Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO III | Tuerca XII: La Noche de los Engranajes Rotos

El Taller Escarlata bullía con actividad mientras Aiden Falken y Dahlia Fogel revisaban los documentos dejados por Silas Karev. Sobre la mesa principal, un conjunto de mapas, esquemas y notas desordenadas mostraban los puntos críticos de la Central de Energía de Obsidian Heights, objetivo del inminente ataque del Filo del Ébano. Cada nuevo descubrimiento aumentaba la tensión en el aire.

La noche no era una cualquiera; Obsidian Heights celebraba la Vigilia de Vapor, una festividad donde las luces de carbón y los autómatas decorados llenaban las calles de un aire casi etéreo. Pero el Taller Escarlata estaba aislado de esa celebración. Aquí no había espacio para la alegría, solo para la preparación y la incertidumbre.

—Éste es el punto de entrada más probable —dijo Aiden, señalando una esquina del mapa que mostraba una entrada lateral al complejo de la Central.

Dahlia, sentada frente a él, revisaba las anotaciones de Karev con los ojos entrecerrados.

—Si Thorn y Drell atacan desde aquí —comentó ella—, podrían desactivar el sistema principal de generación en menos de una hora. Eso paralizaría a todo Obsidian Heights.

Aiden se frotó la frente, la presión de las últimas semanas pesaba sobre sus hombros. Sin embargo, al mirar a Dahlia, notó algo diferente: su determinación era inquebrantable.

—Karev creyó en nosotros —dijo Aiden, casi en un susurro. —No podemos fallarle.

Dahlia lo observó por un momento antes de acercarse. El silencio que se formó entre ellos era pesado, cargado de emociones que habían permanecido reprimidas. Lentamente, Dahlia colocó su mano sobre la de Aiden.

—No estamos solos en esto —le dijo, sus ojos buscando los de él.

Aiden, por un instante, permitió que su fachada de líder se derrumbara. El peso de las decisiones que había tomado, de las vidas que dependían de él, se disipó momentáneamente al cruzar su mirada con la de Dahlia. En sus ojos, vio una determinación que lo anclaba al presente y una vulnerabilidad que lo conectaba con su propia humanidad. Lentamente, se inclinó hacia ella, buscando algo más que consuelo: un recordatorio de que no estaba solo. Cuando sus labios se encontraron, el beso fue breve, pero cargado de emociones. En ese instante, el caos que los rodeaba quedó eclipsado por una chispa de esperanza y conexión.

La luz del amanecer iluminaba el despacho de Aiden cuando Eris Vex entró. Su porte militar era impecable, pero había una vacilación en su mirada que Aiden notó de inmediato. Cerró la puerta detrás de ella y se quedó de pie, como si reunir valor para hablar fuera una batalla en sí misma.

—Quiero ser directa —dijo Eris, finalmente—. Desde la primera vez que nos encontramos, sentí algo por ti. Pero nunca supe si eso era correspondido.

Aiden la miró con calma, el peso de su doble vida hacía que cualquier respuesta requiriera cuidado.

—Eris —dijo, eligiendo sus palabras con precisión—, veo en ti una belleza que va más allá de lo físico. Pero mi compromiso está con algo mayor.

Eris asintió, malinterpretando su respuesta como una referencia a su trabajo como Jefe Ingeniero. Aunque decepcionada, aceptó sus palabras con la disciplina que la caracterizaba.

La Central de Energía estaba bajo un cielo cubierto de humo cuando el ataque comenzó. Alaric Thorn y Viktor Drell lideraron un grupo de combatientes del Filo del Ébano en una incursión que rompió las defensas externas con explosivos. Dentro, los generadores a vapor rugían mientras los invasores avanzaban.

Lady Seraphine y Eris llegaron con refuerzos del Ducado, incluyendo una cuadrilla de Centinelas. Mientras dirigía la operación, Seraphine fijó su atención en Eris.

—Tus acciones recientes son motivo de preocupación —dijo fría y calculadora. —Eres un riesgo para la estabilidad del Ducado.

Antes de que Eris pudiera reaccionar, dos Centinelas la aprehendieron bajo las órdenes de Seraphine. Fue en ese momento que Scarlet Mist apareció desde las sombras.

—No permitiré que conviertas a Eris en otro de tus peones —dijo, enfrentándola directamente.

El enfrentamiento atrajo la atención de Thorn, quien se unía al caos. Scarlet Mist y Thorn se enfrascaron en un duelo, las chispas de sus armas iluminaban el espacio mientras el estruendo de los generadores resonaba.

En un momento decisivo, Scarlet Mist tuvo la oportunidad de terminar con Thorn. Pero retrocedió.

—Toda vida es sagrada —dijo con firmeza. —No seré yo quien te juzgue, sino la verdadera mano de la justicia.

Thorn se burló, pero antes de que pudiera reaccionar, Drell intervino, sujetando a Scarlet Mist con una fuerza brutal. Con un movimiento rápido, desenvainó el Filo del Ébano y lanzó un golpe directo al vigilante. Sin embargo, en su arrebato, el filo cortó también el costado de Thorn. Furioso y herido, Thorn empujó a Drell hacia la hoja, clavándola en su pecho con un destello de rabia y desprecio.

—Tus fallas nos han costado demasiado —espetó Thorn, dejando caer el cuerpo inerte de Drell al suelo antes de tambalearse hacia las sombras, su propio dolor apenas contenido.

Scarlet Mist, gravemente herido, fue asistido por Eris, quien aprovechó un momento de distracción en el caos del enfrentamiento. Mientras Thorn se tambaleaba debido a su herida, Eris desactivó a los Centinelas que la retenían usando un dispositivo de anulación que había logrado ocultar. Tras liberarse, corrió hacia Scarlet Mist, sujetándolo con firmeza mientras lo ayudaba a escapar. Aunque ambos lograron salir con vida, Thorn cumplió su objetivo: la Central de Energía fue destruida, dejando un rastro de humo y devastación a su paso.

Ensangrentado y debilitado, Scarlet Mist llegó al departamento de Dahlia con la ayuda de Eris. Cuando cruzaron la puerta, Dahlia se apresuró a atenderlo. Mientras realizaba primeros auxilios improvisados, Eris observó a Scarlet Mist con renovada curiosidad.




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