Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO II | Tuerca IV: El Eco del Ala Helix

Las fábricas del Ala Helix nunca dormían. Las chimeneas exhalaban columnas de vapor mezcladas con humo, y el zumbido constante de la maquinaria era un recordatorio del corazón industrial que mantenía viva a Obsidian Heights.

Scarlet Mist, oculto en las sombras de un almacén abandonado, observaba las idas y venidas de los obreros y los supervisores. A través de los datos descifrados en el Taller Escarlata, supo sobre el transporte de componentes críticos para los Centinelas de Obsidiana desde este lugar.

La fábrica, con su estructura colosal de hierro y cristal empañado, era un hervidero de actividad. Las filas de trabajadores, exhaustos y cubiertos de hollín, parecían engranajes más en la maquinaria del Ducado. Scarlet Mist ajustó los lentes de visión nocturna incorporados a su máscara antes de deslizarse hacia una entrada lateral.

Dentro, el calor era sofocante y el ruido ensordecedor. El aire estaba cargado con el olor metálico del acero fundido y el aceite industrial. Scarlet Mist avanzó con cautela, utilizando las sombras proyectadas por las gigantescas prensas y transportadores. Su objetivo era un conjunto de planos almacenados en una oficina elevada, desde donde se coordinaba la producción de los componentes más avanzados de los Centinelas.

Mientras subía por una estrecha escalera metálica, un movimiento inesperado capturó su atención. Una mujer, vestida con un uniforme militar ajustado y cargado de insignias del Ducado, supervisaba el trabajo desde un balcón interno. Sus ojos, serenos pero vigilantes, escudriñaban cada rincón de la fábrica.

Scarlet Mist supo inmediatamente quién era: Eris Vex, la recién nombrada supervisora de seguridad del Ala Helix y, además, alguien que había conocido en su vida como Aiden Falken. Eris había sido su escolta durante una reunión clave entre ingenieros del Ducado meses atrás. Aunque su interacción fue breve, Aiden recordaba su profesionalismo y la intensidad de su mirada, rasgos que ahora parecían ampliados por la tensión que impregnaba la fábrica.

Eris tenía una reputación implacable. Ferviente defensora del sistema tecnocrático, creía en el orden como la única vía para la prosperidad de Obsidian Heights. Sin embargo, mientras observaba a los trabajadores, una leve inquietud cruzó su rostro. El agotamiento y la deshumanización de los obreros no podían ser ignorados, incluso por alguien tan disciplinado como ella.

Desde su posición elevada, Scarlet Mist continuó hacia la oficina sin ser detectado. Dentro, encontró los planos que buscaba: un esquema detallado de los sistemas de ensamblaje de los Centinelas. Pero antes de que pudiera descargarlos por completo, la alarma se activó. Las luces rojas parpadearon, y el ruido de botas resonó en el pasillo.

—Intruso detectado en el nivel superior. Bloqueen todas las salidas —ordenó una voz a través del sistema de altavoces. Era Eris Vex.

Scarlet Mist salió de la oficina y se lanzó hacia una pasarela elevada, evitando por poco el disparo de un guardia. Desde su posición, pudo ver cómo Eris organizaba a las fuerzas de seguridad con una eficiencia aterradora. Sin embargo, algo en su mirada reflejaba más que simple determinación; era una mezcla de duda y curiosidad.

La persecución lo llevó a una sección de la fábrica donde grandes cilindros llenos de líquido fluorescente eran cargados en vehículos. Scarlet Mist activó un dispositivo de distracción, llenando el área de humo y apagando momentáneamente las luces. Aprovechando el caos, logró escabullirse hacia un conducto de ventilación.

Eris, entretanto, recorrió el lugar afectado por el humo. Allí encontró a uno de los trabajadores, un hombre mayor con heridas evidentes causadas por una de las máquinas defectuosas. El hombre apenas podía hablar, pero sus ojos suplicaban ayuda. Eris, que hasta ese momento había seguido las órdenes sin cuestionarlas, sintió un peso inesperado en el pecho.

—¿Por qué no se ha atendido esto? —exigió saber a uno de los supervisores.

—Con respeto, señora Vex, las prioridades son claras. La producción no puede detenerse.

Las palabras del supervisor cayeron como un martillo. Mientras observaba al trabajador ser retirado sin más atenciones, las grietas en su fe inquebrantable comenzaron a formarse. "¿Estamos protegiendo a la ciudad, o estamos destruyéndola?" pensó.

Fuera de la fábrica, Scarlet Mist emergió a los callejones del Ala Helix, sus manos aún apretando los datos recuperados. Sabía que los Centinelas representaban una amenaza mayor de lo que había imaginado, pero algo en la interacción observada entre Eris y los obreros le llamó la atención. Había algo más humano en ella, algo que podría ser útil si se jugaba bien la carta.

Mientras tanto, Eris permaneció en la fábrica, su mirada fija en el suelo donde se había derramado el líquido fluorescente. Su lealtad al Ducado seguía intacta, pero por primera vez, una pregunta inquietante la perseguía: "¿Y si estamos equivocados?"




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