Lunes, 02 de enero, 2022.
Ayer la noticia de que Gabriela y Trevor estaban juntos azotó a la familia. Fue algo que todos esperaban pero ninguno había pensado siquiera que Trevor se le confesaría ese día. Era para sorprenderse gratamente, obviamente el único desdichado por la noticia era Ion, quien mantenía silencio y desviaba la vista de la nueva pareja y de todo lo que se moviera.
Su mente ya estaba ocupada en cómo reaccionaría Alexandrum al enterarse que ambos están juntos. Supo de inmediato que la amenaza de Alex no había funcionado, pues Gabriela aún seguía aquí, con una sonrisa y de la mano de su nuevo Mate.
Sin embargo él sabe que la advertencia de Alex no fue totalmente en vano, podía ver que Gabriela estaba nerviosa de igual manera desde que bajó a anunciar qué sería su hijo. Ella no lo pudo ocultar de él, claro que no, porque él estaba involucrado. Distraer a Trevor era su tarea y la cumplió como fue debida. Al principio había dudado si hacer un trato con Alexandrum fuera buena idea, pero al final aceptó de igual manera. Así que actuaría casi como un espía dentro del castillo y como su queridísimo hermano había encontrado finalmente a su Alma tenía una excusa para quedarse en el lugar sin que nadie sospechara.
“Tengo que asegurarme de que esa perra no le haga daño a mi hermano como lo hicieron con Jenica”, fue lo que había dicho, claramente a nadie le calló bien esa respuesta, pero ninguno replicó su estadía.
Por su parte, Trevor y Gabriela, aún acostados en la cama, discutían en cómo decirles a los reyes que alguien amenazó al reino. Digamos que no es una noticia leve, se trata de la protección del reino, de la manada y de ellos mismos. Por ende el cómo lo digan servirá de mucho a cómo lo tomen, nadie quiere que la alianza que hasta ahora había existido entre Noche Blanca y los vampiros se venga abajo por un idiota.
—Si les decimos todo lo que avanzamos se acabará— dijo Gabriela.
—Sin embargo tenemos que decirles, no podemos pelear esta guerra solos y lo sabes, simplemente hay que decirles la verdad, lo van a entender— le contestó.
—Sí, lo sé, pero tengo un mal presentimiento de todo esto, Trev, algo no me cuadra, como el cómo entró al castillo y luego desapareció.
—Hablaremos de eso con Giuliana y Max ¿Si?— ella asintió— ¿vamos?
—No, un ratito más— dijo acurrucándose más en el pecho del chico. Este sonrió, le dio un beso en la cabeza, acarició la espalda de Gabriela y apoyó su mentón en la cabeza de la chica.
Gabriela se concentró en el ritmo que emite el corazón del vampiro, es tranquilo y casi hipnotizante.
—Pensé que el corazón de los vampiros no latían—dijo cerrando sus ojos y respirando profundo.
—No lo hace. Un vampiro nace como humano, sin embargo el corazón de un vampiro deja de latir a los ocho años, justo cuando salen los colmillos y se activan todas las habilidades, excepto la de envejecer.
— ¿Entonces?
—Después de detenerse hay solo una cosa que puede volver a hacerlo latir, aunque no cumpla la función de un corazón normal— la chica lo miró y él a ella.
— ¿Y qué es?
—Su Alma— le sonrió— ustedes identifican a su Mate por el olor, nosotros porque hacen latir nuestro corazón, literalmente.
— ¿Yo hago latir tu corazón?— preguntó totalmente divertida.
—Tú eres la única que hace latir mi corazón— respondió con la misma sonrisa— literal— rieron. Casi a los segundos Gabriela se quejó— ¿Estás bien?
—Sí, sí, no es nada, simplemente que este niño está pegando bien fuerte— respiró hondo y se enderezó hasta sentarse en la cama, inmediatamente Trevor se sentó a su lado y la miró— estoy bien, estoy bien, no es nada, solo son contracciones.
— ¿Estás segura?— Gabriela no alcanzó a contestar cuando lanzó un grito de dolor— ¡Gabi!— gritó Trevor saltando de la cama y corriendo a su lado. La chica respiraba agitadamente por la nariz y por la boca.
—Trev, acabo de romper fuente— le dijo totalmente sorprendida. Se suponía que faltaban dos semanas para que su hijo naciera, pero aquí está, con la fuente rota y unas contracciones horribles. Trevor quedó paralizado en ese instante. La miró con los ojos y la boca bien abiertos.
—Ay no ¿Qué hago ahora?— preguntó totalmente perdido, miró de lado a lado pensando en qué hacer.