Continente de Gigantes

La tumba del inca y el dios diablo

S

igrid no quería entrar en la cueva húmeda oscura y aterradora, pero estar afuera sola tampoco es lindo, ahora mismo le gustaría que la kuartam regresara. Mientras tanto, se abre su última lata de atún, y calienta algo de agua para beber. No les alcanzara la comida para el viaje de regreso, así que seguramente Urko recurra a buscar insectos y/o comer pasto y raíces o alguna bestia que la kuartam cace.

Más malas noticias: los culpeos regresaron, y ya están bastante cerca; que bien se camuflan, ni siquiera los vio acercarse. Son dos, vienen por su flanco derecho, siguiendo la orilla del lago; hasta ahora ella había dejado que Urko se encargara de espantarlos, pero ya que ni él ni la kuartam están, depende de ella. Tampoco es que sea difícil, desde que los vio, los lobos de paramos han actuado bastante cobardemente, huyendo al menor signo de peligro o amenaza, solo necesita un grito ronco y feroz sacado directamente de la garganta, como el rugido de un jaguar, ya también estar de pie, tener la cabeza por encima de la de los lobos. Se truena los dedos y se estira los brazos, aunque va a trabajar con la garganta.

—¡GRAAAH! —Grita con todas sus fuerzas, pero las bestias no retroceden, ni siquiera parecen intimidadas, al contrario, empiezan a gruñir y mostrar los dientes —¡GRAAAH!

Aun intenta ahuyentarlos a gritos, pero no funciona, esta vez parece que si están decididos a quitarle todo. En vista de que parece ser inútil el seguir gritando, Sigrid simplemente opta por retroceder y alejarse, dejando que los lobos busquen lo que quieran, aunque luego seguramente Urko le heche una bronca por ello. Pero los lobos no quieren la comida, simplemente olfatean por encima su mochila y la de Urko y siguen avanzando hacia adelante, hacia ella.

¿Qué es lo que quieren? La comida está ahí ¿Por qué no la toman? Pareciera que los guiara la simple furia más que la necesidad de comida, hay algo en sus caras que da esa impresión.

Sigrid esta asustada (No es para menos) así que, a la desesperada, trata de alejarlos con más gritos y tirándoles piedras y palos, lo que tenga a la mano, pero tampoco tiene éxito. No diría que los enfurece más, porque sus caras ya muestran una furia bastante difícil de superar. Sin más opciones solo retrocede mientras apunta a las bestias con un palo largo que usara de garrote si hace falta, aunque ya está pensando en salir corriendo cuando oye más gruñidos detrás de ella y al voltear se encuentra con otro culpeo furioso y gruñiente.

Las tres fieras del tamaño de perros medianos se le acercan peligrosamente mientras la niña sigue tratando de retroceder, esta vez hacia la ladera de la montaña. Quizás, si es rápida, pueda llegar hasta la cueva y meterse ahí. No piensa demasiado en ello antes de intentarlo.

Sus piernas cortas no son lo mejor para subir la ladera, pero no pierde afán en su intento de huir, ni siquiera voltea a ver atrás, no sea que lo primero y ultimo que vea al voltear sean las fauces de los lobos. No logra ser muy rápida, y resbala un par de veces, momentos en los que, presa del pánico, rasca la tierra exasperada y agarra piedras o cualquier cosa que alcance con la mano y la lanza hacia atrás sin mirar.

—¡KUARTAM! ¡URKO! —Grita asustada por momentos.

De algún modo logra llegar a la grieta y entrar sin pensar demasiado, una vez dentro, agarra una piedra y se prepara para lanzarla contra lo primero que se asome por la entrada. Pero nada aparece. En el tiempo que espera a que algo se deje ver, la respiración y el ritmo cardiaco se le calman, pero aun tardan en normalizarse.

¿Qué paso? No puede ser que los lobos se rindieran; hasta ella toma conciencia de que no tenía la mínima oportunidad de huir, y aun así lo hizo, ni siquiera escucha nada afuera, pero si adentro: un simple crujido, como de una pisada, pero al voltear, no ve nada, solo un túnel que parece no tener fondo y siente un olor raro y desagradable en el aire. Sus ojos se adaptarían más rápido a la oscuridad si no hubiera otra fuente de luz ahora mismo.

Solo volteo un segundo y al siguiente ya hay un culpeo entrando a la cueva. La enana, con espanto, le lanza piedras, muchas piedras, una tras otra, cualquiera que alcance con la mano. El canido recibe pedrada tras pedrada, pero no retrocede, más bien, parece enfurecerse más con cada golpe, ni siquiera chilla como haría, por ejemplo, un perro. Al final es Sigrid quien cede y retrocede, adentrándose aún más en la cueva. Un tropiezo le hace avanzar varios metros en poco tiempo, y aún sigue huyendo en cuanto se levanta, también ahorra algo de tiempo y energía deslizando un poco, siendo eso posible gracias a que la cueva desciende en diagonal. Conforme se aleja de la entrada, todo se hace más oscuro y los ojos se le adaptan más a la oscuridad, aunque no sirve de mucho si no hay nada que ver, solo un túnel largo pero espacioso, más de lo que pensó que seria. Una nueva fuente de luz casi le deja ciega de golpe.

—¡¿Y vos que haces aquí?! —Dice Urko, molesto.

—¡Ay! ¡No me apuntes con eso! —Responde, frenando su carrera y cubriéndose los ojos, él desvía la linterna de su cara —Casi me desintegras las retinas.

—¡¿Qué haces aquí te digo?¡ ¡Contesta! —Interroga y a la vez le vuelve a apuntar a la cara con la linterna como si se tratara de un interrogatorio de la mafia.

—¡AH! ¡Ya para! ¡Me persigue un lobo!

Urko, incrédulo, apunta con la linterna hacia el túnel, peor no ve ni escucha nada.



#1448 en Fantasía

En el texto hay: aventura, magia, violencia

Editado: 13.01.2025

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