Contienda De Amor (lord Vengativo) || Trilogia Prohibido #3

XXI PARTE 3

“Huele a final.

Las fichas del tablero se estan moviendo a la par de extinguiendo.

Porque las batallas finales en diferentes partidas se estan librando, y los vencedores se estan alzando.

Quedando solo como escenario el jaque mate final.

Ese que pone a cada uno en el lugar que siempre debió estar.

Dejando sabores amargos y nuevos inicios.

Los indicados al no ser manejados.

Permitiendo que todo fluya sin las influencias de terceros, solo quedando por saldar viejas heridas que solo requerirán de tiempo para sanar, o en el peor de los casos olvidar, pues no merecen la pena seguir desgatando sentir y energías en algo que nunca sucederá.

Y así en ese orden recuperar las vidas perdidas que por la guerra se marchitaron, rescatando lo poco salvable para reescribir un futuro.

Esperando que las lágrimas amargas no sean las protagonistas.

No de nuevo”.

 

✧♚✧

 

Babette Palace…

 

Definitivamente ese no era el mejor día de su existencia.

¿Cómo carajos una segundona la tenía contra las cuerdas?

Porque por muy ciega y oxidada que estuviera, Lady Eunice de Borja, la culebra Borja era demasiado superior en comparación a las habilidades que poseía la que se hacía llamar su hermana, meramente por un asunto de genes compartidos.

Es que, a duras penas advertía el asunto y no lo podía creer.

Cuando inició su día supo que algo ocurriría aparte de lo de Francisco, pero no sabía que Eloísa tomaría un poco de valentía que no portaba en el cuerpo e intentaría someterla sola.

Bueno, si lo sobre analizaba eso no era del todo cierto.

Estaba Alejandro, quien inconscientemente le ayudaba, porque no hacía nada para frenarla.

No lo veía, pero sentía su esencia y solo la miraba desde uno de los extremos de la sala amarrado de pies y manos de manera metafórica.

Siempre fue un blando, y pese a que intentó hacerle entrar en razón con respecto a su pequeña y dulce hermana, que también era su punto de quiebre, y creyó que lo había logrado, eso le reafirmaba que había sido una ilusa, porque otro en su lugar le estaría atacando o como poco distrayéndola para que ella pudiera detenerla. No obstante, este solo estaba ahí, a duras penas respirando.

Francisco debió dejar que su padre lo corrigiera, sería un tirano, pero por lo menos no tendría la cabeza tan jodida como para dejar que Eloísa lo manejara con su mera presencia.

Pero, tenía que recapitular.

Regresar sus pasos, porque si no, no comprendería como es que llegó a tener la daga que le entregó Luisa a centímetros de cortar su cuello.

Un «solo pasó» sería una excelente definición, pero en su familia ni mucho menos ella apelaba al margen de error, si no con su deficiencia hace mucho no habitaría la tierra.

Tenía un aliado, alguien que le informaba sus pasos.

Claramente Pierre y eso explicaba la desaparición de Agnes, la nana de los hijos de Adrien para ponerlo en un grado de presión.

Básico, pero certero.

Y si seguía por ese hilo de ideas podía llegar a concluir unas cuantas mal desarrolladas en su cabeza, en especial el movimiento que se advertía desde hace unos días que no era habitual, desde el terreno colindante, pero no le daba demasiada importancia entendiendo que era gente de su odiada sobrina.

Por el momento no siendo un peligro, teniendo en cuenta que había un acuerdo de cese en sus acciones en cuanto a dañarse mutuamente al tener un enemigo en común.

Tragó grueso, mientras se relamía los labios sedienta, en el proceso sintiendo como la piel de su cuello ardía al hacer que el filo del artefacto rozara con más contundencia el área.

Llevaban horas en aquello, comenzando en los terrenos colindantes con los de su sobrina, en donde con Alejandro estaba dando un paseo, y podría defenderse a la hora de decir que todo había pasado en un parpadeo, pero lo cierto es que la situación anduvo con paso de tortuga, y se dejó.

Así de sencillo.

Necesitaba ver hasta qué consecuencias llegaba, pero tardaba en demasía y eso la estaba impacientando.

Ser la victima nunca le había sentado.

Hizo un sonido con su boca recostando la cabeza en el mueble al que amablemente la tiraron, apreciando la sombra de Eloísa cerca de su rostro.

Obligándola a respirar su asqueroso aroma, haciendo que una mueca constante de desagrado viviera en su faz.

Logrando que cantara triunfo antes de tiempo, y lo decía de esa manera porque la vida le había enseñado que el que pega primero, no era precisamente el que repetía.




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