Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO III | Tuerca VII: Fuegos Cruzados

La lluvia caía como un manto constante sobre el Ala Umbra, amortiguando el ruido de las pisadas de Scarlet Mist y Dahlia Fogel mientras avanzaban hacia un edificio abandonado en las afueras. Era su punto de encuentro habitual, un lugar donde la clandestinidad y la precisión convergían para planificar sus próximos movimientos.

En el interior, un mapa de la base militar del Ducado donde; presuntamente, existía una célula del Filo del Ébano; estaba extendido sobre una mesa desvencijada. Scarlet Mist trazaba rutas y marcaba puntos vulnerables con una tiza roja, mientras Dahlia revisaba una lista de provisiones que necesitarían para la infiltración. La tensión entre ambos era palpable, no por desconfianza, sino por el peso de los dilemas que los enfrentaban.

—No puedes seguir atacando instalaciones sin pensar en las consecuencias —dijo Dahlia, rompiendo el silencio. Sus ojos buscaban los de Scarlet Mist, aunque estos estaban ocultos tras los lentes de su máscara.

—Las consecuencias ya están aquí —respondía él, sin apartar la vista del mapa. —Cada día que pasa sin actuar, el Filo del Ébano fortalece su control. Si no golpeamos donde duele, nunca lograremos cambiar nada.

Dahlia cruzó los brazos, su postura firme.

—Golpear donde duele no es lo mismo que destruir indiscriminadamente.

Scarlet Mist suspiró, apartándose de la mesa. Su voz bajó un tono, cargada de frustración y cansancio.

—El progreso de la humanidad no se mide por su capacidad industrial, se mide por el valor que damos a una vida, sea esta importante o no. Pero este sistema ha hecho que cada vida parezca prescindible.

Dahlia parpadeó, sorprendida por la honestidad en sus palabras. Se acercó lentamente, dejando la lista a un lado.

—Entonces, ¿cómo reconciliamos eso con lo que hacemos? Con los riesgos que tomamos.

El silencio que siguió fue pesado. Scarlet Mist se quitó los guantes, exponiendo las cicatrices en sus manos, un testimonio de los sacrificios que había hecho.

—No lo reconciliamos —admitió. —Solo seguimos adelante, esperando que al final valga la pena.

La cercanía entre ambos se intensificó. Dahlia, sintiendo una mezcla de empatía y atracción, puso una mano sobre las suyas. Sus ojos buscaron en los suyos, aunque estos permanecían ocultos tras la máscara.

—No tienes que cargar con todo solo —murmuró ella.

Scarlet Mist no respondió de inmediato, pero el gesto de Dahlia había perforado una grieta en la armadura que no era solo metálica. Finalmente, asintió, un leve movimiento que hablaba más de lo que las palabras podían expresar.

Un amanecer claro y nuboso en el Ala Helix era usual, pensaba Eris Vex quién estaba de pie frente al escritorio de Aiden Falken, su postura recta como una flecha. Había pasado semanas observando cada uno de sus movimientos, y aunque su lealtad como escolta no estaba en duda, las inconsistencias en el comportamiento de Aiden habían despertado sospechas.

—Hay algo que no me estás contando, Falken —dijo Eris, su tono neutral, pero con un filo subyacente. —He notado cómo desapareces en momentos críticos, cómo evitas ciertas conversaciones.

Aiden levantó la vista de los documentos que tenía frente a él, su expresión tranquila, aunque sus ojos revelaban una ligera tensión.

—Tienes un ojo para los detalles, Eris —admitió, inclinándose hacia atrás en su silla. —Pero no todo es lo que parece.

Eris frunció el ceño, dando un paso hacia él. Su figura proyectaba autoridad, pero también una curiosidad que no podía ocultar.

—¿Entonces qué es? Si hay algo que pone en peligro al Ducado o a ti, necesito saberlo.

Aiden se levantó lentamente, caminando hacia la ventana que daba al bullicioso Ala Helix. Las luces parpadeaban en la distancia, un recordatorio constante del sistema que él ayudaba a mantener y al mismo tiempo combatía.

—El progreso de la humanidad no se mide por su capacidad industrial, se mide por el valor que damos a una vida, sea esta importante o no —dijo en voz baja, repitiendo las mismas palabras que había dicho como Scarlet Mist. Se giró hacia Eris, su expresión más serena, aunque cargada de significado. —Recuerda eso, porque a veces lo olvidamos cuando todo se reduce a resultados.

Eris lo observó, sus ojos buscando alguna pista en su rostro. Había algo en esas palabras que resonaba con una verdad más profunda, pero también despertaba más preguntas.

—Seguiré vigilándote —dijo finalmente, aunque su tono era menos severo. Había una nota de respeto que no estaba allí antes. —Pero no solo por mi deber.

Aiden sonrió apenas, inclinando la cabeza en señal de agradecimiento.

—Es bueno saberlo, Vex.

La lluvia continuó cayendo en el Ala Umbra y el Ala Helix, como un telón que cubría las tensiones en aumento. Tanto Scarlet Mist como Aiden estaban atrapados en redes de lealtades, atracciones y filosofías que los desafiaban a cada paso. La batalla por el futuro de Obsidian Heights no solo se libraba en las calles y los salones del poder, sino también en los corazones de quienes estaban decididos a cambiar su destino.




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