Contigo pan y cebolla (#3 Serie Refranes)

CAPÍTULO 4

Un par de meses parecían no ser mucho, pero en sus circunstancias era demasiado. Aún no habían encontrado trabajo y los recursos se estaban acabando. Adrián se estaba desesperando y le afligía pensar que Violeta se estaba privando aún más por culpa de él. Si él no estuviera viviendo con ella, su dinero aún le rendiría para bastante tiempo más. Se sentía un aprovechado y eso lo hacía miserable. Quería encontrar una solución pero esta no aparecía.

Tenía miedo de que Violeta se arrepintiera de haberlo invitado a vivir con ella. Disfrutaba mucho de su compañía y solo pensar en alejarse de ella le era impensado; pero las cosas no podían seguir así. La única solución inmediata que veía era irse para no seguir siendo una pesada carga para Violeta. No quería arrastrarla a una pobreza más extrema.

- ¿Cómo estuvo tu día Adrián? – le preguntó Violeta cuando llegó a casa.

- Igual que todos los días. No encontré ningún trabajo estable. Lo único que hice, fue trabajar de peoneta para un hombre que necesitaba descargar su mercadería en el mercado. No gané mucho, pero al menos nos alcanza para la comida de un par de días. – Le respondió con desánimo. - ¿Y el tuyo, cómo estuvo?

- Casi igual que el tuyo. Doña Berta me contrató por unas horas para que limpiara el piso de su peluquería. Tenía bastantes clientas así que estuve unas cuantas horas allí. No me pagaron mucho, pero algo es algo. – Le dijo con una sonrisa que, como todas, desarmaba a Adrián y le hacía palpitar su desbocado corazón.

- Violeta, ven. Debemos hablar. – Tomó la mano de Violeta y la sentó frente a él en el pequeño comedor. – Creo que no podemos seguir así.

- ¿Qué es lo que dices, Adrián? No entiendo. – Le miraba Violeta con el ceño fruncido.

- Si sigo aquí contigo, terminaré llevándote a la ruina también y eso no podría soportarlo. Por mi culpa tu dinero se ha gastado más rápido y antes de que me odies y termines echándome de tu lado, prefiero tomar mis cosas e irme.

- ¿Irte dónde, Adrián? ¿A la calle? ¿A un hospicio? En serio no puedo creer que estés pensando de esa manera. Es cierto que tu y yo no somos más que compañeros de vivienda, pero cuando te invité a vivir conmigo, créeme, no fui tan tonta como para no saber todo lo que involucraba. Sabía que esto podía pasar y aún así estuve dispuesta a hacerlo. Tú te quejaste de que al menor cambio de circunstancias tu mujer te abandonó y ¿acaso no estás haciendo tú lo mismo conmigo? Quieres irte porque no eres capaz de afrontar nuestra situación. Pues hazlo, quizás así entiendas a Antonella. Lo que es yo, enfrentaré el futuro como venga y si tengo que esforzarme el doble así lo haré, pero que quede claro que si te vas, habrás perdido mi confianza en ti para siempre. – Violeta estuvo a punto de irse a su cuarto cuando Adrián la abrazó por la espalda en un sentido abrazo.

- Perdóname, Violeta. Perdóname por decepcionarte. Es solo que me asusta perderte, me asusta que me veas como un pobre diablo incapaz de sostener a su mujer. – Violeta quedó de una pieza cuando Adrián le dijo eso. Ella sabía desde hacía tiempo que se había enamorado de él. Quizás siempre lo estuvo, pero ¿qué estaba insinuando Adrián? A Violeta no le bastaba con una insinuación. Necesitaba saber qué era lo que estaba velado tras esa declaración.

- No te entiendo, Adrián. ¿Qué quieres decir?

- Lo que oíste, Violeta. Ya no puedo seguir disimulando lo que siento por ti. Convivir contigo me ha hecho muy feliz. Cada aspecto de tu personalidad me hace vibrar. Eres todo lo que siempre desee en una mujer. Te admiro como nunca admiré a nadie. Me haces querer levantarme cada mañana y seguir luchando aunque no rinda los frutos que espero, pero el simple hecho de saber que me alientas cada día a seguir adelante es razón más que suficiente para enfrentar un día más. Por ver tu sonrisa y escuchar tu voz soy capaz de entregar mi propia alma y por amarte como te amo es que creí tontamente que debía alejarme de ti para no hacerte sufrir. – Adrián seguía sosteniendo en sus brazos a Violeta tratando de trasmitirle sus sentimientos, pero también sus temores.

- ¿Me amas? – Le preguntó Violeta girando su cuerpo para quedar enfrente de Adrián.

- Como nunca pensé que volvería a amar.

- Yo …… yo también te amo, Adrián, pero contrario a ti, tú eres la primera persona a quien le entrego mi corazón.

Sus miradas se encontraron. Solo el tenerse cerca suponía un gran ejercicio de contención. Ambos se morían por besarse y por fundirse en un abrazo aún más fuerte del que ya compartían. Los aromas de ambos impregnaban sus narices y poco a poco sus labios se acercaron hasta que ya no pudieron retener las riendas de sus deseos. Por fin Adrián saboreaba la miel de los labios de Violeta. Eran suaves, sedosos, dulces. Violeta enroscó sus brazos en el cuello de Adrián y Adrián en la cintura de Violeta. Solo la falta de aire los hizo separarse y asimilar lo que acababa de pasar entre ellos.

Sus miradas nuevamente se reencontraron y la felicidad surcaba sus rostros. Adrián no podía dejar de acariciar las mejillas y los labios de Violeta y Violeta no podía apartar sus ojos del hombre que había significado el mundo para ella.

- ¿Aún quieres marcharte y dejarme? – Le preguntó Violeta divertida.

- No, Violeta. No me quiero apartar jamás de tu lado. Lo que sea que haya que enfrentar, lo haremos juntos, sea bueno o malo. – Le dijo Adrián apoyando su frente contra la de ella.



#28489 en Novela romántica
#17989 en Otros
#5223 en Relatos cortos

En el texto hay: lealtad, romance, nuevo comienzo

Editado: 09.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.