Contienda De Amor (lord Vengativo) || Trilogia Prohibido #3

II PARTE 1

“Paso a paso, en donde el sentir se va materializando.

La fingida tranquilidad, que dura un parpadeo, porque la guerra es abiertamente declarada por el enemigo, que resulta ser un cobarde peligroso, el cual martiriza los sentidos con su mera remembranza.

Miedo, que es reemplazado por la impotencia.

Objetividad, que queda relegada cuando el deseo se antepone, ya que las ganas de obtener la obsesión son mucho más fuertes que entender, que lo que se anhela, nunca será.

Decisiones que, aunque se saben que son incorrectas ya resulta demasiado tarde, para si quiera vacilar en rectificar.

Las consecuencias, a las que se restan importancia, puesto que, el pensamiento se invade de un solo objetivo.

Ella.

Porque si no es suya, no se la cederá a nadie”.

 

✧♚✧

 

(Paris – Francia)

Beaumont – Louestault.

Castillo de Beaumont.

Agosto de 1807.

 

Por fin habían llegado a casa.

tras tantos meses de ausencia, pese a que no se sentía como un hogar.

Las paredes resguardaban recuerdos, a la par de secretos que, si bien le pertenecían a su familia y le llenaban de melancolía el pecho, no podía simplemente apreciarse a gusto cuando la mujer a su lado se advertía visiblemente incómoda, observando con presteza la entrada de la propiedad.

Sin contar con el viaje, que fue una completa pesadilla.

No había tenido la oportunidad de disfrutar una conversación decente, con la que se hacía llamar su mujer.

Ella no lo ignoraba, por el contrario, se veía más que dispuesta a compartir una plática amena con su persona, pero solo en el ámbito superficial, que girase entorno a sus retoños, y de su relación nada.

La completa nulidad.

Frustrándolo, pese a que no dejaría sus intentos de lado, aunque a veces tenerla tan cerca era un suplicio, cuando su piel lo llamaba a gritos.

No abonándole nada el hecho de que apenas pisaron tierras inglesas, en donde pasaron un par de días antes de emprender rumbo a Francia, la gaceta fue con lo primero con lo que se toparon, aparte de las habladurías poco disimuladas hacia sus entidades, y cómo no ser ese el caso, si el encabezado de todos los diarios era concluyente:

«La década de engaños que rodea al Ducado de Beaumont»

Junto con una breve reseña, de lo que escondían las páginas siguientes:

«Una esposa y dos hijos, que de bastardos no poseen ni el apellido»  

Con eso se asumía, que lo que diría no sería nada bueno.

A él le importó, pese a que a Luisa le pareció poco trascendental.

Ojeando el periódico como entretención, y tras un suspiro lo dejó de lado para regalarle una sonrisa a Bette, e ir a ayudarle a alistar para descansar de la travesía, seguida de Thierry que, al haberle asignado la habitación, se introdujo a esta sin darle espacio a dialogar.

Dejándolo con la sensación de vacío poco reconfortante.

Puesto que su pasividad le sabía amarga.

Ese silencio que lo desquiciaba.

Sus miradas vacías.

La negación erradicada de su sistema.

Aceptando todo con sumisión.

Rindiéndose ante cada imposición, ajustándose a sus requerimientos.

No siendo específicamente lo que deseaba de su entidad.

Desvaneciéndose de apoco la mujer guerrera de la que se enamoró.

Mas bien, reteniéndola para no ocasionar falsas expectativas, pese a que comprendía que entre los dos ya nada tenía vuelta atrás, ese amor los acompañaría por el resto de la eternidad.

Suspiró con pesadez cuando la mujer a su lado se advertía visiblemente ansiosa, observando con presteza la entrada de la propiedad.

Como si residiese esperando algo en concreto, mientras reconocía a todas las personas que desde ese momento le servirían.

Estando Agnes y Frida presentes, las cuales se vieron envueltas por los afectos de Babette cuando también las distinguió a la par de Thierry, que mucho más calmo las agasajó con sus formas, saludándoles como si fueran unas damas de sociedad respetadas, lográndolas ruborizar.

 También apreció cuando se tensó al distinguir a Pierre entre los lacayos, el cual la admiraba sin parpadear, como si entre ellos existiesen cuentas por saldar.

Pero todo pasó a segundo plano, cuando sin siquiera pretender dar un paso, llegó la verdadera calamidad.




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