Construcciones Paralelas - Libro I - Obsidian Heights

Tuerca VIII: El Nuevo Orden

La sala principal del Consejo de Lores estaba llena de una mezcla de expectativa y tensión. Por primera vez en décadas, las voces que resonaban en las paredes de mármol y acero reflejaban algo más que disputas de poder: representaban el primer intento real de transformar el sistema político de Obsidian Heights.

Lord Caelan Rivault, con su porte elegante pero resuelto, se levantó para tomar la palabra. Su voz era firme, pero su tono reflejaba la seriedad del momento. A su lado, Lord Alistair Vaughn, quien había recuperado gran parte de su prestigio tras años operando en las sombras, asentía en silencio, brindando apoyo implícito.

—Damas y caballeros del Consejo —comenzó Caelan—, hoy nos encontramos en un momento crítico de nuestra historia. Hemos visto cómo el autoritarismo y la corrupción llevaron a nuestra ciudad al borde del colapso. Lady Seraphine y sus aliados abusaron de sus posiciones para consolidar su poder a expensas de los ciudadanos. Es hora de que eso cambie.

El murmullo que recorrió la sala era tanto de acuerdo como de escepticismo. Los lores más progresistas asintieron, mientras que algunos de los conservadores más antiguos se removían inquietos en sus asientos.

Alistair tomó la palabra, su tono calmado pero cargado de autoridad. —Durante años observé desde las sombras, viendo cómo el Consejo traicionaba los principios sobre los cuales fue fundado. La tragedia que vivimos no puede repetirse, y eso comienza aquí, con nosotros. Propongo que adoptemos un nuevo sistema consular, en el cual el poder sea compartido entre este Consejo y el Jefe Ingeniero, para garantizar la transparencia y la responsabilidad.

Un silencio cayó sobre la sala, roto solo por los murmullos de sorpresa. Este tipo de reforma era inaudita en Obsidian Heights, una ciudad acostumbrada a que el poder estuviera concentrado en unas pocas manos.

Mientras tanto, Aiden Falken observaba la escena desde una esquina de la sala, su presencia más discreta que la de los lores pero no menos importante. Como Jefe Ingeniero, su papel había sido crucial en la reconstrucción de la ciudad tras los desastres causados por el Filo del Ébano y la administración de Seraphine.

Cuando Caelan hizo un gesto para que tomara la palabra, Aiden avanzó hacia el centro. Su figura, aunque sencilla, irradiaba la autoridad que solo podía otorgar el respeto ganado a través del trabajo duro y la integridad.

—No soy político —dijo, comenzando con humildad—, pero como Jefe Ingeniero, he visto de primera mano el impacto que nuestras decisiones tienen en las vidas de los ciudadanos. Proyectos como la reparación del sistema de vapor y la rehabilitación del Ala Umbra no son solo iniciativas de infraestructura; son pasos hacia la dignidad y la equidad.

Los lores escuchaban con atención. Aiden continuó: —Pero no podemos detenernos ahí. Propongo que este nuevo sistema consular incluya una junta de ciudadanos elegidos por los sectores más desfavorecidos, para garantizar que sus voces sean escuchadas en nuestras decisiones. Obsidian Heights debe ser una ciudad para todos.

Tras horas de debate, el Consejo votó abrumadoramente a favor de las reformas propuestas por Caelan, Alistair y Aiden. El nuevo sistema consular fue formalizado, dividiendo el poder entre el Consejo de Lores y el Jefe Ingeniero, con mecanismos claros de rendición de cuentas y participación ciudadana.

Los primeros proyectos bajo este nuevo sistema se centraron en las Alas más desfavorecidas. Caelan y Aiden colaboraron estrechamente para diseñar planes de urbanización que incluyeran viviendas accesibles, escuelas y sistemas de transporte eficientes. La Voz del Vapor documentó cada paso, destacando los avances pero también señalando áreas donde se necesitaba mejorar.

Dahlia Fogel, ahora editora en jefe del periódico, escribió un editorial que resonó en toda la ciudad: “Estamos viendo el amanecer de un nuevo Obsidian Heights. Pero el cambio no depende solo de sus líderes. Depende de nosotros, los ciudadanos, exigir transparencia, justicia y progreso.

En el Taller Escarlata, Aiden trabajaba incansablemente en nuevos diseños para sistemas de vapor más sostenibles. Eris Vex, quien había regresado de una misión como Scarlet Mist, lo observaba desde la entrada.

—¿No descansas nunca? —preguntó, con una sonrisa.

Aiden se giró, sonriendo también. —El descanso es un lujo que esta ciudad no puede permitirse, no mientras haya tanto por hacer.

Eris cruzó los brazos, mirándolo con detenimiento. —La ciudad no es la única que necesita reconstrucción. Tú también.

Aiden soltó una risa leve. —Quizá. Pero eso vendrá después. Por ahora, tenemos un sistema que demostrar que puede funcionar. Y tú tienes un papel clave en eso, Scarlet Mist.

Eris asintió, sabiendo que su papel como vigilante también estaba evolucionando. Scarlet Mist ya no era solo un símbolo de resistencia; ahora era un puente entre la justicia en las calles y las reformas en los salones de poder.

La transición hacia el nuevo sistema no fue sencilla. Hubo resistencias y retrocesos, pero también hubo avances significativos. Bajo el liderazgo conjunto de Caelan, Alistair y Aiden, Obsidian Heights comenzó a transformarse en una ciudad donde la inclusión y la equidad no eran solo ideales, sino realidades palpables.

En una reunión final para celebrar los avances, Gregor Stannard, desde su rol como presidente de La Voz del Vapor, propuso un brindis:

—Por los que lucharon, por los que cayeron y por los que continúan. Que Obsidian Heights sea siempre una ciudad de esperanza.

Las copas se alzaron, y por un momento, el futuro pareció brillar con una intensidad que había estado ausente durante demasiado tiempo. Aiden, Eris y Dahlia se miraron, sabiendo que, aunque la batalla estaba lejos de terminar, habían dado un paso crucial hacia un mañana mejor.




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