Como parecía que no habría nada mejor que hacer, todos optaron por dormir un poco, aprovechando que por fin tienen auténticas camas y cobijas a la mano. A Abraäo le gusta dormir en una litera superior, Trea tomó la cama junto a la de Sigrid, para poder estar cerca si necesita algo, Urko por su parte y siguiendo su hilo de actuar raro, se durmió sentado en el piso junto a la puerta. Durante varias horas todo parece bastante calmado, excepto por algunos leves ruidos en el techo, producto de la jaguara moviéndose mientras también duerme, pero no es mayor problema. Hasta que de repente empieza a hacer un escándalo.
Ya no es solo que su peso aplaste y retuerza un poco la lámina; la está arañando y haciendo rechinar, lastimándose el tímpano y a todos, incluso a Sigrid, que, aunque no se despierta, si reacciona al ruido con desagrado.
—Siempre —Dice Urko cuando el ruido cesa —¡Siempre! Tiene que haber un gato en un tejado, jodiendo.
—Apoyado —Contesta Abraäo.
—¡AH! —Reacciona Trea en cuanto revisa a Sigrid —¡Fiebre! ¡Está ardiendo!
Urko comprueba, si, la enana tiene una fiebre muy alta en estos momentos. Lo único que tienen para esto son pastillas de ibuprofeno y paracetamol, que logran hacer que Sigrid se tome estando seminconsciente.
—¿Ahora ya vas empezar a…? —Intenta decir Trea, pero Urko la calla en seguida.
—Calla la boca, que todavía vive.
—Patán —Dice ella para sí misma, lo único que puede hacer es seguir al pendiente de su vieja amiga.
—¿Qué hora es por cierto? —Pregunta Abraäo.
—El reloj se murió hace días —Trea —No sabría decirte.
—¡Ah! —Exclama repentinamente Urko cuando un insecto vuela cerca de su cara. Es una luciérnaga, una de varias que parece que lograron entrar.
Por algún motivo al gigante le dio por tratar de atrapar insectos en medio de la noche; hace algo de escándalo y termina tropezándose, podría usar el amuleto de fuego, pero lo metió en un generador encendido que tiene la choza en un pequeño cuarto contiguo para que se recargue (Era gracias al generador y a unas baterías de auto que la choza tenía luz eléctrica).
—¡¿Qué coño te pasa?! —Reclama Trea.
—¿No oyen? —Pregunta Urko, cuando al fin logra atrapar una luciérnaga con las manos.
—¿Oír qué?
—Escucha —Contesta él, acercándole el insecto a la oreja.
—Oigo un insecto haciendo ruiditos de insecto ¿Qué más?
—¿De verdad no oyes?
—¡¿Oír qué?! No sé qué brujería estes haciendo, pero no me jodas con eso ahora.
Trea no suele ser el tipo de personas que insulte a la ligera, esta noche realmente ha superado su límite.
Urko por su parte, mantiene al insecto encerrado en un espacio entre sus palmas mientras se lo sigue acercando al oído, y escucha.
—¡Suéltame, libérame, quiero volar, no quiero encierro, no hay espacio, suéltame, déjame, tú mueres, los cazadores mueren, suéltame!
El muchacho se apresura a liberar al insecto, que se aleja volando, aunque aún puede escuchar muy levemente sus frenéticas palabras, también las de las otras luciérnagas.
“Cazador, mueres, encerrados, enanos, malos, humanos, mueren, negro, orejones, mueren, queremos que mueran” Son algunas de las palabras que repiten una y otra vez de forma frenética, pero solo él las escucha, Trea, que tiene el mejor oído de los cuatro asegura no oír nada.
—El padremonte viene —Escucha decir a un insecto que pasa cerca de su oreja.
Urko se acerca a las ventanas, abre corre levemente una cortina y afuera ve un enjambre de luciérnagas revoloteando y posándose por todos lados, iluminando tenuemente el ambiente. De repente hay más escándalo, esta vez no es el jaguar arañando el techo; se escucha como un derrumbe o algo grande y pesado cayendo, quizás un árbol. Con eso hasta Trea y Abraäo se acercan a ver lo que pasa afuera.
—¿De verdad, de adeveras, no escuchan? —Urko insiste en preguntar.
—¡¿Escuchar qué?¡ —Pregunta Abraäo.
—¿Gritos?
—Yo los escucharía —Indica Trea —Pero no escucho nada.
—¿Qué es eso? —Pregunta Abraäo.
Algo raro pasa afuera; aparte de las luciérnagas, el aire empieza a llenarse de aves, en su mayoría aves pequeñas nocturnas, pero el suelo también empieza a animarse. Bestias de cuatro patas empiezan aparecer y a caminar por los alrededores; tapires, pecaríes, venados, capibaras, etc. También algunos ocelotes y nutrias, todos se reparten por los alrededores de la isla, y todos gritan de forma desordenada.
—¡SALGAN! —Exige una lechuza.
—¡CAZADORES! —Laman los monos.
—¡MORIR! —Grita un venado.
—¡PADREMONTE MATA! —Chilla una nutria.
Todos gritan desordenada y violentamente, ninguno dice nada amable, podría decirse que incluso los amenazan, pero su modo de hablar es torpe y raro. Pero lo que Urko escucha como gritos y amenazas, son solo gruñidos, graznidos y chillidos para Trea y Abraäo. Los que no están gritando están aprovechando los cadáveres y huesos; venados, capibaras, tapires y cerdos, pero son estos últimos los que afirman su dominio y se apoderan del botín, no es un bonito espectáculo.