Contigo Yo Quiero...

OCHO

Al finalizar las clases de ese día... 

El timbre sonó anunciando el fin de un día más de clases. Hacia un poco de calor y me dieron muchas ganas de ir al sanitario.  

—Ximena, tengo que ir al sanitario. ¡Nos vemos mañana! —me despedí. 

—Si, está bien. ¿No quieres te espere? 

—Descuida, no hace falta. Te veo mañana.  

No espere su respuesta. Tomé mi mochila y salí a toda velocidad para poder llegar al baño. Sentía que toda el agua de mi cuerpo se iba a desparramar y por supuesto que no estaba lista para que algo así me sucediera. 

Abrí la puerta del cubículo, alce mi falda y bajé mi ropa interior. ¡Deje que el mar salado diera color al retrete! Cinco segundos. Diez segundos. Quince. Vaciar el cuerpo era la mejor sensación del mundo, me sentía menos estresada.  

Lave mis manos, me acomode un poco el cabello, tome mi mochila y salí de ahí.  

¡Me tope con un chico insoportable! 

—¡Hey chula! 

—Hola Iván. 

—¿No te da gusto verme? 

Me detuve en seco a una distancia corta de él. Necesitábamos hablar. 

—Me daría gusto si fueras alguien importante. ¡No te lo tomes muy enserio! Solo bromeo. 

—Con que también tienes tu lado bromista.  

—¿Te gusta? —pregunté de forma coqueta. 

Nuestros ojos eran una mezcla de atardecer y sangre. ¿Ya te hablé de mi heterocromía? 

—¡Me gustas tú! 

Enarque mis cejas. 

—¡A mí también me gustas tú! 

Sus labios se curvaron en una sonrisa pícara.  

—¿De verdad? 

—¡No! La neta no. Solo estaba bromeando. No eres mi tipo. 

—No estés tan segura de eso. 

Mi necesidad con Iván era el poder aclarar cosas que perjudicaban a mi querido Armin. 

—Supe que te gustan los chicos. 

Mis palabras lo dejaron un poco impactado, como si no fuera algo que todo el mundo debiera saber. 

—Y también me gustan las chicas. ¡Soy bisexual! 

—Interesante. 

—¿Que es interesante? 

—Que trates de darle muchas vueltas a un asunto. 

—¿Darle vueltas? Pues que quieres que haga o diga. La neta es que si me gustas y yo… 

—¿Por qué te gusto? 

Mi pregunta le dejo sin palabras. 

—Pues, es que, estas bien bonita. 

—¿Solo eso? 

—Pues… 

—Mejor no digas más. No creo que estés siendo sincero. 

—Pero yo… 

—Te escuche decir cosas bobas en mi primer día de clases. ¿Lo olvidaste? Cuando te escuché hablar, no pude evitar darme cuenta de que eres alguien vació e inmaduro. Además, no eres tan guapo como aparentas ser. ¡Tienes cara de dios prehispánico! 

—Los dioses panhispánicos también eran guapos, además eran valientes guerreros. 

—¿Hablas de Quetzalcóatl?  

—Bueno, no. 

—En ese caso, si eres una víbora, solo te faltan las plumas. 

—¡Tus bromitas bobas! Y andas aparentando que eres muy madura. 

—La neta no, no es que no me gusten las bromas. Y bueno, la neta no me gustan los chicos inseguros como tú. ¡Prefiero a los chicos que saben lo que realmente quieren! 

Se quedó callado, sus ojos se congelaron en mis pupilas y yo sentía que era el momento de irme. 

—Creo que te has quedado sin palabras. Me tengo que ir, buenas… 

Su mano me sujeto de la muñeca, no me alarme. 

—¿Y crees que Armin es un chico completamente seguro de lo que quiere? 

Sin necesidad de sacar a mi amigo, Iván lo estaba mencionando. ¡Era el momento! 

—¿Que sabes tú sobre él? ¡Dime todo! Se que lo conoces más que yo. Apenas paso un mes y medio desde que llegue a esta escuela.  

Estábamos un poco más de a mediados de mayo, faltaban días para iniciar junio. 

—¡Armin es un bobo! 

—¿Y tú? ¿Eres lo mismo que él? 

—Yo no… 

—Si no eres bobo, entonces habla con él y arregla las cosas.  

—Tú que… 

—Quizá él no te quiere de la misma forma que tú le quieres, pero eso no significa que lo debes tratar con la punta del pie por cosas que nunca deseo que ocurrieran. 

—¿Él te contó? 

Asentí. 

—No fue su culpa lo que su padre hizo con tu madre y tampoco es culpa tuya que él no te quiera del mismo modo que tú le quieres o le quisiste. ¡No siempre nos van a querer como nosotros deseamos! Y no por eso es el fin del mundo. 

Sus ojos se pintaron de reflexión. Yo me sentí demasiado en deuda con todo lo que mis padres se esmeraron por inculcarme.  

—Pero es que, la neta, yo...bueno...ni siquiera soy capaz de perdonarme. Me cuesta mucho demostrar lo que en realidad estoy sintiendo.  

—Por eso es que sueles pintar tu fachada de ser el más bravucón de la escuela. ¡Eso solo demuestra miedo! Y yo sé que muy en el fondo de tu fachada eres un chico muy gentil. ¡Deja de hacerte daño con las cosas del pasado! 

Mis padres solían decirme que muchas veces solemos concentrarnos en los defectos de la vida y cuando hacemos eso, dejamos pasar las cosas buenas, aquello por lo cual vale la pena vivir. 

—¿Debería hablar con él? 

—Hazlo cuando te sientas listo.  

—¡Está bien!  

—Cuídate mucho. Te veo mañana. 

Enarco las cejas. 

—¡Oye! 

—¿Que paso? 

—Lo que te dije al principio. 

—Lo de… 

—De que me gustas. Eso si lo decía enserio. ¡Neta me gustas! 

Sonreí. 

—¡Te creo! 

  Y de forma inesperada le di un beso en la mejilla.  

—A mí también me gustas dios prehispánico. 

—¿De verdad? 

—Sí. Pero no te confundes. No porque me gustes significa que voy a andar de novia contigo. 

—Yo pensaba que… 

—No es lo mismo gustar y amar. ¿Estás de acuerdo? 

—Bueno, como tu digas chica madura. 

Le regalé una sonrisa. 

Después de la escuela y de haber comido en familia...  

Eran las cuatro de la tarde cuando logre terminar mi tarea. Se suponía que iría a darles de comer a las gallinas, pero paso algo inesperado. 




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