Contradictorio

Capítulo 6

—¡Eso es, Erika! ¡Te dije que el destino te estaba esperando! —grita mi amiga por el teléfono cuando le cuento sobre Martín.

—¿Qué destino? Mañana regresa a Estados Unidos — respondo con escepticismo.

—¿Y qué? Quizás te lleve con él —afirma Nika. —Podemos soñar, así que sueña un poco, ¡adelante! ¿Y si se ha enamorado de ti?

—A mí me parece que Martín solo buscaba emociones fuertes —contemplo mi reflejo en el espejo, incrédula de que alguien como él pudiera enamorarse de alguien como yo.

—¡Te subestimas a ti misma! —resopla Nika. —Así que, mañana tienes que enamorarlo completamente de ti, si es que ya no lo has hecho. Vístete bien, peinate, maquíllate. Ya sabes, ¡lo típico!

—Definitivamente no iré con un moño en la cabeza —me quito el moño caótico del pelo y mi cabello cae sobre mis hombros.

Después de más consejos de Nika, me doy una ducha y luego me voy a la cama. Estoy un rato pensando en Martín y me permito soñar un poco con que realmente está enamorado y que podríamos ser una pareja...

A la mañana siguiente, una llamada telefónica me despierta. Tardo en comprender quién ha decidido interrumpir mi sueño tan temprano, y sin siquiera mirar la pantalla, contesto rápido y pronto me arrepiento.

—¡Diga! —respondo con voz de fumador veterano.

—Parece que te desperté —oigo la voz animada de Martín y me levanto de un salto. Miro el reloj en mi muñeca y casi gimo de frustración. ¡Son las diez y todavía estaba dormida!

—¡No, ya estaba despierta hace rato! —exclamo con energía.

—¿De veras? —pregunta escéptico. —Entonces pasaré a buscarte en media hora. No quiero perder tiempo, no tenemos mucho.

¿Media hora? ¿En serio?

Mientras pienso en ello, Martín es el primero en terminar la llamada, y yo corro al baño para arreglarme a toda prisa. Inmediatamente lamento no haber preparado mi atuendo la noche anterior. Ahora tengo que revisar mi armario y nada me convence.

A los veinte minutos, estoy maquillándome en la cocina y sorbiendo café de una taza. Decido dejar mi cabello suelto y alisado. Me hago un maquillaje ligero y finalmente elijo el vestido que más me gusta.

Es bastante sencillo, de color blanco, con muchos estampados de florecitas. Me pongo encima una chaqueta de jean corta y unos tenis. Me veo bien, ¿pero lo apreciará Martín?

Justo cuando pienso en él, alguien llama a la puerta. Al abrir, el primer encuentro es con un hermoso ramo de flores y luego con el propio Martín.

Lleva una gorra y una camisa de cuello alto que oculta sus tatuajes. Los vaqueros claros y zapatillas blancas le sientan increíblemente bien.

—Es para ti —me entrega las flores y las tomo.

—Gracias —digo nerviosa y lo dejo entrar en el apartamento.

En cuanto Martín cruza el umbral y cierra la puerta, su mano desciende a mi cintura y me atrae hacia él. Antes de que pueda decir algo, él me besa de tal manera que siento que el suelo se desliza bajo mis pies.

—Estás muy hermosa, gatita —exhala en mis labios y yo me ruborizo como una colegiala. —¿Lista para ir?

—Claro. Solo pondré las flores en agua —corro a la cocina en busca de un jarrón. Martín me espera en el pasillo y en un minuto dejamos el apartamento juntos.

Subimos al auto y Martín pregunta a dónde ir para pasar un buen rato. Le sugiero mostrarle nuestro parque cercano a mi casa. Ahí podemos pasear, sentarnos en un banco a la sombra de los árboles o elegir un quiosco.

Caminamos de la mano, iniciativa de Martín. Me gusta ese rasgo suyo, actuar mostrando su fuerza y confianza. Quiere besarte, lo hace; quiere tomarte la mano, lo hace. Pero siempre manteniendo el respeto.

—Compremos café y sentémonos en el quiosco junto al lago —propongo.

—¡Vamos! —caminamos juntos al carrito de café y Martín quiere pagar, pero solo tiene dólares en su cartera.

Cuando pago, se siente incómodo. Parece no estar acostumbrado a ello. Pero logro calmarlo. Martín me compró flores y yo le pagué el café.

—¿Me vas a contar a qué te dedicas en Estados Unidos? —pregunto cuando nos sentamos en el quiosco y Martín me abraza. Es increíblemente tierno. —He notado que no te gusta hablar mucho de ti, pero aún así...

—¿Importa eso? Concentrémonos en el presente —responde.

No me gusta su respuesta. Siento que entre líneas quiere decirme que no soy quien para conocerlo más a fondo. Claro, hoy nos despedimos para siempre. ¿Para qué profundizar?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.