Continente de Gigantes

Estoy desesperada

Dos horas y media después, Sigrid y Trea llegan a la estación de Barcelona y se reúnen con sus padres, que estaban preocupados. Luego de los abrazos y las palabras de alivio, llegan los regaños y las recriminaciones.

—¿Y a él que le ha pasao? —Pregunta Gadea al ver a Urko salir del mismo tren y pasar junto a ellas.

—Él dice que unos pájaros se le tiraron encima a sacarle los ojos—Responde Sigrid tratando de no dar demasiada información —Y que se estampó de cara con un poste por estar huyendo, se partió un diente.

—¿En serio?

—Eso ha dicho él, quizás está pagando algún pecado.

Sigrid lo decía como broma, para romper algo de tensión, es un chiste que, ya hecho antes, pero ahora cuando habla de algo así, ninguno lo toma como broma, solo ella.

—Nadie aguanta nada —Se queja la muchacha.

Luego de la reunión, ambas familias vuelven a sus asuntos, tienen que llegar al aeropuerto y tomar su vuelo y en el proceso, dan una vuelta en taxi por la ciudad.

Barcelona es una metrópolis concurrida y llena de vehículos, muy desagradable para los amantes de la vida campesina. Todo mundo tiene ganas de continuar su camino lo más pronto posible, pero el tráfico no se los permite y se les escapa bastante tiempo solo en viajar en taxi.

El largo viaje en vehículo le da tiempo a Sigrid para pensar. Aún está preocupada por lo que paso en la estación, y sobre Urko; quisiera poder contarle todo a alguien y así por lo menos saber que alguien capacitado va a tomar cartas en el asunto, pero seguramente nadie le crea y, además, no puede asegurar que realmente haya alguien “capacitado” para los asuntos involucrados; magia y sociedades secretas.

—¿Te pasa algo, sapito? —Pregunta su madre al verla tan pensativa.

—No —Contesta la niña —Solo pensaba algunas cosas.

—¿Sobre el hogar?

—Más o menos —Dice, y sería más un “menos” que un “más”, realmente de tanto pensar en Urko y lo que paso en la estación, casi había olvidado lo mucho que extrañara San Deucalión, y ahora su madre acaba de recordárselo. Ahora tiene dos pensamientos molestándola, uno preocupante y otro triste, muy triste —Y ya no me llames así.

Ya en el aeropuerto y habiendo descargado todo el equipaje, Hervé se dedica a hacer todos los trámites necesarios mientras Ingrid trata de consolar a sus hijos, sabe que hacer esto le debe parecer algo triste y en algunos se nota más que en otros.

—A ver niños —Les dice con la voz más dulce y maternal —Miren, yo sé que están tristes, lo sé perfectamente, y yo también estoy triste, esto no ha sido fácil, seguramente creen que estamos abandonando nuestro hogar, pero el hogar no es un lugar, el hogar es donde está la familia y los seres queridos, cualquier lugar es un hogar si lo convertimos en tal.

Sus palabras elevan un poco la moral, aunque solo sean frases inspiradoras sacadas de publicaciones de redes sociales. Aun así, Brais termina llorando un rato después y su madre se dedica consolarlo y a tratar de explicarle el porqué de las cosas.

Poco rato después se les unen la pareja Laszlo y su hija, y parece un buen momento para dar a conocer su idea de mudarse juntos en su nuevo hogar a quienes no estaban enterados, cosa que a todos les parece consolador, será bueno tener una cara familiar cerca. También aprovechan para dar detalles de su destino: un país llamado Ecuador, un país diminuto y poco conocido, pero bastante agradable. Según sus parientes lejanos allá (Los que les ayudaron a conseguir una propiedad y arreglar más asuntos) es un lugar agradable con un futuro prometedor, pero preocupado por la mantención de tradiciones y costumbres viejas, justo lo que están buscando. Además, la ciudad que eligieron para vivir es perfecta, tiene servicios básicos, hay campos a montones donde la gente cultiva y hace sus granjas, y está cerquísima a una ciudad mediana con escuela y supermercado, hay poco tránsito, así que el aire está bastante limpio, naturaleza por todos lados, es perfecto.

Las revelaciones no terminan de aliviar la tristeza, pero sirven como pequeño consuelo.

El avión correspondiente sale en dos horas, a las quince y tres cuartos de la noche, eso es ya bastante tarde así que hay quienes optan por dormir un poco en el hombro de alguien más. Ir a dar un paseo no es opción, el aeropuerto es enorme, muy amplio y lleno de gente, podrían perderse; a lo mucho, se levantan a comprar algo a una tienda o al baño, como Trea, que tuvo una necesidad repentina.

Va, vacía la vejiga, se lava las manos y sale para volver a esperar, nada fuera de lo normal, o así debería haber sido. Inesperadamente, al salir del baño de mujeres, siente una mano grande posándose sobre su cabeza.

—Hay un problema y es de vida o muerte —Escucha susurrar a una voz rasposa que le resulta familiar.

—Me picas el ojo —Responde ella y la mano se retira de su cabeza y al voltear confirma que se trata de Urko, pero está algo distinto, se cambió de ropa a una más limpia y nueva, y lleva un parche de gaza y cinta en el ojo derecho y la cara ya se le deshincho. Ella decide hablar medio bajo, ya que si Urko lo hace debe ser porque es importante no llamar la atención —¿Nos has seguido? ¿Qué te ha pasao?

—Una cosa tiene que ver bastante con la otra, me pelee con otro sonso de la inquisición y me dejo un ojo morado de recuerdo.



#1448 en Fantasía

En el texto hay: aventura, magia, violencia

Editado: 13.01.2025

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