Contienda De Amor (lord Vengativo) || Trilogia Prohibido #3

XIV PARTE 2

“Planes.

La única manera de sobrevivir a la guerra.

Instrucciones que dan armas para destruir a lo que debería ser, según sus indicios, la entidad a proteger.

 Los enfrentamientos.

Ese careo, que daría las respuestas a la par de la liberación requerida para poder soltar el sentir que se reprime.

Todo centrando en un solo fin, ese que los implicados desconocían.

Porque en el rey negro nunca se debió confiar.

No cuando el juego siempre lo había manejado a su antojo, y de la noche a la mañana cedía su poder.

Escondiéndolo con compensaciones, que a la larga no servirían de nada.

Ya que, en este juego siempre hubo un objetivo, y ese era culminar con lo preciado del dueño de lo oscuro.

Cuando ni el mismo se ha podido liquidar”.

 

✧♚✧

 

(Londres – Inglaterra)

Lincoln House.

Abril de 1808…

 

Se sentía fuera de lugar.

No sabía qué hacía ahí.

La vestimenta le sofocaba, al punto de quitarse con desagrado el ridículo pañuelo para tirarlo sin ver donde fue a parar.

La piel le picaba a causa de la tela.

Las botas le apretaban al no estar acostumbrado a usar unas tan estilizadas.

Hasta un tic nervioso se había desarrollado en su ojo, cuando pasó el tiempo suficiente como para sentirse desesperando en ese salón, que olía a despotismo y frialdad.

Las manos le sudaban, y dejar de caminar por la estancia era imposible.

Ni hablar del trago brindado.

Pues, sin importar que resultaba ser el más caro del mercado, no le cambiaba el sabor a orín, que le hacía escupirlo, después de mucha instrucción, con disimulo.

En definitiva, estaba que mandaba todo al carajo, regresando al lugar del que no debió salir.

El no pertenecía a ese mundo.

Lo único que quería era volver sus pasos, y retornar al averno.

Ese lugar que se convirtió en su refugio.

Aquel que podía llamar hogar, pese a los secretos que guardaba.

Sin embargo, la frase de la reina hacia su persona, la primera vez que se enfrentaron tras años de no toparse, continuaba rondando en su mente.

«Recuerda que eres Roger de Borja, un Borja. Y nosotros, así no hayamos sido criados para reinar en nuestra sangre corre el instinto de soberano, no de lacayo»

No obstante, aunque resultaba importante darles la cara a sus nulos recuerdos en cuanto a familia se tratase, no dejaba de sentirse asqueado.

Era una aberración.

El producto de una impensable relación, que no tenía ni pies ni cabeza.

Y lo peor del caso, es que debía apreciarlos lo bastante cerca como para fastidiarle su presencia.

Se hallaban en el mismo lugar, pero separados. Gozando de una velada que definitivamente estaba por mandar al diablo.

Suspiró con pesadez, reaccionando de forma agresiva por acto reflejo cuando sintió que posaban una mano en su hombro intentando llamar su atención.

Los nervios los tenía alterados, y por eso, es que sin cavilarlo demasiado tomó la mano y giró el brazo hasta inmovilizar al sujeto en cuestión, sacándole un quejido cuando le torció la extremidad en su espalda, a nada de quebrársela.

—¡Tú ganas! —aulló intentando soltarse sin éxito —. Soy amigo —bufó con incredulidad — ¿Quién te ha hecho tanto daño como para que quieras desquitarlo con este ser alado? —volvió a lloriquear, logrando que lo soltase, empujándolo lejos de él, consiguiendo que estuviese en una de las sillas, con el rostro pegado a donde iban las posaderas.

La estancia quedó en un silencio denso, que segundos después fue envuelto por un corrillo de carcajadas, recordándole que no estaban solos.

Que, para su desgracia se encontraban rodeados de los amigos del dueño de todo lo que veía.

Y el realizador de aquella velada, que albergaba una cantidad insana de personas viviendo del que dirán y del prójimo fuera de esas puertas que los resguardaban.

Estos se hallaban divirtiéndose en grande con la paliza improvisada que le había dado a Berwin Spinster, Conde le Lincoln, no pudiéndose retener ni siquiera el más serio del grupo, y eso que James Smith, Marques de Londonderry, se jactaba por ser el sensato y conciliador del grupo, pero en ese instante no se apreciaba nada presto al puesto.

Solo gozaba con el sufrimiento del escoces, que se sobaba el área afectaba, como si con su musculatura y fuerza bruta, no pudiese soportar semejante ataque.




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