Contando con el diablo

Capitulo 8

A la mañana siguiente al despertar, recordó con claridad lo sucedido y sin pensar en hacer mención o darle importancia se dirigió al trabajo.
Al llegar a su inmensa rutina miró a Susana y recordó el escrito que no tenía ninguna intención de leer, ni siquiera recordaba dónde lo había dejado.
—Buen día Susana.—Dijo muy serio—¿Qué tenemos de trabajo hoy?
—Será un día tranquilo señor, la reunión de las 12 se canceló y no hay pendientes.
—Muy bien, estaré en la oficina.
Era evidente su mal humor, incluso más que en otros días.
Se encerró en su oficina meditando más que otras cosas, el suceso con el policía y el sentirse vigilado por él, sin motivo.
—Rin, rin, rin…
El teléfono sonaba y sonaba ahora con mucha más frecuencia y durante todo el día. Colgaba y descolgaba pero nadie respondía lo que hizo aumentar su enojo.
—¡Susana!—Gritó con furia.—¡Ven ahora mismo!
—¿Qué sucede señor?—Entró rápidamente y con una voz asustada.
—Este teléfono me está enloqueciendo, todos los días suena y nadie responde.—En sus ojos podía verse un profundo enojo.—Necesito que alguien revise la línea inmediatamente.
Susana lo miró desorientada pero le respondió con cortesía.
—De inmediato llamaré a alguien, ¿Necesita algo más?
—Nada gracias, saldré un rato.
Se fue muy enojado, el estrés por esta situación lo estaba consumiendo. Era evidente que no podía seguir pasándolo por alto, eran demasiadas casualidades, había llegado el momento de analizar y ponerle una solución.
Al atardecer se dirigió a su casa pero esta vez con el proceso psicológico que alguien lo seguía por todos lados.
Veía una camioneta negra cada vez que miraba atrás, sin importar que se metiera por retornos o que regresara en alguna calle.
Esto no le impidió poner el rumbo fijo a su casa.
Justo cuando abría la puerta, el teléfono comenzó a sonar y esto le ocasionó un estrés inmediato. Se acercó para responder pero pasaba lo mismo que en la oficina. Esto se repitió por tercera ocasión y decidió dejarlo descolgado.
El temblor en sus manos reflejaba su profundo nerviosismo y aumentó cuando escuchó que la ventana de su habitación azotaba constantemente lo que provocó que derramara un vaso él mismo. Se sintió tan frustrado que casi quería llamar a la policía, pero dada su mala experiencia decidió no hacerlo.
A los pocos minutos, como si el destino lo quisiera o si él lo llamara con la mente, el oficial Héctor tocó su puerta.
—Buenas noches señor Isaac, ¿Puedo pasar?
—Si, entre oficial.—Le dió un saludo más cordial que en la última ocasión.
—Como le había avisado, estuve recorriendo la colonia para ver si alguien se metía a su casa.—Continuó mientras caminaba y recogía del piso el vaso roto que había quedado ahí.—Yo no pude ver nada pero los vecinos siguen recibiendo llamadas y empezaron a vigilar si usted venía temprano.
Empezó a subir las escaleras, sin duda algo buscaba.
—¿Busca algo oficial?—Intentaba detenerlo pues sentía que invadía su privacidad.
—Estoy observando su casa, es muy bella, muy grande…ideal para que habite más de una persona.—Lo miró fijamente como era su costumbre.—O esconder a alguien.
—Le dije que vivo solo aquí y solo estoy por las noches.—Lo alcanzó en las escaleras.—¿Por qué no me cree?
—Los vecinos aseguran,—lo tomó de los brazos mostrando un poco de autoridad—que otra persona entró aquí en repetidas ocasiones.
—¿Cómo dice?—Preguntó sorprendido y enojado.—Pues si lo hizo debe ser un ladrón.
—Entró aquí con llaves como si viviera aquí.
Isaac se quedó desconcertado, no sabía cómo reaccionar ante aquello, la situación era grave y sin duda las llamadas también las recibía él.
—Puede acompañarme y ver los videos donde la persona entra. Así podrá verlo usted mismo.
—¡Retírese de mi casa!—Le decía mientras lo aventaba a la puerta agarrándolo del brazo.
—¿Vamos a hacer este juego otra vez señor?—Respondió Héctor un poco calmado, era como un sabueso olfateando que estaba próximo a resolver el caso y acorralar a su víctima.—Cada que hay algo que no puede explicar usted simplemente me corre.
—Usted no me está ayudando, me está culpando.—Le contestó con una voz a punto de doblarse.—Salga de aquí.
—No me iré sin las respuestas.—Lo tomó también del brazo para imponer que era más fuerte.—¡Confiese, ya está hundido!
En ese instante los dos escucharon como se cerraba la ventana de la habitación.
Corrieron hacia arriba y al llegar vieron la ventana abierta, siendo esta del tamaño ideal para que alguien saliera de ahí. Se asomaron pero no vieron a nadie correr por las calles.
—¿Seguirá negando su complicidad y acciones?—Quería imponerse psicológicamente.—No complique más esto y le irá mejor.
Pero Isaac no podįa hablar, solo mostraba una mirada desconcertante, no tenía idea de lo que pasaba.
—¡Acompáñeme a la delegación!
Ordenaba Héctor, pero Isaac seguía en shock y al no ver respuesta el policía lo jaló para llevárselo.
En esos momentos Isaac decidió poner resistencia.
—Déjeme tranquilo, yo no sé nada.
Logró zafarse de los brazos policiacos y se hizo para atrás. Héctor lo persiguió hasta tomarlo de nuevo y aprisionarlo en el barandal. El forcejeo seguía cuando escucharon que alguien tocaba la puerta y esa distracción hizo que Isaac diera la vuelta aventado al policía.
Sin buscarlo, este cayó del barandal hasta el primer piso estrellándose en la mesa de cristal que estaba abajo provocando un gran impacto y un inmenso ruido.
Isaac se llevó las manos a la cabeza mientras observaba lo que había hecho, la puerta seguía sonando llenándolo de más presión a cada instante.
Bajó las escaleras y con gran terror corroboró que Héctor no mostraba signos vitales. La desesperación se apoderó de él y dirigiéndose a la puerta intentó salir para correr alejándose de ahí.
Al abrir la puerta pretendía no detenerse pensando que los refuerzos del policía habían llegado. Con gran sorpresa se detuvo por la persona que estaba afuera y que reconoció de inmediato.
—¡Susana!, ¿Qué haces aquí?
Preguntó con una voz temblorosa a su secretaria quien estaba en su casa sin ningún motivo aparente.
Sin que la invitara decidió pasar.
—Vine porque sentí que me necesitabas—Dijo muy tranquila.—Mírate, parece que te han asustado.
Él no pudo más y sintiendo en ese momento un gran refugio en ella se recostó en su hombro, la abrazo y llorando le dijo.
—¡No puedo más!
Él cayó enfrente de mí, el teléfono, la ventana… no se que me pasa.
Después de unos momentos de desahogo, recapacitó lo que dijo y pensó que Susana estaba aterrada por lo que le contaba pero ella parecía muy tranquila y no se veía afectada al ver al policía tirado. Al contrario, se acercó a él, tomó una servilleta y tocó su garganta para comprobar que no tenía signos vitales.
—Tranquilo, te voy ayudar.—Lo miró mientras acariciaba sus brazos—¿Conoces algún lugar donde podamos dejar el cadáver?
Isaac sintió mucho alivio con esta palabras y trató de pensar rápidamente
—Tengo un rancho que está deshabitado cerca de la carretera a Puebla.
—Entonces ayúdame a subir el cadáver con cuidado a mi carro.—Pidió Susana mientras lo cubría con una sábana blanca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.