Ailén se quedó sola en el despacho. Aun no logra dimensionar lo que acaba de pasar ¿Se ha atrevido a amenazarla? Maldijo entre dientes. Y no puede creer que ese mismo infame sea el mismo chico que conoció en la escuela, pero sí el mismo tipo sin corazón que la culpó de drogarlo y abusar de él. No ha cambiado, aun después de haber perdido la memoria. No sabe como tolerará esto.
Suspiró con fuerza inflando sus mejillas antes de suspirar y soltar el aire de sus pulmones. Luego se masajeó el ceño arrugado antes de girarse y darle la espalda al vacío escritorio. Ni siquiera se imagina como podrá tolerar todo esto. Pero este es el verdadero Andrés, no el muchachito educado de buena presencia al que solían llamar “El príncipe de ojos azules”, tras esa fachada de perfección ocultaba su capricho, su comportamiento de niño mimado, y que al parecer solo ella conocía.
Cuantas veces dejaba de lado su comida porque no le gustaba o se quejaba de los estudios, o insinuaba escapar de clases, o planeaba un día escapar de casa para no casarse con su prometida. No pudo evitar entrecerrar los ojos con ternura al recordarlo, al recordar incluso como ambos se reían juntos y esa sensación de libertad mutua donde no necesitaban usar una mascara frente al otro como solían hacerlo frente a los demás.
Aun así…
—La única vez que necesitaba que creyeras en mi no lo hiciste… —masculló dolida porque eso no debe olvidarlo jamás, no dejarse llevar por los momentos felices que vivieron junto sino como él la humilló y maltrató como todos.
Por eso esos recuerdos son consumidos por la humillación, el rechazo, y el dolor de cargar con la culpa y la vida de un pequeño ser que nunca planificó. Apretó ambos puños bajando la mirada y deteniendo su atención en la bien cuidada alfombra. Volvió a suspirar, calmándose, y salió afuera recibiendo con sorpresa el efusivo abrazo de su hijo.
—Mamá, hombre malo ¿hizo llorar? —le preguntó con sus letras desordenadas.
—Mamá es fuerte, ningún hombre dragón podrá contra ella —dijo esto levantando su brazo como si quisiera mostrarle sus músculos, refiriéndose con hombre dragón al villano de uno de los cuentos favoritos de su hijo—, ven, volvamos a nuestra nueva casa, nos daremos un baño y prepararé la comida.
El mayordomo se detuvo en el camino de ambos, es claro que esto no es bueno, pensó Ailén de inmediato.
—El señor dice que se queden a comer —indicó el hombre, seriamente.
Ailén no ocultó su mueca.
—Pues dígale, al “señor” que muchas gracias, pero no. Tengo aun que terminar con el aseo de la casa que nos entregó tan “amablemente” —le respondió con sequedad.
—Disculpe, pero no es una petición, es una orden —la detuvo el mayordomo arrugando el ceño, para él la palabra del señor Andrés se debe seguir siempre, es la primera vez que alguien parece dispuesto a no hacerlo.
Ailén tomó a su hijo en brazos, con el semblante tenso solo entornó su rostro en una mirada fría antes de recalcar:
—Seré su asistente, pero le obedeceré dentro del horario laboral, hoy es sábado, si vine acá a verlo fue solo para presentarme, pero nada más. Si quiere comer conmigo tendrá que esperar el día lunes, con su permiso —y salió sin esperar más palabras.
Lo que había olvidado es que su “casa” estaba lejos. Pero no dispuesta a tolerar humillarse para pedir un vehículo que los fuera a dejar decidió caminar. Mala idea, tuvo que cargar a Ignacio que siendo más pequeño se cansó antes. Para cuando al fin llegó a casa le dolían mucho las piernas y solo se recostó en la cama durmiéndose con su hijo.
Andrés en tanto no puede creer que lo haya vuelto a rechazar y golpeó la mesa de su despacho antes de colocarse de pie y masajearse las sienes ¿Por qué esa mujer es tan obstinada? Es como un potro salvaje que se niega a ser domada por él, y sin embargo un pequeño gato dócil frente a su padre y el fajo de billetes que debió mostrarle. Pero para él siempre tiene su expresión agria, su actitud a la defensiva, esa repulsión que no intenta ocultar ¿Le sonreirá a su padre? Tal vez al pedirle matrimonio debió no solo ofrecerle comodidad sino también dinero, sin embargo, es patético atraer a alguien al matrimonio con dinero… Se mordió la uña de su dedo pulgar, no entiende esa ansiedad de que fuera suya, de verla sonreír solo para él, y su imaginación lo lleva a crearse una imagen de ella de una forma totalmente opuesta a como es en la realidad, como un ser cálido, risueño, que no dudaría en extender su mano hacia él.
No sabe que la amargura y actitud de Ailén cambió a la persona que conocía, y que lo que cree que es un juego de su imaginación son los recuerdos de sus vivencias pasadas, aquella muchacha risueña, dispuesta a todo por él terminó por consumirse debido a las humillaciones, de una injusta acusación que destruyó todo lo que era su vida en ese entonces. Además, al no tener siquiera el apoyo de la persona que ella pensaba que amaba unilateralmente, formó una armadura impenetrable a su alrededor donde claramente no esta dispuesta a dejar entrar a un hombre que no confía en ella.
Por otra parte, tal vez fue muy mala idea aceptar la idea de su padre de darle esa casa que antes usaban los jardineros que vivían en el lugar. A propósito, se la entregó en malas condiciones para que ella le rogara quedarse en la casa principal. Pero esa mujer es tan obstinada que prefirió irse caminando a ese lugar que quedarse aquí, y descansar. Sonrió con cinismo. Será divertido doblegar a alguien como ella.
No sabe siquiera lo que planea para este día lunes donde comenzara a cumplir sus labores como asistente.
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Luego de descansar Ailén arropó a su hijo que seguía durmiendo sobre la cama. Se dio una rápida ducha, y se preparó a cocinar, arroz, algo de pollo y ensaladas. Algo rápido para luego finalizar las labores de limpieza. La casa luce ya más acogedora.
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Editado: 16.03.2023