Continuación de un romance

Capítulo 8

Arcelia recibió una llamada de su hijo mayor avisando que su hermana había sufrido un accidente en la aldea. Arcelia comenzó a empacar una maleta suficiente para una semana.

Al salir de la casa, Ingrid se acercó a saludarla, y al ver la maleta en su mano, le preguntó a dónde iba. Arcelia le mintió diciéndole que iba a pasar un tiempo de vacaciones con su hijo, especialmente porque quería estar cerca de sus nietos. Ingrid se despidió de ella y le recordó que habían prometido viajar a la aldea a visitar a su hija. Arcelia casi sintió la necesidad de contarle lo sucedido para que Ingrid la acompañara, pero tenía la esperanza de que su hija no estuviera en peligro y que solo se tratara de una falsa alarma. No quería preocupar a Ingrid, así que la abrazó y después tomó el primer autobús. Cuando tomó el segundo, pensó que se había equivocado de destino, pues el autobús estaba lleno de pasajeros y ella no recordaba que muchas personas fueran a ese lejano lugar.

Unas horas más tarde, estuvo en el lugar central de la aldea, donde cientos de personas festejaban una fiesta de cumpleaños. Debido al festejo, varios caminos estaban obstruidos y Arcelia no tuvo más remedio que caminar hasta la choza donde vivía su hija. Los caminos estaban repletos de piedras y de flores cortadas esparcidas en todos lados, de modo que un par de tallos de flores se pegaron a su larga falda. Arcelia estaba exhausta, pero no planeaba detenerse, al contrario, sentía que no avanzaba lo suficiente. Quería llegar lo antes posible para ver a su hija y asegurarse de que estaba bien, ya que su hijo no le había contado exactamente qué fue lo que le pasó.

Arcelia comenzó a sentir una extraña opresión en el pecho. Pero no quería aceptar que su instinto materno le hablaba. Quizá porque el instinto le indicaba que nada estaba bien, y que cuando llegara a la choza su hija estuviera peor de lo que había imaginado.

En los últimos pasos que la encaminaron hasta su destino, Arcelia dejó la maleta afuera de la choza antes de recorrer una cortina para entrar.

Una mujer de vestido de tela blanca transparente se le acercó cuando vio su intención de entrar.

Arcelia le explicó que era la madre de la mujer joven que vivía ahí. La mujer de vestido blanco la miró confundida y recorrió la cortina, y después de que ella entró, hizo pasar a Arcelia.

—Creo que se equivocó. —Dijo la mujer de vestido blanco al observar el interior de la choza junto con Arcelia.

Arcelia quedó perpleja al ver que solo un niño pequeño estaba recostado en una especie de cuna junto a una cama grande vacía, sin ningún indicio de su hija.

—No entiendo. —Dijo Arcelia al analizar la habitación. —Mi hija vive aquí.

—Mi familia y yo vivimos aquí hace dos años.

El corazón de Arcelia comenzó a latir con fuerza.

—¿Y no sabe nada de la persona que vivió aquí antes? ¿No la conoció?

La mujer de vestido blanco comenzó a pensar para tratar de recordar, pues en efecto conocía a la anterior inquilina, pero no recordaba su nombre ni ningún tipo de información sobre ella.

—Cuando llegué aquí, una semana antes de instalarme con mi familia, una mujer salió con un par de cosas en las manos. —La mujer de vestido blanco hizo una pausa. —Recuerdo su rostro. Mi esposo y yo la vimos un par de veces en las chozas que están cerca de los puestos de provisiones. Quizá esté viviendo cerca de esa zona.

Arcelia se preocupó tanto que solo le dio las gracias a la mujer de vestido blanco y salió de la choza, tomó su maleta y comenzó a caminar.

—¡Espere! ¡No puede ir sola hasta allá! —Gritó la mujer de vestido blanco.

Arcelia volteó a verla extrañada.

—¿Entonces porqué mi hija viviría sola allá?

—Esa zona es exclusiva para las mujeres de los dueños de los puestos.

Arcelia se impresionó y al mismo tiempo no supo qué hacer.

—Escuche, me dijeron que ella tuvo un accidente. Y necesito verla cuanto antes.

La mujer de vestido blanco le pidió a Arcelia que la esperara. Un momento después salió de la choza con su hijo en los brazos y comenzó a caminar junto a ella.

—Conozco a alguien que vive cerca de ahí. Seguro habrán oído del accidente. Este lugar es tan pequeño que todos se dan cuenta hasta de cuando uno ronca.

La mujer de vestido blanco vio cómo Arcelia arrastraba batallosamente su maleta.

—¿Gusta dejar la maleta en la choza mientras volvemos? Seguro está pesada.

Arcelia aceptó. Volvió y dejó la maleta detrás de la cortina de la choza y emprendió el camino junto a la mujer de vestido blanco.

—Y dígame, ¿usted vivió aquí?

—Sí, hace un par de años llegué aquí con mis tres hijos. Pero los dos mayores fueron a la ciudad y me compraron una casa allá.

—¿Y su hija, porqué se quedó aquí?

—Siempre ha sido solitaria. Según ella este lugar es tranquilo.

—¿Hace mucho que no la ve?

—Dos años. Por eso no tenía idea de que ya no vivía en la misma choza.

—¿Y cómo supo de su accidente?

—Mi hijo me informó.

—¿Y cómo supo su hijo?

Arcelia deseó por un momento que la mujer de vestido blanco dejara de hablar. Sus constantes preguntas la hacían sentirse más nerviosa. Pero si alguien podía ayudarla a encontrar a su hija era ella, así que le siguió la corriente.

—No me dijo nada más, solo mencionó que tuvo un accidente. Tampoco me dijo si estaba grave.

Arcelia se puso a pensar un momento en lo que había respondido. ¿Cómo se había enterado su hijo del accidente? En aquella aldea no había teléfonos. Y en caso de haberla visitado, ¿Acaso supo dónde encontrarla? Y de haber sido así, ¿porqué no le contó que ya no vivía en la misma choza?

Arcelia sentía que el tiempo era un remolino pasando sobre su cabeza que revoloteaba tanto sus ideas, que las mezclaba y las hacía perder el sentido. Y justo cuando creyó que estaba inventando muchas historias, la mujer de vestido blanco le señaló la vivienda de la persona que conocía.



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En el texto hay: misterio drama

Editado: 28.03.2024

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