Contigo (#2 Argentinas)

CAPÍTULO 2

Caminó con el alma desolada pensando que quizás no volvería a ver a Natalia, cuando de repente la ve salir por la puerta trasera del Pub. Ella no lo vio, otra vez, pero ambos sí vieron cómo un par de borrachos se acercaban peligrosamente a ella cortándole el paso y tratando de sobrepasarse con un vocabulario bastante obsceno.

Alfredo no lo pensó dos veces y se acercó velozmente a donde ella y empujando al par de beodos, se abrió paso y la sacó de allí ante el reclamo incoherente de ellos.

Natalia estaba asustada y agitada después de haber corrido por un par de cuadras de la mano de Freddie. No sabía si estaba más asustada por lo que había estado a punto de sucederle o por estar siendo llevada por un completo desconocido que le aprisionaba la mano con posesión.

Una vez que se detuvieron, Alfredo, aún con el corazón en la mano del susto y la adrenalina fluyendo por todo su cuerpo, se giró lentamente hasta encontrarse con el rostro de la mujer que había robado su cordura.

- Lo ……siento. Yo …...- Le soltó la mano cuando ella lo miró con temor. - …...solo estaba …… - De los nervios Alfredo solo atinaba a refregarse las manos, que para ese momento ya no sostenían las de Natalia.

- Lo sé, no te preocupes. Te agradezco lo que hiciste por mí. Estaba muy asustada cuando ese par de borrachos apareció de repente, aunque no es la primera vez. Cada vez que hago algún show, no faltan los impertinentes que se las quieren dar de listos al final de éste.

- Alfredo. Me llamo Alfredo. -Natalia lo quedó mirando con extrañeza. Alfredo no supo por qué se presentó cuando ella ni siquiera le había preguntado su nombre. Los nervios se lo estaban comiendo y ella lo notó. Le pareció encantador verlo sonrojarse, así que devolvió aquella muestra de inquietud con una suave sonrisa.

- Natalia, mucho gusto. – Ella le estiró la mano y Freddie tímidamente la tomó.

- ¿Quieres que te acompañe hasta tu casa? – Le dijo sin saber cómo aquel atrevimiento salió de su boca sin pensar.

Natalia sopesó la situación y llegó a la conclusión que aquel hombre que la había protegido de seres indeseables no podía ser peligroso. Algo le decía que él era de los buenos, así que solo asintiendo con su cabeza se lo permitió.

Caminaron lentamente por las calles y Freddie ni supo por donde andaban. Él solo se sentía en las nubes por haber tenido la oportunidad de conocerla. Creía estar caminando por el mismísimo cielo acompañado de un hermoso ángel de cabellos dorados.

Hablaron de todo y de nada. Como nunca Alfredo se explayó en sus palabras, sacando aliento de donde no lo tenía para lograr un cierto grado de intimidad que le permitiera acercarse nuevamente a ella.

- ¿Puedo ir a verte cantar otra vez? – le preguntó con temor.

- Por supuesto. Toco allí cada viernes por la noche. Siéntete libre de ir cuando quieras.

 

Y así lo hizo.

Cada viernes acudía sin falta para verla cantar. La esperaba hasta que el show terminaba y caminaban juntos hasta la casa de ella, según se excusaba él, para que nada malo le sucediera.

Una amistad creció entre ellos. No había coqueteo, ni seducción, ni nada que diera a entender que había o podría haber algo más que una linda amistad.

En realidad, para Natalia, Alfredo solo era eso, un amigo. Ella hacía tiempo que había entregado su corazón a un hombre que le correspondía y con el cual tenía planes futuros.

Sin embargo, para Alfredo la cosa era distinta. Lo cierto era que su timidez le impedía dar un paso más. Moría de amor por ella y no sabía que hacer para cambiar el estatus de su relación.

Hablar con Taro le había servido para aclarar su mente. Si no quería perderla, debía atreverse, debía jugar la partida, debía contarle sus sentimientos y rogar para que ella sintiera lo mismo.

¡Lo haría! En el próximo encuentro, se juró que lo haría.




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