Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO IV | Tuerca X: El Último Movimiento

La noche en Obsidian Heights estaba en su punto más oscuro. Las lámparas de vapor apenas iluminaban las calles vacías del Ala Lumen, donde los rumores de un golpe final por parte de Lady Seraphine Lorne comenzaban a extenderse como un susurro escalofriante. En su mansión, Seraphine reunía a los últimos vestigios de su poder: un pequeño grupo de leales que compartían su desespero y ambición. Frente a ellos, con un mapa desplegado y una mirada fija, trazaba los pasos de su última jugada.

—Si el Ducado cree que pueden despojarme de mi título y mi legado sin consecuencias, están equivocados —declaró, su voz cargada de una mezcla de rabia y determinación. —Golpearemos la central de distribución de vapor en el Ala Zenith. Sin energía, la ciudad caerá en el caos, y ellos comprenderán que no se puede eliminar a Lady Seraphine tan fácilmente.

Uno de sus seguidores vaciló antes de responder.

—Mi Lady, ¿está segura de esto? Podría ser nuestro último movimiento.

Seraphine giró hacia él, su mirada helada lo hizo retroceder.

—La seguridad no importa. Solo importa que recordemos al Ducado que no pueden gobernar sin nosotros.

En las sombras, Alaric Thorn ya había descubierto los planes de Seraphine. Había seguido sus movimientos durante días, esperando el momento adecuado para actuar. Ahora, con el rencor acumulado y las piezas finalmente alineadas, el líder del Filo del Ébano sabía que había llegado el momento de confrontarla. Pero esta no era una misión para la causa; era personal.

Thorn recordaba cómo su vida había cambiado para siempre. Su familia, una vez próspera y respetada, había sido destruida cuando una operación de redistribución de recursos, aprobada por Seraphine, despojó al Ala Helix de suministros vitales durante un crudo invierno. La decisión, motivada por intereses económicos y sobornos, condenó a cientos, incluida su esposa y su hijo, a una muerte lenta y cruel. Esa tragedia había sido el catalizador que lo llevó a formar el Filo del Ébano, con el objetivo de desmantelar el sistema corrupto que permitió tal injusticia.

Cuando irrumpió en la mansión de Seraphine, sus pasos resonaron en los pasillos vacíos. Seraphine se giró hacia él al escuchar el sonido de la puerta principal cerrándose con fuerza. Por un momento, su calma habitual flaqueó.

—Alaric —dijo, componiendo rápidamente su expresión. —¿Has venido a negociar?

—No —respondía Thorn, con una voz baja y letal. —He venido por justicia.

El enfrentamiento verbal que siguió fue tan intenso como cualquier batalla. Thorn expuso cada detalle de la corrupción de Seraphine, culminando en la tragedia de su familia. Seraphine intentó justificarse, alegando que las decisiones políticas siempre traen costos, pero cada palabra solo avivaba más la furia de Thorn.

—Tus decisiones costaron vidas —dijo Thorn, avanzando hacia ella. —Mi familia, mis hijos... ¡Eran personas, no daños colaterales!

Antes de que Seraphine pudiera responder, Thorn desenvainó el Filo del Ébano, una espada que simbolizaba su lucha contra el Ducado. En un movimiento cargado de tensión, la alzó contra ella.

—Esto no es venganza —afirmó. —Es justicia.

Cuando el filo atravesó el corazón de Seraphine, su rostro mostró una mezcla de sorpresa y resignación. Cayó al suelo, mientras el eco de su caída resonaba por la mansión vacía.

Minutos después, Scarlet Mist, Dahlia, y Eris llegaron a la escena, alertados por los rumores de la actividad en la mansión. Encontraron a Thorn de pie sobre el cadáver de Seraphine, su mirada perdida en el vacío. Dahlia fue la primera en hablar.

—¿Qué has hecho?

Thorn no respondió de inmediato. Lentamente giró hacia ellos, y lo que comenzó como un intercambio de palabras escaló rápidamente a un enfrentamiento. Scarlet Mist y Thorn se enfrascaron en una lucha feroz, donde cada golpe llevaba el peso de sus convicciones opuestas. Aiden, debilitado por su brazo herido, luchaba por mantener el ritmo, mientras Thorn mostraba una fuerza impulsada por su rabia y dolor.

En un momento crítico, ambos quedaron gravemente heridos. Scarlet Mist cayó de rodillas, jadeando, mientras Thorn también se tambaleaba, su sangre goteando sobre el piso de mármol. Aiden observó el Filo del Ébano, ahora ensangrentado, como un símbolo tangible del ciclo interminable de violencia que ambos representaban.

—¡Mírate! —dijo Aiden con voz entrecortada, levantando la mirada hacia Thorn. —Esta arma... esta espada... ¿Crees que trae justicia? Es un recordatorio de lo que hemos perdido. Pero no más.

Reuniendo sus últimas fuerzas, Scarlet Mist se alzó y, con un golpe preciso, partió el Filo del Ébano en dos. El eco del metal roto llenó la habitación, mientras Thorn retrocedía, su expresión oscilando entre furia y un atisbo de vacío.

—La justicia no se encuentra en armas, Thorn —afirmó Aiden con un tono grave. —Se encuentra en lo que elegimos construir, no destruir.

Thorn, tambaleándose, dejó caer sus brazos a los lados. Su mirada cargada de odio se suavizó brevemente, antes de endurecerse una vez más.

—Tú hablas de justicia, pero estás tan atrapado como yo. Scarlet Mist no es un hombre; es una idea, y las ideas también matan.

Aiden abrió la boca para responder, pero en ese momento, las luces de la mansión parpadearon y se apagaron abruptamente. Un zumbido profundo llenó el aire cuando la energía de Obsidian Heights colapsó en todo el Ala Zenith. El silencio que siguió fue tan opresivo como la oscuridad.

—Esto no ha terminado —murmuró Thorn antes de tambalearse hacia una salida lateral, desapareciendo en la penumbra.

Aiden también cayó al suelo, su brazo herido incapaz de sostenerlo por más tiempo. Eris se apresuró a su lado, intentando levantarlo.

—Aiden, no puedes seguir así —dijo, su voz cargada de urgencia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.