Contigo (#2 Argentinas)

CAPÍTULO 1

- Dale Freddie, vamos, nos vamos a divertir. Hace tiempo que te pido que salgamos a algún lugar a beber algo y no consigo que tu me invites, así que ahora que soy yo la que te invito, espero que no me digas que no.

Alfredo, Freddie para los amigos, era un hombre joven, cursando su último año en la universidad y al cual no le faltaban chicas guapas que le rondaban a toda hora. El gran problema de Freddie era su personalidad tímida y retraída, el cual limitaba el número de amistades con las que interactuaba.

Las mujeres, para él, eran un tema del cual no le gustaba mucho hablar, ni siquiera con el único amigo que tenía, Lautaro. Éste siempre lo regañaba por no prestarles atención. “Taro”, como él le decía, no podía entender la traba que suponía para él dirigirle la palabra a una mujer, y ésta que tenía en ese momento delante de él, había sido tan insistente en sus acercamientos, sin aceptar un “no me interesa” por respuesta, que tan solo por sacársela de encima estaba dispuesto a aceptar la invitación.

La chica era bella, pero era precisamente su insistencia hacia él, rayando casi en la psicopatía según su percepción, lo que no le gustaba de ella y lo ponía más tenso y nervioso.

- Está bien, Marina, solo por esta vez. Pero te advierto que será la única. “Solo espero no arrepentirme”, pensó para sí.

 

Fue así que Freddie y Marina se encontraron a las 20 hrs. en el Pub que ella había escogido para poder charlar y escuchar música en vivo, esa noche, por boca de una estrella local llamada Natalia.

Marina estaba ilusionada con lograr darle un vuelco al corazón de Freddie y hacer que se fijara en ella de una buena vez. Pensó que compartir con él, fuera del campus universitario, podría crear el ambiente propicio para que el romance fluyera. Ella lo había estado amando en silencio por mucho tiempo y cruzaba los dedos para que aquella noche la suerte estuviera a su favor.

Nunca creyó que aquella noche, sin querer, no solo no conseguiría su objetivo, sino que hiciera que el interés de Alfredo se dirigiera precisamente a la mujer que estaba entonando una romántica balada con su hermosa y arrolladora voz.

Fue cuestión de que Alfredo fijara sus ojos en ella apenas entraron en aquel lugar para que se sintiera absolutamente perdido. No supo qué fuerza de la naturaleza obró en su cuerpo y en su alma que tan solo le bastó un segundo para saberse enamorado.

Jamás había creído en el amor a primera vista, pero esa mujer, “Natalia”, se coló bajo su piel en ese mismo instante y su voz se ancló en su corazón deseando que no dejara jamás de cantar ……de cantarle a él, porque Freddie sentía que aquella dulce melodía estaba dirigida a él.

Ella nunca lo vio observarla con tal fascinación, pero sí Marina, quien, al ver el rostro de bobo enamorado de Freddie, simplemente tomó su bolso y sin siquiera despedirse se levantó de su asiento con los ojos llenos de lágrimas y se marchó de allí sintiéndose completamente humillada y sobrepasada por la desilusión.

Freddie ni siquiera lo notó. Se quedó allí pidiendo un vaso tras otro de cerveza y armándose de valor por primera vez en su vida para acercarse a una completa desconocida y hablarle. No tenía idea qué iba a decirle, pero sabía que esa mujer era la mujer de su vida y no se iría de aquel lugar sin haber conseguido, como mínimo, que ella se fijara en él.

 

El show terminó y el terror se apoderó de él. De nada le sirvió todo el alcohol que bebió porque cuando llegó el momento de levantarse de su silla e ir tras ella antes de que desapareciera por detrás del escenario, no pudo hacerlo y simplemente se quedó allí, en medio de un ataque de pánico e hiperventilando, agradeciendo que la penumbra del lugar y la música que se oía a niveles demasiado altos para su gusto, no lo delataran ante el resto de personas que también la había oído cantar.

Trató de calmarse recurriendo a ejercicios de respiración que siempre le eran útiles cuando le ocurría alguna crisis de ese estilo. Esta vez, como en las anteriores, fueron su salvación.

Ya había dado por perdida la noche. Después de pagar su consumo exagerado de licor, salió del lugar sin saber cómo aún estaba sobrio. Se sentía derrotado y estúpido por haber haberse dejado vencer una vez más por la timidez. Haría falta un milagro si alguna vez volvía a verla. Pero él no era de aquellos a los que los milagros le acontecían. ¿O sí?



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En el texto hay: amor no correspondido, romance

Editado: 24.04.2021

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