El padre Macías se aseguró de que todas las personas posibles supieran que Urko solo está de paso y que no tiene intención de hacer escándalo; solo tuvo que hablarlo con las viejas chismosas que tiene toda comunidad y ellas hicieron el resto.
La mayoría de la gente se mostró neutral al asunto, aunque internamente las opiniones variaron. Los adultos intentaban obviar el tema, incluso aquellos que directamente estaban en contra de la presencia del muchacho en su pueblo. Algunos hicieron lo que se podría llamar “escándalos silenciosos” dedicándose a buscarle tres pies al gato y cualquier excusa para hablar o actuar contra Urko, que si es un pordiosero, que si tiene peinado de chico de la calle, incluso llegar a asociar sus visitas al bosque embrujado con la brujería y cosas demoniacas, pero la gente confiaba más en las explicaciones del padre Macias y no les presto mayor atención, así que no hubo grandes escándalos. Además, ayudo bastante que lo vieran recogiendo la basura de algunos lugares y organizando los basureros en orgánicos e inorgánicos, para darle algo de buena imagen.
Los niños por otro lado, no fueron tan discretos. Muchos sentían una gran curiosidad; los gigantes que ellos conocen son los gigantes masivos y fortachones con colmillos sobresalientes en sus mandíbulas inferiores que ven en los cuentos y de los que hablan las crónicas, descripción con la que Urko no encaja. Muchos, se acercaron solo a verlo de cerca y varios otros directamente quisieron hacer preguntas, algunas un poco impertinentes: ¿Me dejas ver tus colmillos? ¿Los indios todavía adoráis a los demonios? ¿Coméis carne de serpiente? ¿Viviste en una selva? ¿En tu pueblo encogen cabezas? ¿Todos los indios se peinan así? Podrían investigar en libros o internet, pero creen que las palabras de un indio sobre el tema de los indios son más fiables. Al principio él tenía la paciencia para responder las preguntas que pudieran responderse con un sí o no y a otras con un “no sé”, aunque fuera de mala gana, luego se hartó y empezó a evitar a la gente. La verdad, la mayor parte de su estadía en San Deucalión la paso paseando por el campo y los bosques de alrededor de los alrededores, y ni siquiera así se libró por completo de encontrarse con algún preguntón.
Trea Laszlo es una niña de orejas puntiagudas de once años y es hija única, sus padres tienen una pequeña granja lechera. Al igual que el resto de pueblerinos, la noticia del nuevo visitante les llamó la atención, pero ellos no son prejuiciosos, de hecho, son de mente muy abierta. Lo consideran necesario y útil en el mundo moderno tan cambiante de hoy en día, aunque no siempre eso está bien visto en un pueblo que aún es bastante conservador.
El jueves por la tarde, estaba en su casa ayudando en los quehaceres de la granja lechera, vigilando las vacas mientras pastaban, una tarea muy simple y un poco aburrida; pero entonces, mientras estaba pensando en lo aburrida que estaba mientras descansaba sobre la espalda de una de sus vacas, lo vio sentado en la rama alta y gruesa de un manzano comiendo fruta sostenida con la mano derecha mientras que con la izquierda jugaba con una piedra, y estaba bastante relajado. En la base del árbol ya había una generosa cantidad de corazones de manzana, estaba del mismo lado del que está su propiedad, o al menos eso cree. Trea siempre ha creído que su propiedad llega hasta la orilla del riachuelo que divide el prado por el que pasta su ganado, aunque no sabe casi nada de asuntos de propiedad y límites de terrenos, ayudaría bastante una cerca de algún tipo la verdad.
—¡Oye! —Llamo —¡HEY! —A la segunda vez, el tipo finalmente volteo.
—¡Mande! —Dijo con aire despreocupado.
—¿Se puede saber qué haces ahí?
—Ando viendo un partido de vóley desde buen ángulo ¿No se nota que como una manzana en la rama de un árbol?
—No, digo ¿Qué haces en propiedad ajena?
—¿El árbol será de alguien?
—Está en el terreno de mi familia, lo que también lo hace nuestro según lo que yo entiendo.
—Ah, no entiendo de títulos de propiedad y esas cosas, pero está bien, no les haría daño poner una cerca ¿Si saben? — Opinó mientras bajaba del árbol de un brinco y se guardó el colgante en un bolsillo. Para la estatura que tiene en realidad su apariencia intimida poco, menos de lo que hubiera esperado, incluso su apariencia se podría llamar simpática, o algo cercano a eso.
—Sí, a mí también me parece, pero de todos modos nos vamos a mudar a otro país, así que ¿Ya pa’ qué? A todo esto ¿Cómo has dado a parar aquí?
—¿Al árbol?
—A este punto preciso del campo.
—Caminando, no tenía nada mejor que hacer, creo que voy a buscar algo.
—Un momento —Le dijo antes de que empezará a caminar —Quiero aprovechar de preguntarte unas cosas ¿Puedo?
—Primero me echas y luego me dices que me quede ¿Qué mismo quieres?
—Oye, yo te he echado, solo te pido que tengas más cuidado, yo soy buenrrollera, pero otra gente no tanto.
El gigante suspiró y contestó con resignación:
—Ok, pero rápido, has las preguntas típicas, desde ya te digo que no soy mexicano, ni emo, ni peruano, ni he comido carne de serpiente, ni…
—Está bien, está bien, solo quiero saber una cosa: Ya se dé donde no eres, entonces ¿De dónde si eres?
—De…Por ahí.