HAY UN CAP ANTES...
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“Hay un punto en que los cuentos de hadas exponen la trama que conlleva al desenlace.
Los personajes principales no se percatan del suceso determinante, porque el corazón duele, poniendo en primer lugar a la lógica, sin querer sucumbir al órgano vital que traiciona, porque este no permite cavilar con racionalidad.
Y ahí, es donde entra en juego un ser más astuto, que cansado de vivir en un hechizo que parece imposible de disolver, rompe el silencio.
Gritando lo que un alma adolorida y ciega no ve, haciéndola entender que nuevamente se ha equivocado.
Pero, esta vez ha sido de manera más determinante, porque no está en juego solo una simple partida, si no el tablero definitivo.
Sangre.
Lágrimas, y un conjunto de sensaciones se libran cuando no se llega a tiempo.
Cuando por pensar teniendo de base el dolor, no se puede cavilar la razón real del actuar.
Pues el egoísmo también primar en un corazón puro.
Ese que queda expectante, porque se siente destrozado al ver el ser querido a un gramo de perderlo.
Volviendo el todo o nada insignificante, cuando no se conforma con perder habiendo con anterioridad ganado, y se siente adicto con lo que ha logrado.
Porque la reina presa del hechizo siempre lo ha tenido en la palma de su mano.
Y el rey encantado anhela su final de cuento, sin un desenlace desgarrador.
Cuando por mucho, han perseguido ese felices para siempre llenos de ilusión”.
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Babette Palace.
28 de diciembre de 1808…
Los días se habían pasado en un parpadeo.
Y la cuota femenina de la descendencia Allard Borja, seguía sin entender porque su padre no estaba contento.
Si bien era cierto, que comprendía la gravedad de la situación que estaban viviendo, porque no era la misma niña crédula que se tenía entretenida con historias de encantos y finales de hechizos.
Continuaba pensando de manera romántica, que sus padres tenían todo para un final de cuento.
Que ellos podían salir ilesos de la maldad de Adrien Allard, que seguía sin poder verlo como un abuelo.
¿Ese monstruo de verdad era el padre de su Rey?
En cuanto al último, ¿Por qué no dejó hablar a su reina?
Ella le iba mostrar algo importante.
Le iba a comunicar lo mejor que les había pasado en mucho tiempo, y el simplemente la hizo llorar.
Abandonándola, sin importarle que también Thi, se quedase para contenerla.
Suspiró de manera sonora, mientras se terminaba de adecentar por su cuenta con la ropa que había hurtado de su hermano, pues no le gustaba en demasía los vestidos pomposos que le tocaba ponerse si solo iba a estar por casa.
Suerte que era más alta que el promedio, y las calzas ni la camisa le quedaban tan holgadas.
Se calzó las botas que, si eran de su adquisición al ser un regalo de su padre, y se recogió el largo cabello negro en un chongo que dejaba al descubierto su rostro.
Cuando hubo terminado su labor, la puerta de la estancia sonó con dos sutiles toques.
Arrugó la frente entrecerrando los ojos sin entender quien a esas horas la quería abordar.
Su abuelo no era de buscarle si ella no iniciaba el intercambio, como queriéndole dar su espacio.
Su padre estaba enclaustrado en las cuatro paredes de la habitación que le asignaron o a veces en el despacho, solo teniendo comunicación con el tío Cristóbal, el detestable de Lord Bristol, y un par de hombres que estaban al cuidado de la propiedad.
El tío Alejandro ni siquiera la había alzado a mirar cuando se reencontraron, y la tía Eunice le daba escalofríos.
Su primo-tío Roger, era de los pocos que estaba al pendiente de ella, pero no solía interceptarle en su habitación.
Su tío Javier, siempre la esperaba en la mesa para desayunar, y aún faltaba una hora para que eso ocurriera.
Y ni hablar de su abuela Céline, no sabía lo que le pasaba, pero prefería estar lejos de ella si lo único que hacía era hablar mal de su reina, y de la supuesta traición que ejerció al revelarle a su padre que estaba viva.
Era aún joven, pero no tonta, y por eso la evitaba para no ponerse a la par que ella, porque le debía respeto.
Al no intuir quien podría ser, se dirigió a la puerta con curiosidad y algo de recelo, quedando sin aliento cuando se topó con la sonrisa del rubio de ojos claros que era amigo de su padre.
—Princ… —su lengua no podía traicionarla en esos momentos —. Lord Loaiza —agradeció no tartamudear.
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Editado: 17.02.2023