Capítulo # 4
Al día siguiente.
En el departamento de Luna.
Luna mira una fotografía de sus hermanos junto con Bruce, todos lo quieren y hará algo que no será justo para él, es la única manera que él regrese a caminar de nuevo. Bruce sigue negado a recuperarse, se aferró a no caminar nunca más y sabe que lo de Bruce es mental, tendrá que ser un poco dura con él, pero lo hará.
—Será una manera muy cruel con tu padre —dijo llevando su mano en su vientre—. Hoy es el día de que sepa toda la verdad, espero que no me odie.
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En la mansión Catalano.
Bruce está disfrutando del desayuno en el comedor y ve como su abuelo, está disfrutando del desayuno.
—Estuve pensando, hijo, que deberías de intentar acercarte a Luna.
—¿Para qué?
—Escúchame, Luna será madre soltera y a lo mejor, decida darle un padre a su hijo y tú serias un candidato perfecto —dijo animándolo.
—No, ella es feliz a su manera. Y yo a la mía.
El timbre sonó y abrió la puerta la mucama, para sorpresa de ella es la joven Luna, muy poco, venía a la mansión, pero las pocas veces que lo hizo siempre la trato bien y fue cariñosa con ella.
—Hola, señora Mariana —dijo sonriendo.
—Hola, señorita Luna —dijo feliz de mirarla y saber que sigue estando hermosa—. Pase.
—¿Se encuentra Bruce?
—Se encuentra desayunando y se alegrará en saber que se encuentra aquí.
—¿Quién llego nana? —pregunta él asomándose junto con su abuelo.
—Buenos días, Bruce y señor Ellis.
Bruce se encuentra realmente sorprendido y perplejo, que extraño que Luna está visitándolo, es muy raro verla en la mansión.
—Y ese milagro —dice él sin rodeos.
—Necesitamos hablar en privado —pidió ella y ve como Ellis le hace seña a la nana, se vayan y lo hacen—. Estamos solos.
—Primero que nada, no me odies Bruce y lo otro que tienes que ponerte en mi lugar —dice con calma.
Él, consternado por lo que está diciéndole, en que puede odiar a Luna, si ella es un ángel en su vida, lamentablemente no nacieron para estar juntos.
—Deja que me siente —dijo con suavidad y sentándose en el sofá, mira como Bruce con cuidado se sentó en el otro sofá—. Bruce, sabes que nunca me ha interesado en tener ninguna relación con nadie y tampoco estoy interesada —aclara y él la mira sin entender mucho—. Sé que siempre me has amado y la verdad, no sé qué ves en mí, soy terca, no me importa lo que pueda pasar a mi alrededor y solo me importa cumplir mis metas, cuando tuvimos el accidente, gracias a ti sigo viva.
—Luna —dijo interrumpiéndola y seriamente—. Lo hice porque te amo, sé que ahora eres feliz al lado de otro hombre.
—Ese hombre que tú dices, no existe —dice con suavidad y ve su seriedad—. Escúcheme bien, hace unos meses te vi con Derek en una clínica de inseminación artificial.
Bruce asombrado y habla:
—Nos escuchaste.
—Sí, esperé que te fueras y me ofrecí a llevar tu bebé en mi vientre con agradecimiento y…
—Espera, quieres decir, que ese bebé es mío —dijo emocionado y lleno de ilusión que ese bebé será de la mujer que ama.
—Sí, es nuestro hijo, no pienso renunciar a él tan fácilmente Bruce, yo renunciare a él o ella, si aceptas que yo te haga las terapias y que vuelvas a caminar —anuncia seriamente.
Él se enfureció.
—¡Estás loca Luna! —exclama molesto—. Es mi hijo, no tienes derecho a negarme, el derecho de que este conmigo.
—No firme nada y es tu palabra contra la mía —dice seriamente y le recuerda—. No quiero, que mi bebé tenga un papá tan cobarde que no se decide en recuperarse.
—Luna Elizabeth, quieres guerra, guerra tendrás —dijo enfurecido y no va a aceptar ningún chantaje, y menos de la mujer que ama—. No puedo caminar, no lo entiendes.
—Si puedes hacerlo, lo que sucede que eres un cerrado que no te importa salir de tu confort, eso es todo —dice furiosa y alterada—. Deja que te ayude a recuperar tu ánimo, sé que lo tuyo es psicológico.
—Luna, vete.
—Yo me voy —dijo levantándose y en eso venía Mariana con un poco de pastel de chocolate, el olor le dieron náuseas—. ¿En dónde está en baño? —pregunta y Mariana le hizo seña, Luna salió corriendo hacia la derecha, desde ayer comenzaron los síntomas del embarazo con más fuerza.
—Abuelo, ve con Luna —pidió él.
Ellis se fue atrás de ella, vio que entro al baño y la escucho vomitar, le recordó cuando Mellea estuvo embarazada de Bruce, todo lo que se tuvo que aguantar nueve meses de vómitos y mareos, por suerte con el embarazo de sus nietos su yerno Romeo estuvo con ella apoyándola.
Luna salió del baño a los cinco minutos, pálida e intentando tomarse un poco de agua que le había traído la señora Mariana, se tomó un sorbo de agua e intenta tranquilizarse, definitivamente estar embarazada no es nada fácil.
—Hija, siéntate, estás muy pálida —dijo Ellis agarrándola del brazo y encaminándola hacia la sala, para que se siente en el sofá—. Los primeros meses son difíciles.
—Gracias —dijo sentándose y observa que Bruce no se encuentra en la sala, la dejo sola y lo peor es que le duele.
—Acabo de llamar a un médico —anuncia Bruce, al verla tan pálida fue hasta ella agradece que desde que está en silla de ruedas, todos los obstáculos ya no están, le agarra la mano—. Tiene que chequearte.
—Estoy embarazada, es normal —dijo ella por lo exagerado que es Bruce, lo ve tan tierno, preocupado por ella—. Llámalo, dile que no tiene que venir.
—Hazle caso, ella conoce su cuerpo —habla su abuelo y Bruce de mala gana llama al doctor, le explica que no tiene necesidad de que venga, que lo disculpe—. Si quieres Luna, puedo llevarte a tu departamento.
—Abuelo, Luna, se quedará aquí a partir de ahora —anuncia Bruce seriamente.
Luna lo mira incrédula, eso quiere decir que dejara que lo atienda y hará lo imposible para que Bruce camine de nuevo.