Continuación de un romance

Capítulo 6

Ingrid pensó que Renzo no regresaría para otra cosa que no fuera recoger a Matías, pero se inmutó al verlo de pie en la entrada de la casa, observando cómo los demás niños corrían de un lado a otro. La niñera lo había dejado pasar pero se fue al instante para perseguir a los niños que llevaban crayolas en las manos tratando de pintar las paredes.

Renzo miraba a todos con alegría.

Ingrid apareció para indicarle que pasara a la sala.

—¿Entonces has venido a...?

—A escuchar la historia.

Ingrid se sintió apreciada. En mucho tiempo no había recibido una promesa cumplida.

—Entonces será mejor que empecemos. No tardaré mucho.

Ingrid llamó a la niñera para que bajara a los niños del segundo piso a la sala para comenzar el cuento.

Segundos más tarde, los niños se empujaban para sentarse sobre el suelo.

Ingrid le asignó un asiento a la abuela, a la niñera y su madre en dónde era costumbre, dejando a Renzo en medio de todos.

Ingrid se situó de modo que todos pudieran verla, se presentó y todos los niños corearon su nombre en respuesta. Luego dió una pequeña introducción de lo que hablaba el cuento para los niños que no lo habían escuchado antes, siendo apoyada por los que sí lo recordaban cuando comenzaron a decirle a los otros la historia que los personajes y lo que habían hecho. Un pequeño debate surgió entre los pequeños, ya que unos recordaban unas cosas y otros aseguraban que eran otras, de modo que la niñera los corrigió y dió su versión, logrando así que los niños asintieran y guardaran silencio.

Ingrid comenzó a hablar, haciendo un pequeño resumen de lo último que había contado hace años. Observando a su tiempo la expresión de los niños, pero más particularmente la de Renzo.

En el tiempo que transcurrió después, que no fueron más de treinta minutos, Ingrid sintió que flotaba en el aire. Como si sus pasos no tocaran el piso y ningún otro lugar en el mundo existiera, olvidándose incluso de Darío. Se dejó llevar por las palabras que salían de su boca sin esfuerzo, acompañadas de ademanes y gesticulaciones inconscientes. Estaba encarnando su verdadero ser, el mismo que había reprimido en los últimos años, permitiéndole a su cuerpo expresarse con los cinco sentidos, siendo capaz de reconocerse en la multitud, sin querer escapar o esconderse, siendo libre como las olas del mar.

Renzo la veía con incredulidad y con la boca entreabierta, quizá él también perdió la noción del tiempo y la consciencia del lugar donde estaba.

La niñera casi se conmovió hasta las lágrimas al escuchar el final de la historia, algo que la hizo reflexionar también sobre su propia vida.

Un silencio inundó la casa cuando Ingrid pronunció las palabras que concluían las aventuras, provocando que todos se miraran los unos a los otros, unos con nostalgia y otros con tristeza.

Ingrid se dispuso a tomar su chaqueta para empezar a despedirse, pero Matías estuvo contento con lo que acababa de escuchar, por lo que se puso de pie y comenzó a aplaudir.

Los demás niños se levantaron y lo imitaron. Entonces Renzo, la niñera, la abuela y la madre de la niñera se levantaron y comenzaron a aplaudir.

Vítores y silbidos invitaron a Ingrid a hacer una reverencia. Cuando se escuchó el timbre súbitamente, se acabó la ola de aplausos.

—¡Vayan por sus cosas! —Exclamó Ingrid.

Los niños corrieron hasta el perchero en la entrada por sus mochilas y prendas de ropa, se pusieron sus abrigos y chamarras y salieron cuando la niñera abrió la puerta. Los padres estaban afuera, de pie sobre el pasto del jardin, esperando por sus hijos.

Cuando los niños estaban ya tomando las manos de sus padres, levantaron la mano contraria para despedirse de Ingrid y de la niñera desde lo lejos. La niñera regresó a la sala y se tumbó exhausta sobre el sofá.

Renzo se preparaba para irse y le dijo a Matías que se alistara para partir.

La madre de la niñera y la abuela se acercaron a él y le dieron las gracias por haber estado ahí esa noche, invitándolo a que regresara en los días siguientes. Renzo les dijo que haría lo posible, ya que no siempre salía temprano del trabajo.

Matías estaba listo junto a la puerta cuando se le acercó a Ingrid. Le tocó la pierna para atraer su atención, entonces ella se giró hacia él y se puso en una rodilla para escucharlo atentamente.

—Ya sabía que el planeta llegaría a su fin. —Le susurró en el oído, refiriéndose al final del cuento.

Ingrid lo abrazó antes de que apareciera Renzo.

Cuando lo vió se puso de pie y le estrechó la mano para despedirse.

La niñera llegó para despedirse de Ingrid, también la abuela y la madre de la niñera.

Ingrid le preguntó a su abuela si estaba lista para irse, pero ella le dijo que se quedaría ahí un rato más. Entonces Ingrid aclaró que ya debía irse y procedió a despedirse.

Ingrid salió de la casa y al doblar la primera esquina para ir a tomar el autobús, Renzo le habló desde su auto. Cuando Ingrid se detuvo, él detuvo el auto y se bajó deprisa.

—¿Vas a casa?

Ingrid asintió.

—Podemos llevarte si aceptas.

Ingrid lo pensó un poco, pero accedió.

Renzo le abrió la puerta del asiento delantero. Matías comenzó a hablar en cuanto Ingrid se subió al auto.

Renzo empezó a conducir. Por alguna razón Ingrid sentía tranquilidad, y aunque no quería aceptarlo, era a causa de Renzo. Su aspecto fuerte le daba seguridad, aunque mentalmente seguía negándose a aceptar que le atraía.

Renzo se mostró feliz, riéndose de los chistes de Matías, incluso añadiendo palabras a las anécdotas del niño. Ingrid se alegró al verlo reír, pensando que la sonrisa le sentaba muy bien a la forma de sus ojos.

Ingrid escuchó a ambos hablar sobre la madre de Matías y cuánto la apreciaban. Matías la veía como una heroína, y Renzo mostró con sus gestos que también la veía de tal forma. Ingrid no quiso indagar sobre el paradero del padre de Matías, pues sabía que eran fibras que de ser tocadas provocarían un diluvio.



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En el texto hay: misterio drama

Editado: 28.03.2024

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