—¿Te he ofendido? —pregunta Martín, mientras salimos del parque y trata de tomarme de la mano, pero incremento la distancia entre nosotros.
—No, ¿por qué pensarías eso? —trato de actuar como si todo estuviera bien, aunque no me sale muy convincente.
—Estás molesta. No soy ciego, gatita.
—¡No me llames así! —exclamo, disgustada. —Me besas, me endulzas con palabras, pero de ti casi no sé nada. Entiendo que te vas hoy y posiblemente no nos volvamos a ver, pero aún así... No sé qué hacer. Ahora estás aquí, pero después ya no.
—Es cierto, volveré a casa, pero eso no significa que nuestra historia termine aquí y ahora —Martín se acerca y toca mi mejilla con su mano. —Perdona si no entro en detalles. No es que no me importes. Hay otras razones, y no te conciernen.¡Perfecto! De todas formas, no entiendo nada.
Martín se inclina para besarme y yo… no puedo rechazarlo. Simplemente siento que me he enamorado de este enigmático hombre. Nunca pensé que se podía amar tan rápido, y ahora siento cómo mi cuerpo se incendia cerca de él.
- ¿Vamos a comer algo? - pregunta, cuando el beso termina, y acepto sin dudarlo.
En la cafetería nos sentamos en la esquina más alejada. He notado que a Martín no le gusta llamar la atención y tal vez eso es parte de lo que lo hace tan reservado.
- No quiero que este día termine - susurra, sentado frente a mí. - ¿Y tú?
- Yo tampoco - sonrío.
- ¿Me invitas a tu casa? Podemos ver una película, beber vino - espera mi respuesta, y yo entiendo a lo que puede llevar esta situación, así que dudo un poco.
- Está bien - accedo a mi propio riesgo.
Durante el camino a casa, no dejo de observar a Martín. La forma en que envuelve el volante con sus largos dedos. Cómo se rasca la barbilla pensativo de vez en cuando.
Al llegar al apartamento, voy a la cocina a sacar el vino de la nevera mientras Martín se queda en la sala. Oigo que alguien lo llama por teléfono. No quiero escuchar, pero habla bastante alto. Casi grita.
Comprendo que se trata de algún divorcio. Martín está enfadado, y oír su voz así me resulta extraño.
Cuando se hace el silencio, tomo las copas y el vino y me dirijo hacia él. Martín está sentado en el sofá viendo algo en el teléfono y ni siquiera me presta atención.
- ¿Ha pasado algo? - pregunto y coloco las copas en la mesa.
- Todo está bien - responde secamente. Toma de mis manos el vino y el sacacorchos. Desconcha con facilidad y sirve el vino en las copas. Antes de que pueda agarrar la mía, Martín ya se ha bebido todo de un trago.
- No lo diría - me siento junto a él y pongo mi copa llena en la mesa. - Has cambiado después de la llamada.
- Te lo estás imaginando - Martín pone su copa en la mesa y me mira. Ya no tiene esa calidez de antes. Es como si hubiera otro hombre junto a mí. - Ven aquí.
Me sienta en su regazo con facilidad y comienza a besarme el cuello. La mano de Martín se desliza bajo mi vestido, como si yo fuera una cualquiera.
- ¡Detente! - trato de empujarlo, pero sólo hago que se enfade. Martín me tira al sofá y se me echa encima. Su mirada parece salvaje y eso me aterra.
- ¿Por qué te resistes, Erica? Ambos sabemos que lo quieres. Y yo también - insiste y trata de meter sus manos donde no debe.
- ¡No lo quiero! - grito.
- ¿Entonces por qué me trajiste aquí? ¿No sabías a lo que podría llevar?
- ¡Pensé que eras un buen hombre! - no sé de dónde saco las fuerzas, pero logro empujar a Martín, sin embargo, caigo del sofá al suelo. Me siento lastimada y decepcionada, tal vez tenga razón, ¡es mi culpa!
- ¡Basta! - escupe y se levanta. - Solo querías seducirme y nada más. ¡Todas sois iguales! ¿Querías mi dinero? ¿Pensaste que te llevaría conmigo? ¡Já! Hay muchas como tú. Ponte a la cola.
- Martín - me siento terrible, como si me hubieran echado un cubo de basura por encima.
Y el responsable es el hombre a quien estaba dispuesta a entregar mi corazón...
Él no me escucha. Se va rápidamente al pasillo y luego la puerta se cierra con un estruendo. Salto del susto y sollozo sentada en el suelo. De pronto, algo se activa dentro de mí. Me levanto y voy a la cocina. Abro la ventana y... tiro las flores que Martín me había regalado.
Espero que le caigan en la cabeza y le bajen los humos.
Qué alivio que hoy regresa a América y nunca más nos veremos. Lo consideraré solo un sueño. Un hombre perfecto que me dejó buenos recuerdos. Y este momento lo eliminaré de mi memoria, así como esas flores.
¡No lloraré por él! Que se vaya de donde vino, yo seguiré con mi vida como antes de conocerlo.