—¡Eres una desgracia para esta familia! ¿Cómo pudiste cometer tan infamia? Drogar a un hombre, acostarte con él ¡Maldita sea, es el prometido de tu propia prima! —la reprimenda retumbó por toda la sala de la casa.
Nada puede ser tan injusto como lo que le está pasando ahora. Ailén nerviosa tomó el mechón negro de su cabello rebelde que cae sobre su frente, y lo colocó detrás de su oreja, evitando la mirada fría y el semblante severo de quien está frente suyo.
Su padre la acusó de infame, de ser una vergüenza para los Villanueva y dejar mal parado a todos. Su madre la acusó de ser una cualquiera, que ella desgastó su vida por darle la misma educación de sus hermanas mayores, pero que resultó ser solo una puta barata que no dudo en drogar a un hombre comprometido y meterlo a su cama….
Sí. Eso había pasado, había entregado su virginidad a alguien que no estaba en sus sietes sentidos, pero Ailén era igual de victima que aquel hombre, Andrés Almendares. Su antes amigo y el prometido de su prima, Laura.
Lo conoció un día por casualidad en el jardín de la escuela, cuando él se escondía debajo de un árbol, intentando curar sus heridas por sí solo. Tal vez la descripción de Ailén de decirle que parecía un animal lamiendo sus propias heridas no hubiera sido grato para cualquiera, pero a Andrés le gustó su sinceridad. Solía estar acostumbrado a que todos, incluso en la escuela, lo alabaran exageradamente solo por ser el único hijo de la familia Almendares, una de las más poderosas y cuyas fortunas es la más grande del país.
En cambio, esa muchacha de mirada transparente podía ser tan sincera que no le importaba decirle cosas que pudieran molestarlo. Para Andrés, la prima de su prometida, le pareció ser un verdadero cofre de un tesoro. Ella representaba una amistad pura como nunca la había tenido antes, alguien que no le importaba quien fuera él, porque incluso al principio, durante los primeros meses no tenía idea de quien era, ni siquiera sabía demasiado de su familia. A diferencia de todos los otros quienes se acercaba a él por el interés de ser parte de futuros socios de las compañías de su familia, o tener lazos que les resultaran beneficiosos solo por llevarse bien con él único heredero de los Almendares.
Ailén era como el pequeño paraíso para huir de todo y todos. Sin embargo, ella por más que quiso evitarlo terminó enamorándose, en forma unilateral, del prometido de su prima Laura. Desde un principio sabía que eso no debería ser, ellos estaban comprometidos desde niños, pero fue imposible no sentirse atraída hacia la única persona, que, a pesar de su actitud fría y poco empática, la trataba bien.
Ailén nunca se ha sentido querida por su familia. Su padre nunca fue muy cariñoso, miraba a sus hijas como fracasos de no tener un primogénito varón, y por ello culpaba a su mujer, la que además descargaba su frustración sobre sus hijas. Más aun en la menor. Ailén prefería anotarse en todos los talleres escolares solo por estar afuera de su casa, aunque no era buena para sociabilizar, y se puede decir que su único amigo, su único escape, era la compañía de Andrés.
Por eso ambos decidieron inscribirse en la misma universidad. Pensaban seguir manteniendo su amistad de la escuela. Y aunque a Ailén le tortura la idea de saber que cada vez más se acerca la fecha del compromiso matrimonial de Andrés, no fue capaz de cortar su amistad. Lo ama, lo amaba más bien dicho, porque a pesar de que siempre supo que lo suyo era unilateral, nunca se esperó que Andrés dudará a la primera ocasión en ella. Ni siquiera se cuestionó su inocencia. Tantos años de amistad no valieron nada para creer en su palabra.
Aun no se explica que pasó ese día ¿Cómo terminó en la cama con Andrés? No recordaba siquiera como llegó a ese hotel con él. Su último recuerdo es haber participado de la fiesta a los novatos en la entrada de la universidad, solo bebió un poco de cerveza y de la nada apareció en la cama de su hasta entonces amigo. Con la entrepierna mojada en fluidos que no eran suyos, y ambos desnudos, con marcas en el cuerpo que evidenciaba la salvaje noche que habían vivido juntos. Asustada, aterrada, solo se le ocurrió huir, y ello tal vez fue un error. Porque al huir la acusaron de haber planeado todo esto ¿Quién no quisiera atrapar de esta forma sucia al heredero más cotizado del país?
Andrés no la defendió, incluso se mostró herido y dolido porque para él, la única persona que nunca le jugaría de esa forma tan infame sería ella. Y darse cuenta de que ella era igual a todos fue decepcionante. No lo dudó ante todas las pruebas presentadas, a pesar de las suplicas de Ailén que clamaba su inocencia, la acusó como todos. Y de todas las acusaciones, la de Andrés fue la que más le dolió. Él descargó en ella toda la rabia acumulada por años por todas esas personas falsas que se habían acercado a él, tal cual hienas, deseosas de obtener beneficios de su familia.
—¡Puta barata! —fue lo más suave que le gritó.
Ailén lo amaba, quiso sostener su esperanza en que él siempre la trataría bien y creería en ella. Pero cuando le dio la espalda, luego de una fría mirada que reflejaba un odio que no se esperaba en él, fue como si la base en donde se sostenía se rompiera en pedazos y la hiciera caer a un abismo profundo.
La fuerte bofetada de su padre la hizo volver al presente. No recuerda cuantas horas la ha tenido arrodillada en la entrada de su casa, con esas piedras enterrándosele en las rodillas y causándole dolorosas heridas. Llueve, con fuerzas, el ruido de la lluvia al caer hizo que su caída fuera menos ruidosa, pero el dolor de la mejilla no se comparó al dolor de sus rodillas que ya sangraban producto del filo de las piedras en la que ha estado apoyada por horas.
—Verte, me dan ganas de matarte a golpes —masculló su padre sin un solo dejó de compasión—. ¿Por qué de todos los hombres tenías precisamente que meterte con ese? ¡¿Sabes los problemas que no has causado con la familia Almendares?! ¡Ni siquiera puedo ver a mi hermano a la cara! Debí haberte dejado morir…
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Editado: 16.03.2023