Contando con el diablo

Capitulo 36

El científico regresó a su habitación para tomar su maletín, uno negro y muy pesado. Se sentó mientras sacaba unos cálculos: masa, la habitación, hora, entre otras cosas que le quitaron 15 minutos de tiempo para lograrlo.
Al finalizar mostró una ligera sonrisa y se dispuso a regresar al segundo piso para visitar la habitación del esposo abusador.
Al llegar, se acercó lentamente para escuchar detrás de la puerta. Había ruido de televisión y movimiento ligero en la cama lo cual le indicaba que él seguía ahí y la esposa no había regresado.
Con un seguro abrió la perilla de la puerta y lanzó algo cerrando de inmediato la misma.
Espero no más de 10 segundos para bajar tranquilamente a la recepción.
Se encontró con otro trabajador que recién llegaba.
—Buenas noches joven.
—Buenas noches señor ¿En que le puedo ayudar?
—Desde que me hospedé aquí miré que hay un grupo de vagabundos que inundan las calles fuera de aquí.
—¡Oh señor!—Respondió inquieto.—No debe preocuparse solo están de paso, jamás se meten en el hotel ni tampoco tema por su seguridad al salir, le aseguro que dentro y fuera esta usted protegido.
—No me preocupa eso.—Respondió muy serio.
—¿Entonces señor?, si es por el mal aspectos ellos se irán muy pronto ya se han levantado varias quejas por esta cuestión y la delegación debe responder tarde o temprano.
—Tampoco es eso, permítame hablar.—Le dijo ya un poco más serio.—Sucede que necesito saber si conoces donde se agrupan, para encontrarlos, a uno en específico que se ganó mi atención y quiero darle un obsequio.
—¡Entiendo!—Expresaba el recepcionista.—Usted busca hacer una obra de caridad…Muy buena idea si me lo permite expresar.
—¿Les piden como característica para trabajar aquí hablar demasiado?
—No señor, usted disculpe.—Le respondió muy apenado.
—¿Me puede ayudar a encontrarlo?
—Creo que si.—Dijo más tímido.—Ellos suelen reunirse en la calle Obregón cerca de la iglesia a dos cuadras de aquí. Salga y a mano derecha los encontrará.
—Que sencillo, muchas gracias.
—Por nada señor, ¡Buen día!
Óscar salió sin retraso y siguió las indicaciones. Caminó rápidamente las 2 cuadras hasta encontrar la calle y ver la iglesia. Mantuvo su distancia para no ser ubicado o llamar la atención. Se sentó en una banca no con la mejor vista panorámica pero si para pasar desapercibido.
Buscaba con dificultad para reconocer al vagabundo asesino y a los demás.
Tardó 20 minutos hasta que por fin lo vió. Esta vez no con menos disciplina que cuando lo vió en la calle al asesinar al otro. Se paseaba por la baqueta sin pudor orinando por todos lados y mostrando sus órganos sexuales. Los demás le reclamaban y a otros solo les valía sus acciones.
Cuando terminó su espectáculo, nuevamente intentó pelear con alguien, esta vez con una mujer que estaba acostada en el piso tapada con una cobija.
—¿Qué haces en mi lugar?—Le dió una patada.—¡Párate de ahí!
—Dejame en paz. Este es lugar de todos.—Decía la mujer mientras se acomodaba de nuevo.—Largate tú, nadie te quiere.
—Esta es mi banqueta… ¡Fuera!—Ahora la intentaba levantar a la fuerza para quitarla.—¡Me debes respeto!
La mujer casi era desplazada hasta que dos de sus compañeros la ayudaron quitándole al agresor.
—¡Ya déjala, ¡Vete para allá!
El vagabundo agresor no pudo más que obedecer y se aisló gritando maldiciones y mentadas a todos.
Se acostó en una banqueta a la siguiente esquina y de ahí no se movió por un rato.
Oscar, contemplando esto, dio la vuelta a la calle para no ser visto y llegar a esa otra esquina.
En el transcurso continuaba haciendo sus cálculos. Esta vez a plena calle, sin duda eran diferentes.
Cuando terminó se colocó cerca pero no al grado de ser detectado y nuevamente lanzó algo hacia el vagabundo dormido. Se alejó después de hacerlo y ahí se quedó a mirar los efectos.
El vagabundo despertó como si lo hubieran asustado, se movía incontrolablemente por todos lados gritando de dolor. Atrajo la atención de los demás vagabundos y algunos se alejaron, pero uno más lo agarró para ayudarlo.
Todo ocurrió tan rápido, el cuerpo se iba desintegrando al grado de que no quedaba más que polvo en el piso.
Fue un gran impacto para todos, habían visto muchas cosas pero sin duda esto era nuevo. Ver a alguien convertirse en polvo en segundos, eran imágenes muy fuertes.
—¡Ayuda!, ¡Ayuda!—¡Gritaba el vagabundo que intentó ayudar a la reciente víctima y lo había tocado —¿Qué me pasa?—Él estaba teniendo los mismos síntomas que el recién caído. Poco a poco se desvanecía hasta quedar convertido en polvo, mismo que el viento no tardó en dispersar.
Obviamente Óscar no lo había planeado así pero ahora sabía por esa experiencia empírica lo que ocurría al contacto con una víctima recién dañada. Lo anotó al igual que todo lo observado en esos momentos.
—Tal y como se esperaban los efectos.—Decía ahora si con una gran sonrisa en su rostro.—Soy un genio, este es el poder que buscaba, con esto el cambio será posible.—Caminó rápidamente por la calle.—Pero necesito un último experimento y ese lugar masivo me servirá.
Puso rumbo a los locales donde arreglaban celulares y habían sido tan abusivas con la anciana.
Caminó ya con mucha emoción, el efecto por el resiente poder adquirido también estaba haciendo efecto en él a pasos agigantados. Los egos que en él se descubrieron eran muy peligrosos en alguien con sus sentimientos.
Al llegar al lugar se plantó firme y seguro, intentó reconocer al del primer puesto que incluso lo había retado con palabras. Lo encontró y se acercó a su puesto. Preguntó por un producto mientras derramaba por debajo sin que se dieran cuenta lo mismo que en las ocasiones pasadas.
Inmediatamente se fue y lo arrojó en cada puesto que pasaba, haciéndolo en círculos hasta que todo el lugar quedó plagado. Los vendedores se dieron cuenta pero fue tan rápido que no pudieron reaccionar, ni siquiera se dieron cuenta de los efectos que enseguida aparecerían. Solo pudieron escuchar al hombre de abrigo café decir estas palabras —Todos aquí deben ser castigados por sus abusos con las demás personas, ustedes no han sido seleccionados para la nueva era del mundo.
Cada uno de los vendedores empezaron a desvanecerse sin saber que les pasaba, primero unos pero en segundos otros se convertían en tierra que se quedaba en el piso sin poder contar su anécdota.
Después de esto Óscar regresó al hotel satisfecho por su trabajo. Entró y observó en la recepción a la mujer de blanco nuevamente llorando ahora con el chico que atendía ahí.
—Es una locura, no sé qué sucedió.
Esta vez gran parte de los que ahí se hospedaban estaban auxiliando y escuchando lo que había pasado.
—¿Qué sucede?—Oscar entraba en su papel de desconcierto.
—¡Mi esposo desapareció! Apareció un monto de tierra en la cama donde él estaba.
—Tranquila, quizá se fue, tengo entendido que había un problema con su pago y las infidelidades.
—Nadie lo vimos salir señor.—Se unía el recepcionista.—Los teníamos vigilados. De hecho, por el asunto de su deuda.—Señaló el monitor.—Revisando que la cámara no ha pasado por aquí, mi compañero revisará el video de su pasillo para ver si salió de la habitación, necesitamos hacerlo antes que llegue la policía.
Óscar se inquietó, con todos sus cálculos nunca consideró el ser grabado arrojando su creación.
—Usted debió ver algo, dígame.—Decía la mujer a Oscar.—Estuvo ahí cuando yo salí y me susurró algo raro.
—Le dije unas palabras de consuelo, es todo.—Se puso más nervioso.—Escuché como la golpeó—Se acercó a ella—Tenía motivos para esto ¿no?
Ante las miradas de los demás que se volvían muy intensas, la señora se puso pálida.
—Yo no hice nada.
Oscar le pidió que lo acompañara a un punto donde nadie lo oyera.
—Tome esto como una acción divina para sus males, le recomiendo mejor que se vaya y pida que no llamen a la policía. Si su esposo está muerto usted será la principal sospechosa y mostrarán los vídeos de como era maltratada.—Le puso las manos en sus hombros.—Le recomiendo no que diga más. Pague la cuenta y diga que su esposo se fue.
La señora se desconcertó mucho por la palabras de Óscar, no sabía si tomarle literal el que Dios le quitara ese peso de encima. Por un momento evaluó las cargas y las cosas malas que vivía a su lado pero al fin era libre, sin gritos, sin deudas, sin nadie que le reclamara, y lo mejor es que sería libre así de fácil solo pagando lo que de todas formas tenía que pagar.
No lo pensó más y se dirigió a la recepción.
—Falsa alarma joven.—Le comunicó secando el llanto de sus ojos y tratando de sonreír.—Me acaba de llamar, dijo que se fue muy aprisa. En estos momentos voy a liquidar mi deuda con ustedes, ya no es necesario que lo busquen en las cámaras, está bien.
El recepcionista con la misma alegría que lo caracterizaba le pasó la cuenta y después la cobró. Comentó a sus compañeros, entre burlas, que detuvieran todo, seguramente el marido se había ido con otra pero que la cuenta ya estaba pagada.
El hotel y sus inquilinos volvieron a la normalidad y tranquilidad. El cuarto 202 fue limpiado, la tierra fue lanzada a la basura y nadie más habló del tema nunca sobre el obscuro secreto que ahí estaba naciendo.
Óscar, desde su habitación podía ver como la señora cumplió lo que le dijo y salió del hotel libre pero desconcertada. Él había iniciado su plan con éxito y ahora una sonrisa macabra se asomaba en sus labios.




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