Silas Karev nunca se consideró un hombre extraordinario. Había crecido en las calles del Ala Helix, en un hogar humilde donde la ingeniería no era una profesión sino una necesidad. Su padre, un reparador de maquinaria pesada, le enseñó a reconocer la simetría en el caos de los engranajes y a escuchar el ritmo de las máquinas como quien escucha un corazón latiendo. Su madre, por otro lado, le inculcó la importancia de la comunidad, recordándole que las máquinas no eran nada sin las personas que dependían de ellas.
Desde joven, Karev demostró un talento innato para resolver problemas complejos. Fue aceptado en la Academia de Ingeniería del Ducado, donde su genio lo hizo destacar rápidamente. Allí conoció a Aiden Falken, un joven ambicioso que también compartía su pasión por la tecnología. Aunque sus caminos tomaron direcciones diferentes, Karev siempre admiró la claridad de visión de Aiden. Para Karev, la ingeniería era un arte; para Falken, era un arma de cambio.
Con el tiempo, Karev subió en las filas del Ducado hasta convertirse en Jefe Ingeniero Adjunto, un puesto que le daba acceso a los secretos más oscuros del sistema. Pero ese conocimiento también lo convirtió en un hombre dividido. Cuando Alaric Thorn lo abordó por primera vez, Karev no vio en él a un villano, sino a un hombre que hablaba de justicia de una manera que resonaba con los ideales que su madre le había inculcado.
La noche que lo cambió todo, Karev había acordado reunirse nuevamente con Scarlet Mist y Dahlia Fogel en un almacén seguro del Ala Umbra. Cuando llegó, el aire en la habitación era tenso. Scarlet Mist estaba de pie junto a una mesa, revisando documentos recientes, mientras Dahlia lo observaba con atención.
—Thorn no solo busca desestabilizar al Ducado —comenzó Karev, dejando un paquete de papeles sobre la mesa—. Su verdadero objetivo es tomar control del Ala Lumen. Planea destruir los núcleos energéticos centrales y culpar al Consejo de Lores para justificar una toma de poder más directa.
Scarlet Mist levantó la vista, su voz grave resonó en la habitación.
—¿Cómo encajas tú en todo esto, Karev? ¿Por qué Thorn te confía tanto?
Karev suspiró, su mirada bajó al suelo.
—Thorn sabe que tengo acceso a los sistemas de distribución y a los códigos que diseñé. Me prometió que si colaboraba, mi familia estaría a salvo. Pero eso también significaba traicionar a Seraphine. Ella sospechó de mí desde el principio, pero mi utilidad era demasiado valiosa para descartarme.
Dahlia frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—¿Y ahora? ¿Qué te hace pensar que Thorn no te eliminará en cuanto deje de necesitarte?
Karev alzó la mirada, su rostro reflejaba una mezcla de determinación y resignación.
—Por eso estoy aquí. No puedo seguir huyendo ni protegiéndome a costa de otros. Si esto significa que mi familia estará a salvo, entonces valdrá la pena.
Horas después, Karev regresó a su hogar en el Ala Helix. Pasó tiempo observando a su esposa y sus hijos, memorizando sus rostros en caso de que esta fuera la última vez que los viera. Esa noche, escribió una carta para ellos, explicando sus decisiones y rogando su perdón.
Pero Karev nunca tuvo la oportunidad de entregar esa carta.
En las últimas horas de la noche, Scarlet Mist patrullaba el Ala Umbra, siguiendo una pista sobre actividades sospechosas. Fue entonces cuando lo encontró. Karev estaba colgado de una viga, su cuerpo inmóvil proyectaba una sombra larga y macabra bajo la luz de una farola. En su pecho había una nota clavada con un cuchillo. Scarlet Mist la arrancó con cuidado y la leyó en silencio:
"Esto es lo que ocurre con los traidores. Tu turno está cerca, Scarlet Mist."
Aunque Scarlet Mist era conocido por su frialdad, esta escena lo golpeó profundamente. Retiró el cuerpo de Karev con una delicadeza inusual, asegurándose de que no quedara expuesto a la vista de los ciudadanos que ya comenzaban a despertar.
Horas más tarde, en el Taller Escarlata, Scarlet Mist y Dahlia reflexionaban sobre lo ocurrido. Dahlia sostenía la carta que Karev había escrito para su familia, la cual había encontrado entre sus pertenencias.
—Él sabía que esto podía pasar —dijo Dahlia, con la voz quebrada. —Pero aun así, hizo lo correcto.
Scarlet Mist, que había permanecido en silencio, finalmente habló.
—Silas no era solo un informante o un traidor al sistema. En la Academia, ya mostraba signos de dualidad. Compartimos más que estudios; compartimos sueños de un mundo mejor que este.
Dahlia lo miró fijamente, sorprendida por la revelación.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó con un nudo en la garganta.
Scarlet Mist permaneció en silencio por un momento, luego se sacó el sombrero, llevó las manos a su máscara y presionó un par de botones en los costados. Vapor salió del respiradero y comenzaron a generarse pequeñas aberturas. Scarlet Mist retiró la máscara con cuidado. Cuando Dahlia vio el rostro de Aiden Falken, el Jefe Ingeniero del Ducado, su rostro se paralizó de la sorpresa y su respiración se detuvo momentáneamente.
—Esto es más grande de lo que cualquiera de nosotros puede manejar solo —dijo Aiden, su voz ahora despojada del filtro mecánico, con una tenue sonrisa en sus labios. —Necesito tu ayuda, Dahlia, ahora más que nunca. Y necesitamos que la verdad sea expuesta, sin importar el costo.
Dahlia no pudo responder de inmediato. La sorpresa y el peso de la situación la abrumaron, pero en su interior sabía que no había marcha atrás.