Deambuló por días en las bancas de una plaza, durmiendo y buscando trabajo sin resultados. El poco finiquito que recibió solo le alcanzó para comer durante dos semanas, pero ya a la tercera semana su dinero escaseaba. Solo comió lo justo y necesario, y hubiera sobrevivido con eso sin problemas si no fuera por su embarazo. Nunca antes había sentido tal hambre feroz. Su cuerpo le exige más comida para la vida que carga en su vientre, pero Ailén solo mira sus manos vacías con la desesperación torturándola cada mañana.
Caminó de un lugar a otro, y su mirada se detuvo en los televisores de un escaparate. Hablaban del compromiso del rico heredero Andrés Almendares y de Laura Villanueva. Ambos lucían elegantes y aparentemente felices, su prima rebosaba de tal alegría que Ailén no pudo evitar sonreír con amargura. Pensar que carga en su vientre con el hijo del hombre que al lado de su prima luce tan serio y amable, le produjo angustia. ¿Por qué ella debe pagar el karma de un crimen que no cometió? ¿Por qué sus padres no la mandaron como castigo a otro país como solían hacerlo con sus hermanas?
Se contempló sus delgadas manos antes de volver a mirar las pantallas de los televisores. Esta desesperada, si sigue así morirá en las calles de hambre y frio. Sin embargo ¿Aun quiere seguir viviendo cuando ve su futuro tan oscuro? Sí, ya ha pensado al dar a luz entregar al bebé en adopción, así él por lo menos tendrá una mejor vida que con ella en las calles.
Pero ¿Qué pasaría si le suplica ayuda a Andrés? No por ella, sino por su embarazo. No le dirá que el bebé es suyo, no quiere ser la causa de otro conflicto entre su prima y Andrés. Si pudiera ni siquiera se acercaría a ellos, si tuviera otra forma de sobrevivir no se humillaría de esa forma. Solo necesita un lugar donde alojarse y un trabajo, y le devolverá cada centavo de su ayuda.
Sin embargo, si hubiera sabido lo que vendría nunca siquiera lo hubiera intentado. Solo ver el día nublado, las gotas cayendo, debió detener sus intenciones. Claramente no la dejaron entrar al salón, con su vestimenta y su apariencia nadie creería que hace meses atrás era una señorita de la familia Villanueva. Esperó escondida, hasta que vio el auto de Andrés acercándose, y aun ante el miedo de lo que provocaría su presencia se adelantó.
Fue cosa que los ojos de aquel se detuvieran en los suyos para que su mirada se desencajara. Aquí, frente suyo estaba aquella mentirosa ¿Cómo llegó a pensar que ella era tan distinta a los demás? Incluso tuvo la tonta idea de romper su compromiso y exigir que su novia fuese Ailén en vez de Laura, aunque eso hubiera desatado un escándalo en la familia. Pero su ahora prometida a pesar de ser una ambiciosa, era mil veces mejor que Ailén, pues era sincera mostrándose tal como era, y no como su examiga que fingió una pureza falsa solo con la intención de engatusarlo para que él se viera en la obligación de casarse con ella y así convertirse en la mujer de uno de los futuros hombres más ricos del país.
—¿Qué haces aquí y vistiendo de esa forma? ¿Te crees que esto es un circo? —hasta entonces pensaba que Ailén disfrutaba de vacaciones en Europa lejos de aquí para no seguir con las acusaciones contra ella. Y que su pobre vestimenta no era más que otra jugarreta de ella para despertar su compasión. Lo único que siente al verla es asco y odio.
Incluso es tan falsa que cortó su largo cabello solo para despertarle mayor compasión. Que mujer más infame, pensó.
—Necesito hablar contigo, es urgente —le tomó la mano esperando con eso ablandar su corazón.
Como respuesta solo recibió un empujón que la hizo caer encima de un charco de agua que mojó el interior de su delgada ropa. Tembló de frio y se sobó el brazo antes el dolor de la caída. Aun así, al verlo alejarse corrió angustiada, por detenerlo, si no la ayuda no sabe cómo va a terminar.
—Andrés por favor, escúchame yo…
Y la puerta del otro lado del auto se abrió dejando ver a su prima bajar de este. A diferencia de como él la trataba a ella, con su prima incluso Andrés colocó un paraguas sobre su cabeza para protegerla de las finitas gotas de la lluvia, le dio el brazo para ayudarla a bajar. Siguió ignorando a Ailén que se quedó muda al notar la diferencia del trato a ambas.
Bajó su mirada, y sus ojos verdes parecen perderse en el sucio piso que hay bajo sus zapatos mientras gruesas lágrimas caliente y dolorosas brotan por sus ojos. Sus manos temblorosas bajaron sosteniéndose entre ella. Esta sola, completamente sola.
Andrés la contempló desde cierta distancia, indolente. Por momentos siente compasión por ella y quisiera perdonarla, por otros recuerda que no es más que otra infame detrás de su fortuna, y la odia sin arrepentimiento.
—Siquiera deberías haber tenido la decencia de no presentarte aquí —masculló endureciendo su mirada—. ¿Vienes a rogar que hable contigo? ¿Para qué? ¿Para qué vuelvas a poner otra droga en mi bebida y acostarte conmigo? ¡¿Qué pasa por tu cabeza?! ¡¿Qué mujer sería capaz de hacer algo tan ruin?!¡No quiero verte más! ¡Sal de aquí, me das asco! Vuelve con tu familia…
Ailén se mordió los labios, y aun ante la mirada acusadora alzó sus ojos con lo poco que le quedaba de orgullo. Era inocente. ¿Por qué drogaría al prometido de su prima para acostarse con él? Sí, le gustaba, mucho, incluso lo amaba, pero sabía de ese compromiso por lo que jamás sería capaz de hacer algo así. Pero ella también fue drogada, aún no sabe siquiera sabe cómo fue a parar a su cama.
—Yo nunca haría al...
—Basta Andrés, el agravio de mi prima me destroza el alma, pero no la sigas torturando más —la prometida de Andrés se aferró a su brazo intentando calmarlo.
Pero Ailén sabe que no es más que una actuación, puede ver el regocijo en la mirada de su prima Laura ante su humillación pública. Andrés bufó molesto, y le dio la espalda con ademán de entrar al salón donde se celebraría su compromiso, colocando su brazo alrededor de la cintura de Laura. Sus ojos azules bajaron y se alejó de la deplorable mujer que no se movió de inmediato al verlo alejarse.
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Editado: 16.03.2023