Para Trea no fue el mejor de los días y decirlo así es quedarse corto, le dijo adiós a su última oportunidad de ganar el primer lugar en la competencia de arquería, eso le arruino el día por completo. En el pueblo se dice que sus ancestros eran grandes arqueros, cazadores de dragones y; los arcos de sus ancestros lejanos se expusieron en el museo del festival. Pero le dice adiós a la oportunidad de ser digna de ese legado, aunque sus padres le sugirieron la posibilidad de practicarlo como deporte, incluso es una disciplina olímpica y quizás en su futura escuela tengan la arquería como una opción deportiva.
Todo eso le pasaba por la cabeza en lo que se preparaba para ir a la estación de metro a tomar el boleto a Barcelona. Solo ha ido ahí un par de veces y fue solo para unas revisiones médicas importantes que no podía hacerse en San Deucalión, viajar a otro país sin haber salido de su zona de confort antes es saltarse varios pasos de una vez.
Al menos hay gente que les da la despedida, y algún regalo y abrazo, cualquier diferencia fue hubieran tenido en el pasado se olvida. A los Garza también les dan despedidas, abrazos y regalos, pocos en realidad, el desastre de hoy los dejo un poco en mala posición, aunque a Sigrid solo le muestra cariño su padrino, que es quizás el único habitante del pueblo que aún le guarda aprecio genuino, incluso con lo que paso hoy.
Ni siquiera conoce al boletero ni de nombre y eso que es un pueblo pequeño lleno de amistades, pero al pasar por el boleto debe sonreír como si fueran amigos de toda la vida, tampoco es difícil. Le hace gracia que el hombre, siendo un adulto necesite un banco para estar a la altura de la ventanilla de la boletería y que tenga que apartar la barba de los registros.
El boleto es del tren que llega a las diez, y tan solo siete minutos después de llegar los Laszlo, los Garza también llegan y compran boletos. Trea ya sabe que ellos también se mudaran con ellos, pero parece que los tres hermanos no están enterados, a juzgar por cómo se sorprenden de verlos y que lo atribuyan a la coincidencia. Trea no hablar con Sigrid, ni siquiera quiere verle la cara, sus tonterías le echaron a perder el día, con Gadea y con Brais no tiene ningún pleito y se lleva bien con ellos, pero la hermana mayor es casi una adulta y el menor es un niño sin mucha capacidad de atención, no tiene mucho que conversar con ninguno de ellos.
El niño se entretenido caminando de aquí para allá, Gadea se une a los adultos en sus conversaciones, y como Trea no quiere ni dirigirle la palabra a Sigrid, se va a meter en los baños. Tiene su propio reloj de pulsera y está muy al pendiente de la hora, cuando vea que son las diez ya saldrá, y, de todos modos, tenía una necesidad.
Luego de hacer lo que necesitaba se queda otro rato en el baño viéndose al espejo y pensando en la vida, dándose ánimos para continuar; ya que no pudo ganar el primer puesto de arquería, del pueblo, lo hará en otro lugar. Se inspira tanto pensando en ello que termina soñando despierta y pierde la concentración y la noción del tiempo.
—¡Trea! —La misma Sigrid a quien había querido evitar llega —¡No puede ser! ¡¿Qué haces!
La agarra de la mano y la lleva corriendo hacia afuera. Trea bien podría correr más rápido y llegar antes con su zancada más larga, pero aun así se deja llevar. Al salir del baño se encuentra con que el tren ya llegó, de hecho, se está moviendo. Trea revisa su reloj, son las diez menos dos, no debió tomarse muy al pie de la letra el horario de llegada.
Para cuando se acercan al tren, este ya está avanzando y ninguna se atreve a tratar de abordarlo ahora que está en movimiento, no pueden hacer nada, pero sus padres sí. La madre de Trea, Aalis, les tira como puede por la ventana una cantidad de euros que ni siquiera se molestó en contar y les alcanzó a gritar que compren otros boletos para el siguiente tren y que ellos los esperaban en la estación de la ciudad.
Ambas niñas se dedican a recoger el dinero del andén y de las vías, se genera una breve discusión sobre quien tendrá el dinero, pero no llegan a nada y deciden no darle vueltas. Ambas recogieron lo suficiente para pagar cada una su boleto, el boletero parece no haberse ni percatado de lo que ocurría.
—¿Qué ha pasado? —Pregunta Trea.
—Pues que el tren ha llegao —Responde Sigrid —Y como estaban conversando y Brais estaba dormido, pues nadie ha notao que no estabas, excepto yo.
—¿No tenías con quien hablar?
—Bueno —Contesta algo sarcástica —Da gracias por eso, al menos alguien noto que faltabas.
—Tampoco ha servido de mucho ¿Sabes?
—Pero lo intente ¿O no?
—Si, cierto, gracias —Agradece Trea con poco entusiasmo.
El siguiente tren a Barcelona se supone que pasaría en una hora y media, solo les queda volver a sentarse y esperar. La verdad da algo de miedo el estar ahí solas, el sitio se ve algo fantasmal, Sigrid estaría ahora cantando algunas notas para calmarse si no hubiera público. El boletero parece haberse dormido en su silla.
—Hubiese traído una cobija —Comenta Trea al empezar a sentir el frio del aire.
—Sí, yo también, por cierto ¿Te dolía la tripa?
—No, solo quería pensar, este día fue una mierda.
—Ah, cierto ¿Qué ha pasao ahí realmente? Yo he estao todo el día evitando que las moscas no se comieran el caramelo de mi puesto.