La sala de redacción de La Voz del Vapor estaba más animada que nunca. Gregor Stannard, aún caminando con la ayuda de un bastón tras el atentado que casi le costó la vida, supervisaba a su equipo con una mezcla de autoridad y orgullo. Los tintes del vapor de las prensas llenaban el aire, acompañando el ritmo constante del trabajo. Dahlia Fogel, en su escritorio, repasaba los borradores de los artículos que marcarían una nueva era para el periódico.
—Nunca imaginé que viviría para ver algo así, Dahlia —dijo Gregor, apoyándose en el bastón mientras observaba las nuevas ediciones impresas. —Becas de periodismo, financiadas por el Consejo y por Aiden.
Dahlia levantó la vista con una sonrisa. —Es un sueño hecho realidad, Gregor. Pero también una gran responsabilidad. Si queremos que esto funcione, necesitamos asegurarnos de que estas becas lleguen a los sectores que más lo necesitan.
Gregor asintió, su mirada seria pero alentadora. —Tienes razón. La educación es la clave para el cambio, y La Voz del Vapor siempre ha sido más que un periódico. Es una herramienta para iluminar las sombras de esta ciudad. Pero recuerda, Dahlia, la luz también atrae a quienes quieren apagarla.
Dahlia tomó nota de esas palabras mientras comenzaba a esbozar un plan para lanzar una campaña de divulgación educativa. Sabía que no sería fácil enfrentar los prejuicios y las barreras sociales que imperaban en Obsidian Heights, pero también sabía que tenía el apoyo de personas clave.
Esa noche, Dahlia encontró a Aiden en el Taller Escarlata. El lugar estaba menos caótico que de costumbre, con varios de los mapas y esquemas ya archivados en estanterías. Aiden trabajaba en un dispositivo compacto, pero al ver a Dahlia entrar, dejó lo que estaba haciendo y sonrió.
—Debiste haberme avisado que venías —dijo, dejando sus herramientas a un lado.
—Quise sorprenderte —respondó ella, cruzando los brazos mientras sonreía también. —Necesitaba un descanso de la redacción y pensar que el famoso Ingeniero podría ofrecerme algo de paz.
Aiden se río suavemente y se acercó a ella. —¿Y qué tal si el Ingeniero también necesita algo de paz?
Dahlia lo miró con intensidad, notando el cansancio en sus ojos. Sin decir una palabra, tomó su mano y lo guió hacia una de las mesas vacías del taller. Ambos se sentaron, y por un momento, el silencio llenó el espacio.
—A veces pienso que nunca dejamos de luchar, incluso cuando tenemos momentos como este —dijo Dahlia finalmente.
Aiden asintió. —Es porque no podemos. La lucha es lo que nos define, pero también es lo que nos mantiene humanos.
—Pero también somos algo más que esa lucha, Aiden —replicó ella, tomando ambas manos entre las suyas. —Somos las personas que eligen seguir adelante a pesar de todo. Somos los que crean algo nuevo de las ruinas.
Aiden la observó, sintiendo la profundidad de sus palabras. Luego, con suavidad, se inclinó hacia ella, y ambos compartieron un beso que no necesitó explicaciones ni palabras adicionales. Era un momento de conexión pura, de entendimiento mutuo.
Días después, La Voz del Vapor publicó un especial dedicado a Silas Karev, anunciando oficialmente las becas que llevarían su nombre. Las reacciones no se hicieron esperar. Los ciudadanos del Ala Umbra y otros sectores desfavorecidos comenzaron a postularse, mientras los lores más progresistas del Consejo ofrecían su apoyo público a la iniciativa.
Gregor, desde su despacho, miraba con satisfacción el impacto del especial. Dahlia, a su lado, revisaba las cartas de aplicación que llegaban en cantidades abrumadoras.
—Esto es solo el principio, Dahlia —dijo Gregor, su voz firme pero esperanzadora. —Estamos viendo el nacimiento de una nueva generación de voces que cambiarán esta ciudad para siempre.
—Y nosotros seremos quienes les demos el primer impulso —respondió Dahlia, con determinación en los ojos. Sabía que el camino a seguir estaría lleno de retos, pero también sabía que estaba lista para enfrentarlos.
Dahlia sabía lo que esto significaba: un tributo digno para Silas Karev. Recordó las noches en que Aiden, Silas y ella trabajaron incansablemente para desenmascarar la corrupción y devolverle a Obsidian Heights la esperanza que tanto necesitaba. Silas había sido un hombre atrapado entre lealtades y sacrificios, pero su contribución no se había perdido en el caos; su nombre ahora simbolizaba un futuro que no sería olvidado.
Mientras revisaba una de las cartas de aplicación, pensó en cómo el trabajo conjunto de Gregor, Aiden y Eris había demostrado que el cambio era posible, incluso en una ciudad que parecía estar al borde del colapso. Cada uno había aportado algo único: la mente analítica de Aiden, la valentía de Eris y la persistencia de Gregor. Ahora, su labor se entrelazaba con el poder de las palabras que ella misma ayudaba a difundir. La Voz del Vapor no solo era un periódico; era una llama que encendía la conciencia de la ciudad.
—Esto no es solo el principio —susurró para sí misma, dejando la carta a un lado. Miró hacia Gregor, quien ahora escribía con una calma que ocultaba su constante dolor, y sintió una oleada de gratitud. Estaban construyendo algo duradero, algo que incluso Silas habría aprobado con orgullo