Mary
—¿Cómo crees que luzco?.—Preguntó mi gemela.
—Pues luses preciosa, como siempre.— le respondí mirándola de arriba a abajo detallando cada cosa que traía puesta. Claro que era hermosa, era idéntica a mí. Ambas éramos altas, de pelo trigueño y largo hasta la mitad de la espalda, con ojos oscuros y llamativos, aunque los míos eran más expresivos que los de Anna. Teníamos un cuerpo bastante formado y cuidado puesto a que ambas llevábamos un entrenamiento de gym bastante influyente. Cada una era un clon de la otra y amábamos eso. Toda la igualdad entre nosotras se basaba solamente en el físico, mentalmente, éramos totalmente opuestas.
—Ya pero es que esto de salir y de ponerme ropa elegante no va conmigo.
—Calla, te ves hermosa, hasta pareces modelo.—dije animandola. Realmente sabía que no le gustaban mucho estas cosas, pero hacía su mayor esfuerzo para quedar bien con la familia.
Era nuestro cumpleaños número 18 y habían planeado una cena en uno de los restaurantes más lindos de toda Italia. Vivíamos con nuestros padres, típicos empresarios importantes y adinerados del país que disponían de todo a su alcance y cada cosa que se proponían la lograban con el mínimo de los esfuerzos. Desde pequeñas nos habían acostumbrado a tener todos los lujos habidos y por haber, pero gracias al altísimo crecimos sabiendo valorar mucho sus esfuerzos y no siendo unas malcriadas y majaderas. Decidimos desde muy jóvenes que estudiaríamos en escuelas públicas y no en esas instituciones privadas que parecen cárceles de élite. En fin, mi hermana Anna y yo, éramos el orgullo de nuestra familia, y hoy, en nuestro désimo octavo cumpleaños, querían demostrarlo como de costumbre.
—¿Crees que el blanco combine con la iluminación del lugar?.—Pregunto mientras estudio mi reflejo en el espejo. Yo llevaba un vestido blanco que casi arrastraba al suelo, con un escote de corazón que remarcaba mi busto y las escasas ondas de la cintura dejaban ver lo pequeña que era esta. Por otro lado mi hermana llevaba un vestido como el mío, con las mismas características, pero en negro, ese siempre había sido su color.
—Resaltarias entre la multitud aunque vistieras con arapos.— Me respondió Ann con sutileza. A pesar de ser un cubo de hielo, conmigo era todo un amor.
—Chicas vamos, casi es la hora. Por cierto, están preciosas, parecen estrellas de cine salidas de la pantalla.— dijo nuestro padre entrando a la habitación y dejando un beso en cada una de nuestras frentes.
Salimos de la casa, nuestros padres nos miraban con orgullo. Nos habíamos convertido en su mayor logro y disfrutaban de esto. Subimos al coche y nos dirigimos al restaurante.
La noche era fresca y agradable, una típica noche de agosto. Las calles estaban concurridas, los parques llenos de niños jugando y de parejas disfrutando de las vistas. Realmente Italia era hermosa.
El camino se hizo ameno, nuestros padres debatían seriales que seguían por la TV y Anna y yo cantábamos mientras mirabamos Tik Toks en mi celular.
Al fin llegamos al lugar, y sinceramente era mucho más de lo que esperábamos. Pude notar la felicidad en la cara de los viejos cuando vieron nuestra expresión de asombro al ver el restaurante. Por dentro era mucho más bello, la decoración era increíble. La combinación entre plateado y blanco me hizo sentir tranquila al saber que mi vestido si pegaba con el lugar. Nos sentamos en una mesa que ya tenían preparada para nosotros, la cual tenía añadidas tres sillas más.
—¿Han invitado a alguien?—Preguntó Anna, quien al igual que yo, tenía cierta expresión de confusión.
—Es una de nuestras sorpresas para ustedes, pero ahora tendrán que ser pacientes.— respondió nuestra madre giñandonos su ojo derecho. Siempre inventaban algo diferente, pero esta vez era raro que invitaran a alguien en el único momento del día que teníamos para estar solos los cuatro.
—¿Tienen algún problema con eso?— dijo padre quién había cambiado su expresión por una más preocupada.
—Para nada, solo es diferente a lo que acostumbramos.—contesté dándole una sonrisa.
Ellos comenzaron a hablar de negocios, Ann miraba su celular y yo estaba atenta a cada cosa que pasaba en el lugar mientras le daba una gentil sonrisa a cada persona que me miraba fijamente. Siempre era así de agradable. Hasta que al parecer, llegaron nuestros invitados. Una pareja de entre treinta y cuarenta años y un chico más joven que iba rozando nuestra edad. Bastante llamativo, de pelo rubio, ojos claro, mandíbula marcadas, labios gruesos, alto en exceso, debía de medir más o menos un metro ochenta. Llevaba una expresión pícara y seductora. Me llamó mucho la atención desde ese entonces.
—Muy buenas noches y felicidades a las cumpleañeras.—dijo el hombre quien al parecer estaba acompañado de su esposa y su hijo.
—Muchas gracias.—respondimos al unísono regalándole una sonrisa.
—Por favor siéntense.—ofreció mi padre.
—Disculpen la demora, la calle está bastante concurrida y el chófer venía con el mayor cuidado posible.— aclaró la señora quien parecía una modelo de Victoria Secret's.
—O no pasa nada, nosotros también acabamos de llegar.— respondió mi madre. El chico tenía su fija vista en mí, al parecer había notado mi curiosidad.
—Es bueno que al fin hallamos decidido celebrar los cumpleaños juntos, también era hora de que los chicos se conocieran.— mi hermana me miró al instante en el que nuestro padre dijo lo anterior, ¿Que pasaba aquí?.
—¿Tambien es tu cumpleaños?.— le preguntó Ann al chico.
—Si, estoy cumpliendo veinte años el día de hoy.— le respondió con cierto tono de burla. Mala jugada, mi hermana tenía una capacidad para notar cosas que la mayoría no, y supe desde ese instante que algo le parecía raro en ese chico.
—Felicidades entonces.— dije, el agarró una de mis manos, dejó un cálido beso sobre esta y me miró fijo a los ojos.
—Igualmente para ti. De hecho, para ambas.—aclaró y dirigió su mirada a mí hermana. Está le sonrió cínicamente y volvió a concentrarse en su celular.
Editado: 14.02.2022