Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

ARCO V | Tuerca V: El Legado del Ingeniero

El amanecer iluminaba tenuemente el Taller Escarlata, pero Aiden Falken ya llevaba horas trabajando. Rodeado de mapas, esquemas y dispositivos aún en fase de prueba, el antiguo Scarlet Mist ajustaba con precisión los componentes de un pequeño dron de vigilancia. La luz del vapor chisporroteaba sobre las superficies metálicas, acompasando el ritmo de sus pensamientos. Eris Vex, ahora portando la nueva servoarmadura, observaba desde la entrada, su figura proyectando una sombra alargada en el suelo del taller.

—Esto es mucho más de lo que imaginé —dijo Eris, rompiendo el silencio mientras inspeccionaba uno de los mapas detallados que cubrían una pared entera. —Redes de informantes, puntos de abastecimiento, hasta rutas de escape. Has pensado en todo.

Aiden se giró, con una pequeña sonrisa cansada. —Cuando decidí ser Scarlet Mist, sabía que el combate directo no duraría para siempre. Cada golpe que damos necesita una base. Esto es esa base.

Eris caminó hacia él, dejando que su mirada recorriera el taller. Había algo imponente en el nivel de organización que Aiden había alcanzado, pero también algo melancólico. —A veces pienso que nunca dormiste, que siempre estabas planeando esto.

—Dormir es un lujo cuando sabes que cada minuto perdido puede costarle la vida a alguien —respondó Aiden, su voz cargada de la gravedad de sus palabras. Luego levantó el pequeño autómata, semejante a un gorrión, que había estado ensamblando y lo activó. La máquina zumbó suavemente antes de elevarse en el aire, su lente rojo centelleando como un ojo vigilante.

Eris observó al armatoste con curiosidad, pero también con algo de aprehensión. —¿Esto también es parte del plan?

—Es una extensión de lo que Scarlet Mist representa —dijo Aiden. —No siempre estarás en todas partes, pero eso no significa que no podamos ver lo que ocurre. La vigilancia es parte del juego, pero también lo es proteger a quienes no pueden protegerse.

Eris asintió, pero su expresión era de duda. Aiden, notándolo, dejó el pequeño gorrión mecánico a un lado y cruzó los brazos.

—¿Qué pasa?

—Es solo que... esto es mucho más grande de lo que pensé —admitió Eris. —Ser Scarlet Mist no es solo pelear contra los corruptos. Es liderar una revolución silenciosa. Eso da miedo.

Aiden colocó una mano en su hombro, su mirada fija en la de ella. —Ese miedo significa que entiendes lo que está en juego. Pero también significa que estás lista. Scarlet Mist no es solo un luchador. Es un arquitecto de esperanza. Y tú eres eso ahora.

Mientras Eris se marchaba para una patrulla, Aiden se quedó en el taller, contemplando uno de los primeros planos que había diseñado para su servoarmadura original. Las marcas del tiempo en el papel le trajeron recuerdos de sus inicios, de los días en que decidía si dar el primer paso hacia las sombras.

El flashback lo llevó a una noche lluviosa en el Ala Nexus, cuando Obsidian Heights era un caos. La corrupción se sentía como una niebla densa, y los ciudadanos habían perdido toda esperanza. En aquel entonces, Aiden no tenía aliados ni un plan definido, solo la determinación de hacer algo.

Con su servoarmadura rudimentaria y una capa que apenas podía mantener el peso del agua, Aiden se enfrentó a un grupo de matones que extorsionaban a un comerciante en un callejón oscuro del Ala Nexus. La lluvia caía en torrentes, entorpeciendo su visión y haciéndole dudar de cada paso que daba. Cada movimiento de los matones parecía una amenaza descomunal; cada error, un golpe seguro contra su armadura improvisada.

A pesar de sus limitaciones, Aiden cargó hacia adelante, sintiendo cómo la adrenalina combatía su miedo. Su servoarmadura se quejaba con chasquidos metálicos cada vez que esquivaba o lanzaba un golpe, pero no se detuvo. Un puñetazo acertado lo tambaleó momentáneamente, recordándole cuán frágil era tanto su diseño como su propia capacidad para enfrentar esa lucha. Sin embargo, la imagen del comerciante aterrorizado lo empujó a seguir.

Cuando el último matón cayó al suelo, jadeando y tambaleándose para escapar, Aiden se permitió un breve respiro. La lluvia seguía golpeándolo con furia, pero ahora también limpiaba la sangre y el sudor de su rostro. No era una victoria perfecta, pero para Aiden, representó mucho más que un triunfo físico: era la confirmación de que podía marcar una diferencia, incluso en las circunstancias más adversas. Ese momento, aunque pequeño, encendió una chispa en la ciudad y en él mismo.

De regreso en el presente, Aiden cerró los ojos y dejó escapar un suspiro profundo. Había recorrido un largo camino desde esa noche. Ahora, su lucha no era solo física, sino también estratégica. Y mientras miraba la servoarmadura terminada de Eris, supo que había llegado el momento de dejar el frente de batalla para convertirse en algo más.

Horas después, Aiden se reunió con Dahlia en el taller. Ella llegó con un bloc de notas lleno de artículos en proceso y una mirada inquisitiva.

—Eris me dijo que estás oficializando tu transición a "El Ingeniero" —comentó, tomando asiento cerca de él.

Aiden, con una sonrisa cansada, asintió. —Dije que iba a ser "un ingeniero", no "El Ingeniero". Pero, es lo correcto. No puedo seguir en las calles, pero eso no significa que deje de luchar. Mi lucha simplemente cambiará de forma.

Dahlia ladeó la cabeza, su expresión entre la admiración y la preocupación. —¿Nunca has considerado, aunque sea por un momento, detenerte? Dejar que otros lleven esta carga, Aiden. Has hecho más que suficiente.

Aiden soltó una breve risa sin humor. —Cada vez que pienso en detenerme, recuerdo las noches en el Ala Nexus, cuando nadie hacía nada y yo tampoco. Me dije que nunca volvería a ser ese hombre. Ahora, no puedo simplemente cerrar los ojos ante lo que ocurre, aunque no sea yo quien lleve la capa.

Dahlia tomó asiento más cerca, dejando su bloc de notas a un lado. —Pero hay algo más, ¿verdad? No es solo la ciudad. Esto también se trata de ti, de lo que crees que debes hacer para redimirte.




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