El sol pegaba con fuerza sobre mi rostro; las manos me hormigueaban y sudaban al mismo tiempo. Respiré un par de veces, intentando calmarme. Estaba a unos cuantos minutos de llegar aquel sitio, donde toda mi vida cambió hace un par de años atrás. Todo se transformó cuando nuestros ojos se encontraron aquella mañana, cuando su sonrisa deslumbró mi corazón. Desde ese momento supe que mi vida, mi existencia nunca más volvería a ser igual. Seguí observando la vista que la carretera me obsequiaba, nada había cambiado. Todo seguía igual de pintoresco y hermoso. Entonces vi aquellas enormes puertas, la pintura estaba ya más desgastada y el letrero que decía "Bienvenido/as a La Amada", poseía un color oxidado. Sonreí un poco nostálgica y pensar que ya había pasado más de tres años.
Ese día en la hacienda se estaba celebrando un festejo por la graduación de Daniel, y estaba feliz por él. Porque había estudiado algo que le fascinaba, porque ahora podría hacer lo que amaba con mayor entrega y mucho mejor. Era un joven con ambiciones, quería hacer de la hacienda una productora fuerte, que sus cultivos llegaran al plano internacional y estaba segura que lo lograría, tenía el apoyo de la familia Sandoval y siempre había tenido el mío. Se preguntarán, ¿qué fue nosotros todo ese tiempo? Pues no fue fácil, nuestros horarios raramente coincidían, y ambos éramos testigos de cómo otras personas se interesaban en nosotros. Y aunque me dolía cuando me contaba que había salido con una compañera de la escuela, debía mostrarme comprensiva, él no se la pasaba bien cuando le comentaba que un compañero del trabajo me invitaba a cenar, y pues por más que me resistía, no podía permitirme encerrarme en no conocer a nadie.
Mi trabajo era lo que siempre había soñado; una compañía dueña de varias revistas me contrató para que me uniera al grupo de fotógrafos que asistían a celebraciones, iban a lugares de moda, o adonde fuera necesario para alguna columna. Y me encantaban, pues en su mayoría viajaba a lugares turísticos, para promocionar los lugares e incentivar a su visita. Me iba bien, no podía negarlo, pero también era agotador, raramente veía a mi familia o a Mar, pues tanto ella como yo viajábamos mucho. Pero ese día ambas asistiríamos, pues ella también estaba con la ilusión de ver a Fran.
Me bajé del taxi, Darstone estaba prosperando. Inmediatamente Matilde me vio y recibió con un fuerte abrazo, había llegado unas horas antes de la celebración, eso me daría tiempo de descansar y arreglarme. Pues mi llegada era una sorpresa. Me había tocado que mentirle a Daniel, decirle que tenía un asunto de trabajo urgente pero que haría todo lo posible por ir. Subieron mi equipaje hasta la habitación que con Mariana usábamos. Al abrir la puerta ella estaba ahí, su tía iba primero por lo cual no se había percatado de mi presencia.
-Buenas tardes... -saludé. Mi mejor amiga volvió a ver y al verme se levantó de un brinco y ambas corrimos a abrazarnos.
-Su... pensé que no vendrías. -Matilde nos dejó solas-, te había extrañado tanto boba... -Sonreí y limpié una lagrima que bailaba sobre mi mejilla.
-Yo también... ¿cómo has estado? A ver, cuéntame... -dije, tomándola de la mano y sentándonos sobre la cama, tal cual lo hacíamos hace tres años.
-Bien, el trabajo es lo que siempre soñé... -Asentí con la cabeza-... solo que... ahora que vine, me enteré que Fran ya tiene una hija y mujer -dijo. Estaba triste, ¿cómo no? Ella había estado esperando verlo. Aunque no me sorprendía, ellos habían cortado comunicación, pues les resultaba muy difícil verse, sobre todo por el trabajo de Mar. Pero ella, aunque salía con chicos nunca avanzaba y ambas un día comprendimos que era por Fran, porque ella aun guardaba la esperanza de regresar con él. Aunque nunca lo buscó, estas eran las consecuencias-... pero descuida, me lo esperaba -dijo, encogiéndose de hombros. Le sonreí triste. Le dolía pero creo que sabía que eso podía pasar-, bueno ya basta de mí. ¿Viste a Daniel? -Acomodé un mechón de cabello tras mi oreja y negué con la cabeza.
-No, no sabe que vine... -Asintió con la cabeza.
-Se puso más bueno... -comentó. Sonreí y pues, era cierto. Lo había visto por fotos y cuando hablábamos por Skype. Solo que en persona sería peor, solo de imaginarlo las piernas me temblaban.
Mi amiga me arregló como en los viejos tiempos, ondulo mi cabellera que llegaba ya a media espalda, mi figura se había acentuado un poco más debido a los años y a que había ido al gimnasio. Me enfundé un vestido negro pegado hasta la cadera y luego caía con gracias sobre mis piernas, que llegaba hasta el piso, la espalda iba descubierta. Use unas sandalias de plataforma de un color dorado. La celebración daría inicio a la hora del atardecer, por lo que debíamos bajar ya. Pues la música se escuchaba con mayor fuerza así como las voces de las personas. Bajamos con nuestros brazos enlazados. La recepción sería en un nuevo jardín que habían construido, era hermoso con infinidad de flores y rosas, con una fuente enorme en el medio.