien, Falken. Usa tu ingenio para proteger a quienes no pueden protegerse a sí mismos."
Por otro lado, Cillian Graves representaba un contraste oscuro y necesario. Despojado de su rango y reputación tras ser acusado de traición, Graves había encontrado refugio en los márgenes de la sociedad, diseñando armas para mercenarios y contrabandistas. Fue allí, en un taller improvisado en el Ala Helix, donde Aiden conoció a Graves.
Graves era un hombre pragmático, curtido por las traiciones de un sistema al que alguna vez sirvió lealmente. "La moralidad es un lujo," le había dicho una noche mientras ensamblaban una pieza crítica para la servoarmadura. "La supervivencia requiere decisiones difíciles. Y la justicia... bueno, eso es un cuento para los ingenuos." A pesar de su cinismo, Graves había enseñado a Aiden a perfeccionar su arte, a construir con precisión y a pensar en las vulnerabilidades de cualquier diseño.
De vuelta en el presente, Aiden sostuvo un componente recién ajustado de la servoarmadura y lo examinó bajo la luz. Los ecos de Verne y Graves resonaban en cada decisión que tomaba: el equilibrio entre la moralidad idealista y el pragmatismo necesario. Era una dicotomía que lo definía, pero también lo atormentaba.
Observó los documentos obtenidos que descansaban sobre otra mesa. Entre los diagramas y notas cifradas, Aiden había encontrado detalles sobre los Centinelas de Obsidiana: máquinas de vigilancia avanzada con capacidad de intervención autónoma. Había algo inquietante en el diseño. Las notas de Silas Karev, cuidadosamente descifradas, revelaban un sistema integrado para "modulación conductual" que podía suprimir voluntades humanas. Aiden supo que tenía que actuar.
Con los conocimientos de Graves en mente, comenzó a esbozar un dispositivo capaz de interferir con los circuitos de los Centinelas. Sabía que sería un trabajo difícil, pero cada giro del lápiz sobre el papel lo acercaba más a una solución. Al mismo tiempo, las palabras de Verne lo impulsaban a asegurarse de que su invención no se convirtiera en otra herramienta de opresión.
Horas después, mientras el reloj marcaba las tres de la madrugada, Aiden se detuvo para observar el prototipo inicial. Era un emisor de pulsos electromagnéticos, diseñado para incapacitar a los Centinelas sin causar daño permanente. "Esto es solo el comienzo," murmuró, sintiendo una mezcla de orgullo y agotamiento.
Sin embargo, una duda persistente lo asaltó mientras guardaba el prototipo en una caja reforzada. ¿Hasta qué punto estaba dispuesto a llegar? Los recuerdos de Verne y Graves eran recordatorios de caminos opuestos, y Aiden se encontraba en una encrucijada constante entre ambos. ¿Podría mantener su humanidad intacta mientras luchaba contra un sistema diseñado para destruirla?
El Taller Escarlata se llenó de un silencio solemne mientras Aiden apagaba la lámpara y se preparaba para una nueva noche como Scarlet Mist. Con la servoarmadura reparada y el prototipo asegurado, salió a las calles de Obsidian Heights, decidido a probar que las lecciones de sus mentores no habían sido en vano.
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Editado: 21.12.2024