Martín
Al bajar del avión, me dirijo directamente al baño. Necesito ponerme en orden después de un largo vuelo y asegurarme de que mi apariencia está bien.
Dejo mi bolsa junto al lavabo y me examino en el espejo. Parece que todo está en orden. Llevo una gorra, gafas y una chaqueta con capucha para cubrir el tatuaje en mi cuello. Dudo que las personas que vuelan o las que acaban de llegar, como yo, me reconozcan. Nadie en su sano juicio sospecharía que este tipo raro es un famoso actor estadounidense.
Mi teléfono suena en el bolsillo de mis jeans. Al sacarlo, veo que es Leah y respondo de inmediato.
– ¿Ya llegaste? El conductor te espera en la entrada – dice con impaciencia.
– Estaré ahí en unos minutos – respondo.
– ¿Qué tal te parece aquí? – pregunta la chica.
– Todavía no lo sé – examino las paredes del baño. – No he visto nada aún.
Termino la llamada y salgo del baño. Nadie me presta atención y eso es simplemente maravilloso. El conductor está esperando por mí junto a un Mercedes blanco en la entrada.
– ¿Martín? – pregunta con timidez cuando me acerco.
– El mismo – respondo y le entrego mi bolsa. Mientras él la coloca en el maletero, me siento en el asiento trasero.
No me gustan los vuelos largos y, sinceramente, todavía no entiendo completamente por qué accedí a esta aventura. Todo por Leah. Ella tiene un importante desfile mañana y decidió que yo también debería estar allí.
Hemos sido amigos durante muchos años y simplemente no pude negarme. Realmente espero que esta aventura no me traiga problemas.
Veinte minutos después, el coche se detiene frente a la entrada del hotel. El conductor saca mi bolsa del maletero y entramos juntos al establecimiento. Ahí me miran como si hubiera llegado de Marte, no de América.
El conductor pide que espere un minuto mientras habla con la administración. Al parecer, explica quién soy, porque las recepcionistas comienzan a cuchichear y a retocarse el maquillaje. Nada nuevo.
– Vamos. Tu habitación está al lado de la habitación de la señorita Leah – me pide el conductor que lo siga, y obedezco.
Subimos al tercer piso en el ascensor y luego caminamos hasta el final del pasillo. Las puertas se abren y finalmente llego a donde puedo ducharme y descansar.
– Te dejo la llave y mi número. Si quieres ir a alguna parte, llámame – el hombre deja las llaves y su tarjeta sobre la mesita. Después de que se va, me quito la gorra, las gafas y me paso la mano por el cabello rubio.
Sin detenerme a observar la habitación, me dirijo directamente a la ducha. Necesito refrescarme y reunir mis pensamientos. Los diferentes husos horarios me afectan mucho. Tengo los ojos ardientes y deseo acostarme a dormir.
Al salir de la ducha, envuelto en una toalla cubriendo los puntos estratégicos, me siento aliviado. Leah está sentada en el sofá con un deslumbrante vestido rojo, y cuando su mirada recorre mi cuerpo, me siento incómodo. Leah es como una hermana para mí, no mi pareja. Algo me dice que ella no piensa lo mismo.
– ¿Tienes la llave de mi habitación? – pregunto con mesura.
– Por supuesto – Leah se levanta con elegancia y se acerca a mí. Ella es deslumbrantemente hermosa. Y lo sabe. Modelo, actriz y simplemente una belleza. – ¿Te molesta?
Su mano se posa en mi hombro y me da un lento beso en la mejilla.
– No, claro que no – respondo.
– Sabes, hasta el último momento no creí que aceptarías mi invitación – Leah no se apresura a retirar su mano. Toca el tatuaje con sus dedos como esperando una reacción, pero no hay ninguna. – Pero lograste sorprenderme.
– Todavía no puedo creerlo yo mismo – respondo entre risas. – ¿Cenamos juntos? Tengo hambre.
– Pediré todo al cuarto. Será mejor que no te muestres demasiado. Pronto volveré.
Leah se va y yo me pongo unos jeans y una camiseta, alejándome de cualquier pecado. No tengo intención de quedarme en mi cuarto todos los días que pase aquí. Hoy haré una excepción. Cena y a dormir. Pero quiero explorar mañana. Creo que será interesante.
Leah regresa en veinte minutos con el mismo vestido y me pide que la acompañe a su cuarto, que está al lado del mío.
Mientras cenamos, me cuenta sobre el desfile de mañana. No puedo decir que me interese mucho, pero no quiero interrumpirla. Sé lo importante que es para Leah, igual que la industria del cine para mí.
– Martín, ¿qué planeas hacer mañana? Tengo ensayos desde la mañana – suspira mi amiga.
– Le pediré al conductor que me haga un recorrido por la ciudad – me encojo de hombros. – Me quedé dormido en el camino al hotel y no vi nada.
– Por favor, ¡sé extremadamente cuidadoso! Nadie debe saber que has venido aquí. Al menos hasta el desfile de mañana.
– Leah, no necesitas enseñarme lo que ya sé – digo firmemente. Realmente no me gustan los sermones.
– No es lo que quise decir – responde ella rápidamente, sintiéndose culpable.
– Será mejor que me vaya – me levanto de la mesa y me dirijo a la puerta. – Gracias por la cena, Leah. Estaba deliciosa.