Contigo Yo Quiero...

CUATRO

Días después, en el taller de artesanía del telebachiller... 

—¿Que harás esta tarde? —le pregunté. 

Sus dedos sostenían el pincel con pintura amarilla. 

—Aún no lo se. Creo que mi mamá quería que la acompañe a hacer unas compras para la despensa de la semana.  

Estábamos en el taller de arte y la música que sonaba de fondo nos relajaba demasiado. 

—Suena bien. ¿Como se llama tu madre? 

—Isabel, pero le gusta que la llamen Chavelita. 

Sonreí. 

—Tiene un bonito nombre. 

—Si. Mi mamá es bonita, pero a veces, bueno es un poco complicado. Quizá algún día puedas conocerla. 

—Me gustaría conocerla. 

—Te llevare a casa algún día. Solo deja que arregle unas cosas. 

—¿Hablas enserio? La neta pensé que el chico antisocial no sería capaz de invitarme nunca a su casa. Pero que genial que lo hayas dicho. Igual y podría ayudarte a ordenar tu habitación. 

—No, lo de ayudarme a ordenar mi habitación solo era una broma. Yo ya me encargué de eso. 

—Bueno, yo estaba más que lista para poder ayudarte. 

Estaba terminando de pintar mi rana, intente darle más realismo con pinceladas que le dieran sombra al cuerpo. 

—Aparte de que soy antisocial, ¿qué otros sinónimos utilizarías para describirme? 

Hablar con Armin comenzaba a ser mucho menos difícil que al principio.  

Me puse a pensar en sinónimos para describirlo, también aproveché para pensar que esta cercanía que comenzábamos a experimentar era en parte, el resultado de que un maldito perro me hubiese mordido la pierna. ¡Qué cosas nos pasaban a los dos! 

Éramos dos mundos diferentes en una galaxia que brillaba entre miradas tenues. 

—Es callado, tímido, inocente y tiene la mirada… 

Le dedique una mirada curiosa. 

—Le tomo la mano y siente algo extraño... 

Ambos intercambiamos miradas y las risas no faltaron. Nuestros compañeros se nos quedaron mirando sacados de onda. Seguro que no podían creer que el chico más antisocial de la escuela pudiera reír en compañía de la chica nueva. 

—No pensé que a ti te podrían gustar esas canciones —dijo. 

—Pues ya ves, también te vengo manejando el repertorio cumbiambero de barrio. 

—Esa canción es un clásico. ¿Sabes bailar? 

—Si, de vez en cuando solía practicar con mi hermano. ¿Y tú? 

—Mamá me enseñó a bailar un poco. A mis padres les gustaba bailar mucho, ellos solían…. —fue ahí cuando su voz se convirtió en un hilo de nostalgia, una mezcla de tristeza y mucha soledad—. ¡Olvídalo! Ya paso mucho tiempo desde todo eso.  

Me sorprendió mucho la reacción que él tuvo hacia mi pregunta. Fue algo distante y parecía ocultar sus verdaderos sentimientos. ¿Quizá a eso se debía su problema de ser más abierto con el mundo? 

—¿Te gustaría ir a los juegos mecánicos conmigo? ¿O prefieres ir a mi casa a jugar videojuegos? 

Se quedo pensando por algunos segundos, me causaba un poco de ansiedad ver que a pesar de que, hacia un montón de calor, Armin no se quitaba el suéter, de hecho, nunca le había visto sin su prenda tan abrigadora. 

—Me gustaría, pero, la verdad creo que hoy no me será posible. Otro día vamos. 

¡Cierto! ¡Me olvide que ya tenía planes! 

—Está bien, sin problema. 

Sus dedos eran demasiado ágiles con los movimientos del pincel, la concentración del momento me hacía disfrutar de mirar a un chico que parecía disfrutar de un momento de arte. ¿Era un desahogo? ¿Una forma de expresarse? ¿Como se sentía justo ahora? 

—¿Como sigue tu pierna? ¿Te duele? 

—No, ya no. Aún tengo la venda puesta, quizá esta noche me la quite. 

—Qué bueno que ya estas casi recuperada en todo sentido. 

—Si bueno, no fue tan grave, aunque como te dije ese día, solo me dio coraje y si me enojé con ese animal. ¿Pudiste ver que su dueño lo amarro? 

—No, no me di cuenta de eso.  

—Pues sí, estuvo bien. O sea, no es que no me gusten los animales, pero ese desgraciado animal si merece estar tras las rejas. Esta mañana me di cuenta de eso. 

—¿Como si fuera un criminal? 

—Ese perro es un criminal y ahora le toca pagar por sus crímenes.  

¿Como es que habíamos cambiado tanto en tan poco tiempo? Si me pongo a pensar, está la posibilidad de que mi acercamiento a Armin no hubiese sido un éxito si el perro no me hubiese mordido. ¿Seguiría siendo demasiado indiferente con mis intentos por querer conocerlo más si yo no lo hubiese salvado?  

Ahora, él ya estaba adentro de mi mundo y comenzábamos a conocernos de forma agradable. 

—Qué bueno que ahora está encarcelado en su propia casa. Y.…es que no te lo había dicho bien antes. 

—¿Decirme que? 

La sonrisa de Armin era bonita. Sus labios eran de un color rosado intenso. 

—¡Gracias por salvarme de esa mordida! 

Me quede un poco impactada y algo contenta en el fondo de mí alma. 

—De nada, agradécele a mi pierna, lo más seguro es que me quede una marca para toda la vida. 

—Si, lo más probable es que sí. 

¿Y mi cuerpo sería capaz de recordar los motivos por los que me atreví a salvarlo? 

—Oye. 

—Dime. 

—¿No tienes calor?  

Mi pregunta le dejo sin una respuesta. Parecía querer disimular que no me había escuchado, uso el color negro para ignorar mi pregunta. 

—Aquí dentro hace mucho calor. ¿Por qué nunca te he visto sin el suéter?  

—Lo que pasa es que tengo frio. 

—¡No manches! 

—¿Que? Es verdad, yo tengo frio. 

—Pues no te creo, aquí tú eres el único que anda con suéter, mira a todos. Andamos bien frescos porque hace mucho calor. 

—Pues sí, pero, yo no soy como todos ustedes. 

—Tienes razón. ¡Tú eres especial! 

¿Realmente era frio lo que Armin decía sentir? 

Las clases continuaron su curso...  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.