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l día siguiente se aprovisionan de todo lo que pueden: comida, ropa y herramientas (Un cuchillo de acampada, una olla pequeña, un par de linternas, una soga, un reloj de segunda mano y cantimploras) y se van sin mirar atrás, y así es mejor, anoche la policía recibió una llamada de aviso sobre un runa armado y peligroso. Realmente se les va un día entero solo en alejarse de Píllaro y de los campos de cultivos a sus alrededores, y solo luego entran realmente a territorio más silvestre.
Cerro Hermoso está bastante lejos de Píllaro, como a treinta y ocho kilómetros (Más o menos) al este, en medio de los Llanganates, en el páramo occidental, pero por una zona más montañosa, les va a tomar varios días llegar ahí a pie, incluso siguiendo los senderos para turistas y, además, su única forma de orientarse es con el sol, la luna y con un mapa turístico de papel. El páramo local son prados extensos cubiertos de hierva y arbustos, están bastante expuestos al clima y las temperaturas erráticas. El viento es frio y el sol quemante; eso durante el día. En la noche es una autentica helada, incluso el roció de la hierba amanece convertida en escarcha y dado que no hay mucha madera seca ni material combustible cerca, van a tener que medir mucho el uso del amuleto de fuego.
Podrían seguir algún sendero para turistas hasta algún punto, pero tienen que ir en otra dirección y, además, ocultarse. A diferencia de la selva, en el páramo andino están bastante expuestos, por eso han tenido que recurrir a nuevos trucos para pasar desapercibidos. Se hicieron una “ropa de camuflaje” subiéndose de hiervas y hojas por encima, han hecho ramos de hiervas y pastos y se los han amarrado a los ponchos, llevan pelucas de arbustos secos, e incluso eligieron ropa de colores verdosos oscuros para ir con el conjunto. Si ven alguien acercarse, solo se tiran al suelo inmóviles el tiempo que haga falta.
—Ah, si sirve —Comenta Urko cuando intentan el truco la primera vez. Aunque se escondían de un auto de guardabosque que pasaba rápido por un camino cercano, es difícil saber si realmente era necesario esconderse o no.
En cuanto parece que ya están algo alejados de la sociedad, la kuartam se transforma y trata de ganarse la vida en este nuevo y extraño ambiente, con extrañas nuevas presas. Los niños por su lado, luchan por no desorientarse y desviarse de la dirección a la que deben ir, y también por sobrevivir. El páramo andino no es tan surtido como la selva, no hay árboles frutales, los insectos y bestias de sangre fría son escasos y solo salen pocas horas al día, y no podrían cazar un camélido o un lobo de páramo. Tendrán que arreglárselas con lo que consiguieron en la ciudad: enlatados, pan, fruta y carne seca y granos, si hay suerte encontrarán algo más.
Entre las nuevas provisiones tienen una pequeña olla de metal nueva con la que cocinan un poco de arroz con sal para comer con atún, usando las propias latas de platos.
—¡Au! —Dice Sigrid al cortarse el dedo con el borde de la lata —¿Me prestas la cruz?
—No —Contesta.
—¿Por qué no?
—Es solo un corte en el dedo, ya se ha de sanar, no seas llorona.
—Ah, y tú si puedes usarlo para lo que sea ¿No?
—No exageres, solo la uso cuando hace falta, y no la he usado desde la semana pasada.
—¿Hoy no es lunes?
—La semana antepasada.
—¿Por qué no la llevas encima todo el tiempo?
—Dios, si la llevo, te emperras, si no, también te quejas.
—No me he quejao, solo pregunto.
—No voy a andar con esa cosa veinticuatro/siete, es horrible.
—¿Qué tiene de malo? Se supone que con ellas eres inmortal ¿O no?
—Ni tanto, los que la tenían antes si pudieron morir, pero no me gusta tenerlas cerca mucho tiempo porque pareciera que estuvieran malditas.
—Algo que te permite estar bien de salud no me parece maldito.
—Te digo como se siente, no sé qué tenga esa cosa, pero cuando la tengo cerca es —Se sacude como si le diera un escalofrió —¿Tu no sientes nada?
—¿Cómo voy a saberlo si no me la prestas?
—Si desde que tengo la cruz del Caipora la he usado con ustedes mientras duermen, solo por eso no les ha dado una gripe o algo peor ¿Nunca notaron nada?
—Y aunque lo hubiésemos notao ¿Cómo saber si fue cosa de la cruz o solo un mal día? Yo he tenido un montonazo de ellos desde que te conozco.
—¿Sabes qué? Vamos a probar.
Al final ella salió ganando, Urko simplemente saca la cruz de su caja metálica y se la da, al instante su dedo esta como nuevo.
—¿Qué se siente? —Urko.
—Mi dedo está bien, así que creo que, pues, bien —Responde mientras devuelve el objeto.
—¿Qué raro? —Dice recibiéndola y guardándola nuevamente —Cuando lo tengo cerca se siente como…sufrimiento.
—¿Sufrimiento?
—No sé cómo decirlo, es como si el coso se quejara o andara sufriendo.
—Anduviera —Le corrige.
—Como se diga, pero como que contagia, como que se te pegan las malas vibras, es horrible, hasta que no tuve la caja no pude estar tranquilo.