Viernes, 24 de diciembre, 2021.
Se acercan las diez de la noche y finalmente la familia real y Gabriela se encuentran sentados en la enorme mesa que se ve completamente vacía con solo cinco puestos ocupados de como veinte más.
—Definitivamente necesitamos una mesa más pequeña— comenta Ileana mirando el interminable espacio vacío de lo que sobra de la mesa— no me había dado cuenta de lo gigante que esta mesa.
—Sí, en cuanto vuelvan los días hábiles compraré una y la colocaré más cerca de la cocina— concordó Max.
Sin embargo, a pesar de lo vacía que se sentía la enorme mesa, los cinco la pasaban muy bien, mientras los adultos conversaban de cosas al azar, el pequeño Dracul luchaba con el tenedor para no mancharse la pulcra ropa que tiene puesta. Era cosa de risa cuando el pequeño vampiro le hablaba a Gabriela, porque ella apenas entiende rumano y él solo sabe hablar rumano. Ver a la chica tratar de adivinar lo que quería decir el niño daba gracia.
Pasados unos minutos en la mesa todos se dirigieron al salón donde el gran árbol de navidad los esperaba con regalos a sus pies. El pequeño Dracul se acerca a ellos con curiosidad, sabe que no puede abrirlos hasta que se le diga que puede, sin embargo no puede evitar acercarse a ellos y tomarlos en sus pequeñas manos.
—Ese niño sí me entiende— dice Gabriela. Trevor sonríe.
—Con la diferencia que él es un niño de cuatro años, tú eres una adulta de veinte años, dentro de poco veintiuno— se burla. Gabriela lo mira inocente.
—Irrelevante— sonríe— iré al baño, me esperan, eh, si no me vengaré— advirtió antes de salir por la puerta caminando a toda velocidad para evitar orinarse encima, de todos modos si eso llegara ocurrir ella tenía su ropa de cambio lista para llegar y ponérsela.
Sin embargo ninguno estaba preparado verdaderamente para lo que estaba a punto de pasar. Claro que en una parte de ellos sabían que algún día iba a pasar, pero eso no significa que lo estuvieran esperando preparados, menos aún para ese día.
—Majestad— interrumpe una de las criadas del castillo. Los cuatro pares de ojos adultos la miraron inmediatamente. La chica tembló un poco al sentir tanta presión, sin embargo aclaró su garganta y dijo lo que tenía que decir— tiene visitas.
— ¿Visitas? ¿Hoy? ¿A esta hora?— pregunta incrédulo Max. La criada asiente y permanece en silencio en la puerta. De repente un bullicio poco usual pero familiar se escuchó acercarse a la sala. Trevor inmediatamente mira a Max con pánico en su rostro y su mirada se ve devuelta con la misma intensidad de parte del rey.
—Dime por favor que es una jodida broma— Ileana olfateó el aire y simplemente se dedicó a negar con la cabeza.
—Esto no es una broma.
—Ojalá lo fuera— contesta Max al tiempo en el que se paraba del sillón, abría las puertas del salón y salía al recibidor seguido por los demás.
—Necesito encontrar a Gabriela antes de que ellos la encuentren primero— dice Trevor aumentando la velocidad del paso. Sin embargo en cuanto pisó el recibidor sus expectativas de caminar lo más rápido posible se esfumaron por completo. Los primos Sans se encontraban ahí, llenando por completo el lugar y dejando en pánico total a los tres adultos presentes— mierda.
—Hola a ti también, Trevor— saluda de manera sarcástica su primo de parte de su madre.
Y fue con ella que empezaron los saludos, son muchos, son artos, todos con sus propias familias que incluían hijos y esposas. Trevor sin poder evitarlo saludó uno por uno a los invitados que no han sido invitados. Con cada persona que saludaba más tiempo perdía para avisarle a Gabriela que habían llegado sus primos y que no estarían muy feliz por su presencia.
—Dentro de cualquier segundo Gabriela va a aparecer y este lugar será un desastre— le susurra Trevor a su primo después de saludar solo a la mitad de las personas presentes— necesito encontrarla antes de que…—se calló.
— ¿Por qué mierda huele como a perro sucio?— suelta uno de sus primos con un notorio gesto de asco.
Finalmente Gabriela apareció por el pasillo en el recibidor. Quedó clavada la pio al darse cuenta de la cantidad masiva de gente desconocida en el lugar. Miró a su alrededor y se dio cuenta con algo de miedo de que todos eran vampiros. El lugar quedó en silencio total cuando los demás se dieron cuenta de su presencia, voltearon a mirarla y la examinaron de pies a cabeza con intensidad en su mirada.
— ¿Qué mierda hace un chucho en el castillo?— suelta alguien con total desagrado.