DEDICATORIA
Para todos los que alguna vez sufrimos un cambio de circunstancias porque la vida es incierta y todo cambió de la noche a la mañana,
Para ti, querido lector que lees esto, esté libro te pertenece.
INTRO
El viento me golpea en la cara, siento un enorme dolor en el pecho y no tengo ganas de estar en casa. ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nosotros? ¡Carajo!
Mis pensamientos son una revolución, los latidos de mi corazón me provocan más angustia y todo se fue a la mierda.
Mis mejillas estaban escurriendo en lágrimas. ¿A dónde podría ir a buscar consuelo? ¿A dónde podría ir justo ahora, para intentar olvidar que nada de esto paso?
Estaba huyendo del presente, mis intenciones no eran del todo claras y mis pasos me lograron acercar a las afueras del pueblo. ¡Iría al cerro! Necesitaba paz. ¿Podría sentirme en paz cuando el futuro siguiera su curso? ¡Carajo! Neta que todo me dolía y no podía aclarar lo que mis ojos vieron.
¿Qué hubiese pasado si yo no hubiese regresado a casa tan temprano? ¿Y si mamá no se hubiese ido a visitar a mi abuela? ¿Hasta qué momento de la vida nos hubiésemos dado cuenta de la verdadera traición de mi padre? ¡Me toco a mí!
Los ladridos de un perro me hicieron voltear atrás, el animal corría en mi dirección y parecía que quería morderme. ¿A dónde huir del peligro y del dolor del corazón?
Me tropecé a mitad de la calle, sentí un ardor en mis rodillas y el miedo me consumió por completo. ¡El perro me iba a morder! Cerré los ojos y me dio igual lo que me fuese a pasar.
Escuche un chillido de miedo.
—¿Estas bien? —Su pregunta me hizo abrir los ojos.
Me levante, mis rodillas estaban raspadas y el ardor era intenso.
—Sí. Solo me raspe un poco.
Ella, era una niña que me observaba desde su patio, la reja nos permitía vernos.
—Le tuve que lanzar una piedra al perro, mi abuelo dice que ese perro de por si es bravo.
¿Por qué me había ayudado una niña?
—¡Gracias por ayudarme!
—De nada.
Yo seguía parado en medio de la calle de terracería.
—Tengo que irme.
—¿Quieres una paleta?
Paso su mano a través de la malla y me ofreció una paleta. ¿Por qué era tan amable conmigo? ¡Ahora mismo no me sentía muy bien!
Me acerqué a ella, quizá tendría unos siete u ocho años. Tomé la paleta y sus ojos me impresionaron muchísimo.
—¡Gracias!
—De nada.
El dolor de mis rodillas aumento.
—¿Quieres un curita? Tus rodillas están muy raspadas.
¿Un curita? ¿Qué caso tenía tener que curar algo que en realidad no era el verdadero causante de todo mi dolor? ¿Un curita me serviría para poder calmar toda mi angustia emocional?
—¡Gracias! Pero estoy bien así. Yo, me tengo que ir.
Su mirada era algo que jamás olvidaría, era como si su mirada fuese de otra dimensión o de otro mundo. ¿Por qué tendría así los ojos?
—¿Y si te pasa algo malo?
Esta niña era algo insistente.
—No, estaré bien. ¡Ya me voy!
Mi mundo cambiaría muchísimo a partir de ese día, no tenía duda de ello.
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Editado: 24.01.2024