Contigo Yo Quiero...

TRES

Días después, todo normal aparentemente... 

Terminamos la clase de educación física y el profesor nos mandó a descansar cinco minutos. Nos había puesto a jugar futbol y el calor estaba un poco intenso. Me senté en una de las gradas.  

—¿Te gusta el fut? —me pregunto una chica, su nombre era Ximena. 

—Un poco, en realidad, casi no, pero pues al menos siento que hice mi mayor esfuerzo en este juego. 

—Si ya sé, a mí tampoco me gusta patear el balón. Como que no le encuentro mucho sentido —ella se sentó a mi lado—. ¿Que harás después de clase? 

Pensé en una posible respuesta, me pareció curioso que ella quisiera ser amable conmigo. 

—Aún no lo tengo definido, ¿tú tienes algún plan? 

Note una mirada interesante en su rostro. 

—Pusieron juegos mecánicos en el centro del pueblo por la feria cultural que habrá este fin de semana y tenemos planeado ir después de las clases de hoy. 

—¿De verdad? 

El sonido del timbre anuncio el comienzo del receso. 

—Si, iremos varios de la escuela. ¿te gustaría venir con nosotros? Van a ir algunos chicos de tercero y de segundo también. 

Me miró fijamente a los ojos y pude notar como se sorprendía al ver los detalles de mis pupilas. 

—¡Oye! Están bien chidos tus ojos. La verdad no te había visto de cerca, pero esta súper genial el color. ¿Dónde los compraste? 

Deje escapar una risa boba, su comentario me había alegrado la mañana. 

—No los tuve que comprar, son naturales.  

—¿De verdad?  

Asentí. 

—Soy una chica con heterocromía. 

—¡Orales! Nunca había visto a alguien así, pero creo que es una naturaleza muy bonita. 

—¡Gracias! Es un buen defecto. 

—Sentí envidia de repente. 

—Que dices, no tengas envidia. Tus ojos también son hermosos, tus pestañas, sobre todo, las tienes bien enchinadas. ¡Yo quisiera tenerlas así! 

Más tarde, al terminar las clases...  

A la hora de la salida todo parecía ir de forma normal. Las clases habían transcurrido de forma rápida y el calor se tornó en un cielo nublado. ¡Me gustaba cuando el cielo se pintaba de gris!  

Vi a Ximena reunirse junto a un grupo de chicas, platicaban cosas y reían. ¿Qué decisión tomaría yo? Estaba por acercarme a ellas cuando una decisión me hizo hacer todo lo contrario. 

—¡Keyla! Qué bueno que vienes, parece que ya estamos listas —dijo la chica muy emocionada.  

—Si, aquí estoy —me limite a decir. 

—Pues vámonos. Germán y los chicos ya están en camino. 

Si tenía ganas de ir a la feria, porque neta, me gustaban los juegos mecánicos. 

Comenzamos a caminar, el sonido del viento me hizo estremecer un poco y entonces… a varios metros de mí, pude verlo.  

Estaba caminando adelante de nosotras y llevaba unos audífonos puestos. ¿Que estaría escuchando? ¿Se sentiría molesto? ¿Debería intentar saludarlo? Verlo caminar solitariamente me hizo sonreír por todos los pensamientos que bombardeaban a mi cerebro, pero, de pronto, mi sonrisa desapareció a causa de la preocupación. ¡Ese perro estaba de vuelta! El animal era de pelaje color negro con una mancha blanca alrededor de su ojo derecho y corría a toda velocidad para atacar. ¡Canijo perro bravo!  

Tuve que abalanzarme sin dudar, lo hice a toda velocidad y con ganas de evitar que él sufriera daño. Deje al grupo de chicas, me encamine sin miedo y el aire me golpeaba en la cara. 

—¡Armin! —Grité, pero él no me escucho. 

Mi respiración era agitada, las chicas se habían quedado hablando y nada me importaba en ese momento que el bienestar de Armin. ¿Por qué interesarme mucho en el bienestar de un chico como él? 

—¡Armin! —volví a gritar, los ladridos del canino eran fuertes. 

Me agache para tomar una piedra, pero esta vez, el animal no tuvo miedo y sus dientes eran visibles, llenos de furia. Tome su mano rápidamente y tire de él; un ladrido me hizo gritar y en el momento en que Armin se impactó contra el suelo, yo sentí un ardor en la pierna derecha al mismo tiempo que la piedra se impactaba contra el perro. 

—¡Maldito perro! —exclamé molesta. 

El animal abrió su hocico, sus dientes se apartaron de mi carne y el enojo me consumió por completo. ¡Me ardió como chile! 

—¡Keyla! ¿Estas bien? —esta vez fue él quien se estaba preocupando por mí. 

—La neta no, pero bueno. Ahora estoy marcada por ese animal y tú, ¿te lastimaste? 

Las chamacas no tardaron en llegar hasta nosotros y en verdad que parecían demasiado espantadas. Armin tenía la palma de la mano raspada, sus audífonos habían caído al suelo. 

—¿Estas bien Keyla? —Preguntó Ximena. 

—Si todo bien, solo fue una mordida y ya. 

Las chicas parecían estar muy asustadas por lo que acababa de pasar. 

—Pobre de ti. ¿Te duele? 

—No mucho realmente. 

La chica se giró a mirar a Armin y ella realmente estaba muy molesta. 

—¡Todo esto es tu culpa! Por tu culpa el perro mordió a Keyla. 

—Yo… 

—Tú no digas nada. Por andar con tus cochinos audífonos no escuchaste los ladridos. Quizá hubieses sido más precavido, pero ni para eso sirves. ¡Me das asco Armin! Neta que no sé qué piensas. ¡Te pasas! 

Él solo se limitó a bajar la mirada, parecía muy triste y su silencio me partió el alma. ¡Ojalá fuésemos más empáticos a la hora de ver algún accidente! 

—Tranquila Ximena, estoy bien. Fue un accidente. Todo está bien, la culpa en realidad es del dueño del perro. ¿Saben dónde vive el dueño? 

Y de una forma sutil desvié el tema hacia el verdadero responsable.  

—Sí, vive en esa casa de color naranja. 

—Supongo que tendré que ir a reclamar. 

—¿Quieres que te acompañe? —me preguntó ella. 

Le sonreí, me ardía la pierna derecha por la mordida del animal y me animé a acomodar mi uniforme. ¡Si al menos hubiese traído pantalón! Pero no, mi short no fue capaz de amortiguar bien la mordida, literalmente el perro saboreo mi pierna desnuda y me dejo marcada. 




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