Continente de Gigantes

Caza

La selva ha estado silenciosa estos días. Silenciosa y un tanto desierta. Hay muchos árboles y plantas, pero por algún motivo un día empezaron a dejar de verse monos, sajinos, perezosos y bestias más grandes, o se los veía mucho menos, incluso ahora es raro que no hayan visto bestias acercarse a beber al río, había tanta calma, y de repente esto. Se oye algo lejano, Trea es la primera que lo oye, pero en poco tiempo sube su volumen y resalta un poco entre la rara quietud de la selva, aunque no lo reconocen de golpe.

—¿Eso es un perro? —Pregunta Abraäo.

Es difícil no reconocer un chillido de perro, y más difícil estar calmado al escucharlo, una buena persona no haya paz a corto plazo luego de oírlo.

—Voy y vuelvo —Dice Urko metiéndose en la selva y perdiéndose de vista, pero esta vez, quizás por primera vez, hay alguien interesada en acompañarlo.

Trea toma su arco y sus flechas y sin pensarlo demasiado va tras Urko, Sigrid también va; será terca, pero aún tiene un corazón. Ya ha atendido llamados de bestias en problemas antes al pastorear ovejas, desde pájaros, hasta cabras unicornios, aunque en San Deucalión conocía las bestias de los alrededores y sabía que casi nunca había ninguna muy peligrosa. En este caso solo Dios sabe que habrá entre los árboles y matorrales. Abraäo se une con su lanza de madera por no quedarse apartado, y porque también tiene curiosidad.

No tienen más punto de orientación que la dirección desde donde vienen los gritos, Avanzan como pueden, Urko ni siquiera se molesta en quitar maleza a machetazos esta vez, pero no se frenan por eso de todos modos, siguen andando buscando el origen de los gritos, que cada vez son más claros, pero de repente se les une otro sonido: un gruñido grave, furioso y feroz, y luego otro chillido de sufrimiento que acompaña al primero, pero este es breve, se corta al poco tiempo de acabar y segundos después también termina el otro, con un último chillido agudo, un último aliento.

Durante unos momentos se frenan y dudan si seguir adelante o no. Urko es el primero en continuar, Abraäo lo sigue para a ver qué pasa y para no quedar como miedoso, y las dos niñas van detrás con duda, ya que no quieren quedarse solas en medio de la selva y no tienen valor para volver por su cuenta al río. Lo siguen, aunque con nerviosismo y Trea con una flecha cargada, por si acaso, aunque puede que falle, ya que la mano le tiembla.

Avanzan y avanzan, despacio, agachados, y con cuidado, unos minutos después alcanzan a ver a Urko de pie viendo unos árboles, si él está ahí sin problema entonces no ha de haber peligro, así que le dan alcance y lo que ven es… espantoso.

Si eran perros lo que se escuchaba gemir de dolor: un par de huargos, rottweiler quizás, a ambos les falta la cabeza o la tienen destrozada y tienen otras heridas en el cuerpo. En los alrededores hay señales de que el culpable fue algo grande, huellas de felino de treinta centímetros, zarpazos en un árbol y seguro las heridas de los huargos son de garras y dientes grandes y afilados.

Sigrid empieza a sentirse mal de ver eso, uno de los cadáveres de perro tiene la mitad trasera destrozada, con carne, hueso y algunas tripas expuestas. Se aleja del lugar con náuseas. Trea y Abraäo también están mal, pero a la primera no le avergüenza que le vean vomitando y el segundo le da demasiada importancia a su orgullo, disimula el asco y las náuseas tanto como puede, incluso tragándose su vomito de vuelta. Urko, por su lado y como ya parecen haber notado antes, es inmune a la sensación de asco por la sangre o el degollamiento, pero si tiene cara de lástima al ver los cadáveres.

—¿Qué ha pasado aquí? —Pregunta Trea, todavía afectada por el asco.

—Creo —Dice Urko —Que hay cazadores cerca, y mandaron a estos pobres perros a cazar algo bien grande, a lo mejor un jaguar.

—¿Cómo lo sabes?

—No sé, solo…sospecho, no se me ocurre que más pudo ser.

—¿Y ese jaguar podría seguir cerca? —Interroga Abraäo, asustado y nervioso.

—A lo mejor, mejor vámonos, vos —Le indica a Trea —Ve a buscar a la colorada y volvamos al rio.

—No sabía que los huargos de pelea se usaran para cazar —Comenta Abraäo.

—No son de pelea, ni de caza —Le responde Urko irritado —Solo son perros grandes que a alguien le pareció que hubieran podido con un jaguar, y al final no.

—De repente te importa mucho.

—Una vez tuve de mascota un gallo de pelea que tiraron a una quebrada por perder y romperse una pata.

Está enojado, frustrado y un tanto triste, como estaría cualquier persona que aprecie a las bestias y de alguien que alguna vez tuvo una mascota que salvo de un pozo de gladiadores. Trea trae de vuelta a Sigrid, y vuelven al río, ninguno se queda tranquilo luego de eso, no solo por la imagen de los perros muertos (Que les impedirá dormir tranquilos a los cuatro) sino porque es señal de que quizás no estén solos en la selva. Por lógica saben que los cazadores furtivos no se mostraran amables con ellos, y luego está lo que mato a los perros, que podría ser un jaguar, es lo más seguro, nada más en la selva tendría tanto poder. Asumen que no está muerto, podría estar acechándolos entre la maleza mientras caminan o desde las ramas de los árboles, es increíble que algo de ese tamaño se pueda esconder tan bien.

Siguen caminando los siguientes tres días, Urko aún tiene que meterse entre los árboles para buscar algo de comer, aunque en parte espera encontrarse con los cazadores. No es idiota, no les saltaría enfrente con los puños levantados, pero quizás podría pensar o hacer algo, cualquier cosa; pero no los encuentra, lo que si encuentra es una trampa para bestias grandes con una cola de armadillo amputada y llena de gusanos, rastros de zonas herbosas macheteadas, huellas y un par de latas de cerveza, casi parece que se están acercando más a ellos, lo que podría darle la oportunidad de ayudar a la selva con este problema, si se le ocurre como. Va a estar callado con el asunto por ahora, no ha de pasar nada, y si pasa, no le pasara a él.



#1448 en Fantasía

En el texto hay: aventura, magia, violencia

Editado: 13.01.2025

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