El Consejo de Lores estaba en sesión extraordinaria. La sala principal, con su arquitectura imponente de columnas de bronce y candelabros a vapor, estaba llena de un aire de tensión. Los asientos habitualmente ocupados por los lores ahora tambaleaban bajo la carga de su posición, mientras el resto del Ducado observaba con una mezcla de expectación y escepticismo. Las revelaciones sobre Lady Seraphine y su corrupción habían desatado una tormenta que no podía ser contenida.
Eris Vex entró al recinto, sus botas resonando en el suelo de mármol. Aunque su figura era imponente, su expresión revelaba una mezcla de determinación y agotamiento. En sus manos llevaba un paquete de documentos que representaría un punto de inflexión en la historia del Consejo. Había trabajado durante semanas recopilando pruebas, algunas obtenidas directamente de los restos del Filo del Ébano, otras provenientes de testigos dispuestos a hablar después de la caída de Seraphine.
Lord Caelan Rivault fue el primero en dirigirse a los lores presentes.
—Miembros del Consejo —comenzó, su voz resonante y firme. —Hoy nos reunimos para enfrentar las verdades que durante demasiado tiempo han sido ignoradas. Los crímenes de Lady Seraphine Lorne y aquellos que la apoyaron han sido desenterrados, y es nuestro deber, como guardianes de esta ciudad, tomar las decisiones correctas.
Eris avanzó y depositó los documentos sobre una mesa central. A su lado, Lord Alistair Vaughn asintió con aprobación.
—Estas pruebas —continuó Alistair, tomando un documento al azar—, incluyen transferencias de fondos ilegales, despojos de recursos en el Ala Helix y aprobaciones de medidas que condenaron a miles. Este Consejo fue utilizado como herramienta para el beneficio personal, y ahora debemos demostrar que somos más grandes que las sombras que nos persiguen.
Los lores presentes intercambiaron miradas. Algunos asentían lentamente, mientras que otros, que habían sido cómplices de Seraphine, evitaban los ojos de Alistair. La presión en la sala era palpable.
Desde la galería pública, Dahlia Vogel observaba con atención. Había llevado a Gregor Stannard un borrador del artículo que planeaba publicar esa noche en La Voz del Vapor, asegurándose de que cada palabra reflejara la gravedad de lo que estaba en juego. El editorial no solo expondría los crímenes de Seraphine, sino también el papel del Consejo en permitir su ascenso al poder.
Cuando el debate comenzó, se hizo evidente que la oposición estaba perdiendo terreno. Caelan y Alistair, con una mezcla de diplomacia y firmeza, confrontaron a cada uno de los lores sospechosos, desmantelando sus defensas con las pruebas aportadas por Eris.
—¿Niega haber firmado este acuerdo, Lord Percival? —preguntó Caelan, levantando un documento firmado con el sello del acusado.
Lord Percival se levantó de su asiento, ajustando nerviosamente las mangas de su túnica mientras miraba el documento.
—Mi Lord Rivault, creo que hay una falta de contexto en este documento. Las decisiones que tomé fueron... necesarias dadas las circunstancias de aquel momento. La redistribución de recursos fue aprobada por consenso, y si hubo beneficios secundarios... bueno, eso es algo que ocurre en cualquier sistema complejo.
—¿Beneficios secundarios? —interrumpió Alistair, su tono gélido cortando el aire. —¿Se refiere usted a los sobornos que recibió para facilitar esos movimientos? ¿O a las vidas que se perdieron debido a su "necesaria" redistribución?
Percival se removió incómodo, pero intentó mantener su compostura.
—No puedo controlar cómo ciertos sectores interpretan nuestras acciones. Siempre habrá quienes sufran en tiempos de transición. Pero sugiero que no perdamos de vista el panorama general: estas decisiones garantizaron estabilidad para el resto de Obsidian Heights.
Un murmullo de indignación recorrió la sala. Caelan aprovechó el momento y avanzó un paso hacia Percival.
—¿Estabilidad? —replicó, su voz cargada de incredulidad. —Dígaselo a las familias del Ala Helix que murieron de hambre durante ese invierno. Dígaselo a los trabajadores que perdieron sus hogares porque usted consideró "necesario" redirigir fondos hacia proyectos que beneficiaban a sus propios intereses.
Percival abrió la boca para responder, pero los murmullos en la sala ya se habían convertido en un clamor de desaprobación. Tragó saliva, incapaz de formular una respuesta coherente. Su intento de justificarse se había convertido en su condena.
Pronto, esas voces se apagaron cuando Alistair levantó una mano.
—Señores, no se trata solo de exponer la corrupción. Se trata de mostrar que este Consejo tiene la capacidad de rectificar y reconstruir. No podemos permitir que los errores del pasado definan nuestro futuro.
Mientras tanto, en la redacción de La Voz del Vapor, Gregor revisaba el artículo final de Dahlia. Su mirada, aunque cansada, brillaba con determinación.
—Éste es el tipo de periodismo que transforma sociedades —dijo Gregor, entregándole el documento firmado a un mensajero para su impresión. —Asegúrate de que llegue a cada rincón de esta ciudad.
Dahlia observó cómo el mensajero desaparecía por la puerta antes de volver su atención a Gregor.
—¿Realmente crees que esto hará una diferencia? —preguntó, su voz cargada de esperanza y duda al mismo tiempo.
Gregor se reclinó en su silla, su rostro endurecido por los años de enfrentarse a sistemas corruptos, pero sus ojos brillaban con una chispa inquebrantable.
—La verdad siempre hace una diferencia, Dahlia, aunque no siempre de la forma que esperamos. Este artículo puede no cambiar el mundo de inmediato, pero será el comienzo de algo. La gente necesita saber que no está sola, que hay quienes luchan por ellos.
Dahlia asintió, pero su expresión seguía cargada de preocupación.